p r ó l o g o

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Esperaba aplicándose un poco más de maquillaje sentada en el salón

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Esperaba aplicándose un poco más de maquillaje sentada en el salón. Ya habían pasado 20 minutos y no llegaba.

« Sabía que sería mala idea »

Sus maldiciones fueron interrumpidas por el sonido del timbre, haciendo que se levantara de golpe y corriera para abrir la puerta. Al otro lado estaba el joven azabache que la miraba un poco preocupado.

—Lo siento... Me había olvidado y eso.—Miró un poco a los lados y optó por darle dos besos en la mejilla,—Estás muy guapa, por cierto.

Ella lo analizó de arriba a abajo con mala leche,—Gracias...

Los dos bajaron por las escaleras del edificio en un incómodo silencio. Cuando llegaron abajo, se dirigieron hacia el portal y el pelinegro se quedó para ir en su moto mientras que ella lo miraba rara.

—¿Que haces?—Preguntó ella dudosa viendo como este se iba hacia una moto negra estacionada en la acera,—¿Estás de coña? No me pienso montar en eso.

Suspiro exhausto,—¿Por que? Además, ¿Como pretendes ir?

—Tengo vestido, a diferencia de tú yo no dejo ver mi ropa interior a medio mundo. Iremos en mi coche.—Dijo yendo hacia el Audi granate.

El pelinegro suspiró y fue tras ella entrando en el vehículo.

Esta dio un suspiro de alivio al ver como este entraba sin rechistar y lo miró sonriente,—Bueno... ¿Y en que restaurante has reservado?

« Mierda »

El soltó una risa nerviosa,—Me vas a odiar...

La expresión de la chica calló en picado, y soltó un sonido de frustración mientras se echaba para atrás en el asiento,—Ni sé por que accedí a esto. Diana y Jerry están muy equivocados.

—Ni que lo digas. Creo que tú y yo no pegamos, Anne.—Dijo el pelinegro imitando la posición de ella.—Eres muy... Rara.

—¿Rara? Pero de que vas, pedazo de aborto.—Soltó ella cabreada.

—¿Aborto? No me calientes la cabeza, zanahoria.

Esta le propinó un golpe en la cabeza del que el la miró furioso y le tiró de la trenza. Ella lo miró enfadada y suspiró,—Esta claro que nos odiamos. Esto...—Señaló el espacio entre ellos,—Es como echar rosas al ataúd, por hacerlo el cadaver no va a revivir.

—Es verdad... Yo mejor, me voy. Adiós, Anne.

—Adiós, Gilbert.

Y así como fue que los dos jóvenes se dirigieron a su casa de nuevo, manteniendo ese odio.

Maldita buena suerte.  (Anne♡Gilbert)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora