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—Ya te dije que estoy bien, tú no te preocupes, además, no importa si tengo que venir todo el año con vestidos o faldas si eso te da la confianza para que los uses.


—¿En serio no te molesta? —inseguro volvió a preguntar.


—Nel, la neta me vale madres lo que piensen de mí —le sonrió conciliador— y a ti también debería.


—En mi nación, a pesar de que hay muchos hombres que nos vestimos así, la verdad es que aún nos falta mucho por lograr, yo creí que venir a las juntas de ONU sería una buena forma de apoyar y demostrar quién soy en realidad pero algunos países asiáticos están muy molestos conmigo —agachó la mirada. México le pasó un brazo por los hombros.


—Mira, yo sé que está cabrón, en mi país tampoco es como que sean los más comprensivos pero por los compas, uno hace lo que sea, así que tú no te me apachurres que aquí estoy yo —lo detuvo para levantarle el rostro y sonreírle— además, pinche España me va a comprar todo un guardarropas nuevo —aquello pareció devolverle el ánimo a su acompañante que se carcajeó bajito.


—¡Escuché que Francia te va a diseñar unos vestidos! —exclamó entusiasmado— ¡Me encantaría verlos, ella hace ropa tan bonita!


—En ese caso, en cuanto me los den te vienes a mi casa y hacemos un desfile de modas acá perrón —le guiñó un ojo— al cabo que mi ropa es tu ropa carnal —Tailandia le abrazó por la cintura para continuar con su andar— hasta podemos invitar a Perú, estoy seguro que se moría de envidia desde que llegamos —los dos se carcajearon escandalosamente.


—¿En realidad, crees que acepte? —inquirió apenado pues no quería que se fuera a ofender.


—A huevo, no más por el puro mame yo digo que más de uno se nos une. Además, también están Costa Rica y República Dominicana, ellas son buena onda —se encogió de hombros, sabiendo la personalidad desmadrosa de sus similares latinos.


Continuaron hablando animadamente mientras recorrían aquel pasillo de la sede. Se suponía que México tenía que verse con Alemania para continuar hablando sobre los tratados que tiene con la Unión Europea pero, como era su costumbre, estaba más concentrado en platicar, en este caso, con el tailandés. Iban tan tranquilos que no notaron a los dos países que desde hace rato los estaban observando y no con las mejores intenciones. Llegado un punto se apresuraron a darles alcance. Al tomarlos por sorpresa, nada pudieron hacer cuando los empujaron dentro de una de las tantas salas. A pesar de ser de día, ante la ausencia de ventanas, el interior de la sala permanecía en cierta oscuridad. México, de inmediato colocó a Tailandia detrás de él.


—¿Es neta? —Chasqueó la lengua molesto— ¿Qué chingados quieren? —las dos naciones islámicas avanzaron con paso firme.


—Enseñarle una lección —habló el afgano frunciendo el ceño— Tailandia, eres una vergüenza como hombre —el susodicho se estremeció de miedo. Por el contrario, el mexicano sólo bufó con fastidio.

LadyboysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora