Capítulo extra: Kidman

19 3 0
                                    

Y todo estaba envuelto en tinieblas. Nada. No había nada. Kidman se sentía mareada, todo (nada) daba vueltas a su alrededor y lo único que sentía era el suelo en sus pies. Ella caminó a lo largo de aquel lugar pero continuaba sin haber absolutamente nada. ¿Dónde estaba? ¿Y cómo había acabado ella allí? No podía recordar, todo lo que había en su cabeza era un gran vacío, al igual que a su alrededor, ni siquiera recordaba por qué su nombre, o lo que fuera, era Kidman.

- Juli.

Un susurro apenas audible que resonó por todas partes y en ninguna al mismo tiempo.

- Juli, es hora de rezar...

¿Era esa la voz de su madre? Alzó la mirada, pero lo único que vio fue una sombra, una silueta con forma humanoide, en cuyo rostro apenas se vislumbraban unas motas más claras, los ojos y la boca. 

- Vamos hija... no tardes en ir a la iglesia.

La voz de su madre estaba distorsionada, apenas entendía con esfuerzo lo que decía... ni siquiera sabía si era realmente su voz. La sombra se movió lentamente, como si sus miembros pesaran. y subió por una pequeña colina. Kidman miró al frente. Justo delante de ella había una estatua. Era un ángel, con las alas caídas y arrodillado, con las manos sobre su cabeza. Se acercó. Siempre había sentido pena por la estatua, pues tenia un aspecto triste, como si la culpa por algo lo carcomiera. 

Al pie de la estatua volvió a levantar la mirada. Vio su cara, pero no estaba triste, sino deformada por la angustia, no era tristeza era pavor... y sus ojos de piedra, vacíos, sin vida. La miraban, a ella, fijamente, y de repente su cara se volvió hacia ella, y gritó, un alarido que casi destroza sus oídos, gritaba, presa del terror, del verdadero terror, y no paraba de gritar. Kidman cayó de espaldas, y la estatua estiró su brazo hacia ella, tratando de alcanzarla, pero estaba sujeta al pedestal, lo miró y después la miro a ella de nuevo, sin parar de gritar. Y el silencio volvió a inundar el lugar al tiempo que la estatua, como si hubiera sido una ilusión, estaba de nuevo en su posición original.

Ella, olvidando el miedo, volvió a acercarse para mirar su rostro. Por este resbalaban lagrimas. Corrió a la iglesia, pero se arrepintió al instante. Allí no vio a lo que se suponía que era su madre, vio un montón de figuras de pie frente a una gran figura en el centro de la habitación, adorando lo que para ella era solo un símbolo sin significado. 

- Juli... 

No era su madre.

- O sales de ahí o terminaras perdiendo la razón igual que ellos.

Miró a su alrededor. Las "personas" entonaban un cantico sin palabras. Una puerta a lo lejos se abre ruidosamente y dos de ellos la cruzan, al cabo de un rato salen con una figura. Es el ángel, pero le han cortado las alas. Lo llevan a una mesa y lo sujetan. Él trata de liberarse, pero ellos son muy fuertes. Una figura mucho más grande que las demás surge de la oscuridad. Algo brilla en sus manos. El ángel se retuerce en silencio, y busca ayuda con la mirada. Entonces posa sus ojos en ella una vez más. Ya no grita. Ya no puede hacerlo, pues la sombra grande le ha hundido una daga en el pecho y muere lentamente.

- Juli, tienes que salir de ahí. 

Y ella lo intentaba, pero aquel extraño ángel, agonizante, sostiene su mano. Sus ojos moribundos la miran fijamente, y ella no trata de escapar. No. Ella también mira a los ojos del ángel, mira lo que se refleja a través de ellos, es ella misma pero no es ella, no es una niña; miraba el reflejo... se miraba a ella misma, al otro lado de los ojos del ángel.

Había tomado una decisión, no podía quedarse allí. Una noche, mientras sus padres estaban en esa terrorífica iglesia, se escapó de aquel pueblo demente. Corrió durante mucho tiempo, hasta que un hombre la detuvo parándose justo enfrente de ella. 

- Kidman, deja de jugar. Ya es suficiente.

- No se de qué me hablas...

El Administrador la miró, curioso. ¿Estaba reviviendo su vida? No iba a detenerla, no... iba a participar en el juego. Le tendió la mano como había hecho tanto tiempo atrás.

- ¿Qué hace una niña sola en medio de la nada?

Su coche se encontraba detrás, había ido a buscar más sujetos de prueba, pero la niña llamó su atención.

- Yo... - Tenía miedo, él era consciente de que tenía una mirada muerta. - No puedo volver.

- No te preocupes pequeña, ven conmigo. Yo cuidaré de ti.

Le tendió la mano con tranquilidad. Ella la sujetó. 

- Solo quiero salir de aquí.

Los dos subieron al coche y se fueron de allí. A partir de ese día la vida de Kidman cambió, demasiado. El Administrador la vio crecer, y tal como había dicho cuidó de ella, fue como su padre. ¿Qué era eso? ¿Sentimientos? Parecía como si de verdad hubiera sentido algo... Tal vez era así, pero no lo podía permitir. Él mismo la entrenó, le enseñó a usar cualquier tipo de arma. A sus quince años, la chica era una maquina de matar, una más en Mobius. ¿Se sentía orgulloso? 

- Kid. - Así la llamaba, era un apodo... cariñoso.

- ¿Qué sucede? - Ella lo miró, dispuesta a cumplir cualquier orden.

- Tranquila, hoy es un día especial. 

- ¿A qué te refieres? 

- Es tu cumpleaños. 

Iba a cumplir veinte años. Él había actuado de padre durante seis años. 

- Y... ¿qué? ¿Podré ir a verlo?

- Sí, puedes ir. Pero hoy tendrás que olvidarme.

- Oh... yo... no quiero. ¿No podemos esperar más tiempo?

- Me temo que no Kid.

Cuando tenía cinco años hubo una plaga en su pueblo. durante ese tiempo ella lucho por sobrevivir, casi como si estuviera sola, ya que su madre, aquella figura borrosa que apenas lograba recordar, nunca le prestaba atención ni a ella ni a sus hermanos. Uno de esos días ella despertó por la noche, sin memorias de aquel día, en medio de la calle. Nadie acudió en su ayuda, y cuando llegó a su casa su madre únicamente la miró un segundo antes de volver a ignorarla. Pero él... El Administrador fue su verdadero padre, la cuidó siempre con cariño.

Cuando llegó al pueblo estaba todo vacío. No había gente por ninguna parte. La iglesia, imponente desde lejos, y la estatua del ángel, llorando desesperado eternamente. 

- Es la hora Kid.

- Lo sé. Estoy preparada.

Él se quedó quieto durante unos minutos. No eran sus recuerdos. No era su memoria. Pero le dolía igual que si lo fueran. Kidman repetía la frase una y otra vez. La memoria tenia que finalizar. Pero él era incapaz de volver a hacerlo. Al final se decidió.

Acercándose a ella le puso la inyección que una vez hizo que perdiera el recuerdo del tiempo que pasaron juntos.

Kidman estaba mirando el pueblo donde vivió, el pueblo del que escapó. Después de aquello consiguió un trabajo en Mobius. El resto de la historia no la recordaba. Pero sí recordaba que sus padres la odiaban. 

- Por mí que se pudran.

•••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

El administrador supervisaba los recuerdos finales. Una lagrima corría por su mejilla.

- No me lo puedo permitir de nuevo. Se acaba el tiempo.

🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚🕚

Psycho Break: Nightmare (Pesadilla)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora