Absolute Zero

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Es gracioso como las personas creen que la agonía se centra en saber las malas noticias. Cuando son buenas: no existe, cuando son malas: se sufre, pero la agonía no reside allí si no en la espera de noticias. Esa noche averigué que mi agonía, no peor que la de cualquiera, estaba en la corta espera de lo improbable.

Diez de la noche: Intranquilidad

Once de la noche: Sufrimiento

Media noche: Desesperación

Una de la mañana: Agonía

A las dos de la mañana mi agonía fue reemplazada por un media parte de de emoción y un media parte de miedo. Su paso era firme pero liviano, sin dudarlo se dirigía hacia mi. Se sentó a mi lado y ordenó un cero absoluto.

Estudiaba cada uno de mis movimientos, como si tratase de desglosarme. Me sentía expuesto bajo su fresca mirada. Sus labios se arrugaron de manera amarga... fresco y amargo como la copita frente a ella. pero aún así la encontraba encantadora. Adorable y misteriosa. Pocos segundos pasaron, después habló.

"No esperaba encontrarte aquí... tu poema; eres bastante bueno"

No esperaba encontrarme con ella de nuevo por el resto de mis días, pero he allí sentada a mi lado en un bar tan lleno como vacío me parecía.

"Si fuese 'bastante bueno' sería rico" Lo dije con el tono más áspero del que quería.

"Conozco a muchos ricos que no tinen nada de bueno" Respondió con un tono sincero.

Hablamos por dos horas que me parecieron quince minutos y luego ella se dispuso a salir. La seguí, en ese momento la hubiese seguido a donde fuera. Ella era como un trago amargo que abominabas la primera vez pero negligentemente volvías por más, porque muy en el fondo ese agrio elixir era placentero y adictivo.

Caminamos por la ciudad que se me antojaba desconocida, ella un paso delante de mi, yo siguiendo la línea de su espalda. De vez en cuando nos poníamos a conversar con la boca, aunque la mayoría del tiempo lo hacíamos con los gestos.

Llegamos a un puente y ella se volvió hacia mi, me miró por un instante de nuevo tratando de decifrar mi laberinto.

"Por qué me seguiste?"

Alcanzó a decir, mas no pude responder. Ni yo mismo me lo explicaba.

El silencio se tornaba incómodo a esa hora de la madrugada. Sentía mis palpitaciones tan fuertes que temí despertar a toda la ciudad.

Bajó la cabeza rendida por tratar de destilarme, pues segúramente concluyó que ni yo mismo había logrado resolverme todos estos años.

Llegué a mi canijo apartamento exhausto y con la misma ropa. Estaba verdaderamente contento pese a que aquella noche realmente no pasó nada... Nada en absoluto.

Chica CocktailDonde viven las historias. Descúbrelo ahora