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Expulsó el humo con una mueca que denotaba el asco que le causaba retomar aquel hábito que con trabajo había desechado años atrás, no obstante, volvió a darle una calada. Llenó sus pulmones del veneno que, pese a no ser mortal en su condición de representación de país, se consideraba un símbolo de debilidad si abusabas de su uso. Justo como el ruso llevaba haciendo estos últimos cinco días. ¿Qué tan patético era si necesita de un vicio para calmarse? Aplicaba lo mismo para las drogas, alcohol o cualquier otra sustancia.


El cigarrillo se consumió entre sus dedos, dejando impregnado ese repugnante aroma. Tendrá que bañarse otra vez. Aun así, sacó otro, lo encendió y llevó a su boca. A su lado, alguien se sentó en la parte vacía de la jardinera que él ocupaba. Iba a pararse e irse, pero miró de reojo, reconociendo el apacible semblante. El psicólogo permaneció callado por varios minutos, tantos que Rusia tuvo la oportunidad de acabar con la mitad del cigarro actual. Ambos observaban el resplandeciente atardecer.


Comenzó a sentirse incómodo. Quería hablar, tenía tantas preguntas. Su cabeza simplemente era un remolino de emociones que no le permitía comportarse con la naturalidad que, días antes de la visita, hubo adoptado. Ahora todo lo hacía de manera mecánica, casi robótica. El miedo a equivocarse perturbaba su interacción con el mexicano. Se encontraba perdido, necesitaba ayuda, pero tampoco sabía cómo pedirla.


Frustrado apagó el cigarrillo, después alborotó sus plateados cabellos que se encontraban libres, pues no le gustaba que su ushanka quedara con ese hedor. Resopló, mirando por el rabillo del ojo la expresión calmada del otro. Se mordió el labio inferior, antes de preguntar.


—¿Cómo está? —Fue lo primero que vino a su mente. El joven adulto por fin le prestó completa atención.


—Confundido, temeroso, dolido. Al igual que tú, sigue culpándose por lo que pasó hace unos días —atinó a decir.


—Te pedí que lo convencieras de que soy el único culpable, dijiste que me apoyabas —reclamó, girando el cuerpo en la dirección del humano. Hizo un esfuerzo enorme para no tomarlo del elegante traje. Por el contrario a su brusca actitud, el otro se limitó a negar con la cabeza.


—Rusia, la mayoría de las veces, la responsabilidad de nuestras acciones recae en nosotros individualmente, por lo que ni tú, ni México, son los únicos causantes de lo que sucedió. La situación fue generada por un conjunto de distintos actos de todos los involucrados que los llevaron a tan lamentable resultado. Así que, más allá de buscar un culpable, es necesario saber que hay circunstancias externas que se salen de nuestro control y éstas propician comportamientos involuntarios, no nos exime de lo que hacemos, pero revela ciertos aspectos a los que tenemos que prestarles atención para solucionarlos. Tratando así de no repetirlos. En este caso en particular, tu respuesta violenta hacia la presencia de Estados Unidos de América.


Sin titubear dirigió el tema de la conversación al asunto importante y que, a lo largo de los días pasados, el ruso hubo evitado. Claro que, al notar el nulo avance, así como, el abismo de tristeza en el que ambas representaciones se sumergieron, decidió por fin intervenir. Intentaría al menos disipar un poco el pesado ambiente entre ellos, esperando que volvieran a la convivencia "normal".

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⏰ Última actualización: Aug 28, 2021 ⏰

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