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—Puedo llamarle a Alemania y que él nos comunique con Tailandia.


—No —contestó tajante a la quinta propuesta hecha por el ruso quien estaba comenzando a perder la paciencia.


Мексика —sin poderlo evitar el tono de su voz denotaba su creciente frustración— no es recomendable que estés levantado, necesitas cuidar bien tus heridas para que puedas sanar —el latino frunció el ceño, apretujando la sábana entre su mano sana.


—No me importan mis heridas, necesito verlo —susurró lo último. El euroasiático sabía lo que venía, esa mirada que prácticamente se estaba volviendo su debilidad, acompañada de la melodiosa voz y literal se convertía en un idiota a merced del latino.


—Espera aquí —pese a que en su mente se repetía lo estúpido y patético que era, nada podía hacer para negarse, además, prefería ayudarlo a dejarlo ir solo.


Rápidamente pero con cautela recorrió el pasillo. La noche había caído ya, por lo que el lugar apenas estaba vigilado. Saludó con la mano a una enfermera que bostezando siguió su camino. Aprovechando eso, se apresuró a revisar las puertas a su alrededor hasta que localizó el almacén donde guardaban algunas sillas de ruedas, algo viejas pero que definitivamente le serviría. Tomó la que mejor se veía y regresó en sus pasos.


Para su suerte, no se topó con nadie más, así que pasó desapercibido hasta entrar a la habitación correspondiente. Ni bien entró, frunció el ceño. Dejó la silla a un lado para correr hacia el mexicano que estaba intentando bajar de la cama. En un veloz movimiento lo cargó, recibiendo una mueca descontenta.


—Tienes que tener cuidado —recalcó pese a que lo repetía una y otra vez, el otro seguía sin entender. Resignado lo llevó hasta depositarlo suavemente sobre lo que sería su transporte. Lo miró directamente a los ojos antes de asegurar—: Esto no va a funcionar.


—Ya deja de preocuparte —bufó— ¿acaso no has visto todas esas películas donde los protagonistas hacen lo mismo?


—Sí, los protagonistas en películas que no son reales.


—Algunas están basadas en hechos reales, como la del Exorcista ¿qué loco no?


—¿Eso que tiene que ver? —a pesar de que poco a poco estaba acostumbrándose a las extrañas pláticas, todavía había veces en que le tomaba desprevenido.


—Pues que se te puede meter el chamuco —contestó como si fuera la obvia respuesta— ándale, vámonos, el que no arriesga no gana —el más alto suspiró, ocupando el lugar detrás para empujarlo.


Otra vez, sigiloso se movió a través de los pasillos. Miró hacia abajo para encontrarse con el latino que parecía demasiado entusiasmado, ni siquiera supo por qué pero sonrió. Después del interrogatorio con FBI y ONU, Rusia se quedó abrazándolo durante horas, impotente, sólo permitiéndole llorar en su pecho. No supo qué decir o que hacer, por lo que el resto del día se sumergieron en un incómodo silencio que se extendió durante la mañana y tarde del siguiente, de modo que la mayor parte se la pasaron apartados.

LadyboysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora