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El humo rodeando toda la habitación, un par de botellas tiradas en el suelo y Aphelios con tan solo un par de boxer puestos eran la imagen que se presentaba en la sala del pequeño departamento. Los pasos tranquilos se acercaban cada vez más hacia su persona, Sett aparecía con dos tazas de café entre sus manos. Pronto iba a comenzar el programa que veían todos los días, contaban la miserable vida que tenían un grupo de adolescentes y como poco a poco sus historias se iban entrelazando. Aburrido, ambos lo miraban porque no había nada más interesante que ese programa, y ni siquiera era bueno. Aphelios recibía tranquilamente la taza observando como el mayor se acurrucaba entre sus piernas, dejando cortos besos sobre sus muslos.

Aphelios le brindó una sonrisita avergonzada mientras probaba su café, estaba excelente. Suspiró dejando caer su espalda tranquilamente sobre el sofá, Sett salió de entre sus piernas y se dispuso a sentarse a su lado. Unos pequeños rasguños se hacían visibles sobre la parte trasera de sus hombros, el azabache sonrió hacia sus adentros sabiendo que era él el autor.

— ¿Qué te hace tanta gracia? —como si pudiera leer mentes o algo parecido Sett siempre estaba al tanto de lo que pasaba por su cabeza, si en ese momento lo hubierado pensado con más razonamiento se hubiera dado cuenta de lo problemático que podía ser el hecho de que el pelirrojo lo tenía en su eje de visión constantemente. Pero estaba tan cegado por la necesidad de ser el centro de atención de alguien como Sett que simplemente ese tipo de actitudes lo emocionaban. Aphelios titubeó mirando sus manos, Sett no lo miraba, mantenía sus ojos en la televisión.—

— Nada realmente, ¿hoy tienes que ir a las Arenas? —su vista viajó con rapidez al viejo reloj colgando en la pared a su costado, un pequeño quejido salió de su boca al ver que eran casi las doce de la noche y que, efectivamente, su pareja lo dejaría para irse a pelear. No quería actuar como un berrinchoso, después de todo Sett era el Jefe de las Arenas, su presencia en el lugar era requerida y Aphelios había tenido que aceptar esta desventaja una vez ellos comenzaron su relación. Sett dejó a un lado la taza vacía y caminó hasta una pequeña mesita junto a la televisión. El azabache miraba tranquilamente como se ponía sus nudilleras doradas, pensó que se veía muy atractivo haciendo eso.—

— Lamentablemente para ti, sí. No me esperes despierto, de igual forma cuando regrese planeo joder con tu trasero toda la noche. Tenlo por seguro. —esas palabras habían hecho sentir al azabache como una completa puta, pero no lo tomaba en cuenta. Sus pensamientos habían sido interrumpidos por la sonrisa arrogante que Sett le brindaba, podía divisar sus colmillos. Era imposible para él creer que existía un ser tan jodidamente atractivo. Un beso fugaz fue lo que lo devolvió a la realidad, el azabache no se molestó en corresponderlo. El beso no duró demasiado, lo suficiente para dejar a Aphelios necesitando de más y a Sett disfrutando de jugar con sus sentimientos. No fue hasta que el pelirrojo dejó el departamento que Aphelios tomó una gran bocanada de aire y estrelló las palmas de sus manos en sus mejillas, estas se tornaron rojizas instantáneamente.—

— Tengo olor a Sett.

Con una mueca extraña en su rostro se encaminó hasta el baño para tomarse una pequeña ducha, fue ahí donde notó las nuevas marcas que se presentaban en su cuerpo y que distraían de las viejas. Sett tenía una manía con morderlo como un gatito y dejar marcas en toda su anatomía, el azabache pensaba que era una forma de marcar su territorio y eso lo hacía feliz en esos momentos que se encontraba solo.

Felicidad que poco le duraba, odiaba como una vez la noche llegaba él se volvía vulnerable. Se encontraba completamente solo en la habitación y no tenía el enorme cuerpo de Sett acurrucándose junto a él. Las luces eran apagadas y no se escuchaba más que su respiración agotada retumbar en las cuatro paredes que lo rodeaban.

Preso de sus propios pensamientos e inseguridades, cuestionándose en cada momento si estaba haciendo las cosas bien. Las lágrimas no tardaban demasiado en llegar, su corazón se apretaba de manera que respirar le era imposible. Casi como si las manos de alguien más se encargaran de hacerlo sufrir incluso cuando no lo merecía.

Sus párpados se volvieron pesados, poco a poco su respiración se iba regulando y sus pequeños sollozos iban cesando. No era la primera vez que lloraba hasta quedarse dormido, y no era el único que sabía de esto.

Sett era consciente cada vez que llegaba a casa de como el rostro de Aphelios seguía con esa expresión de dolor aún en su más profundo sueño, sus ganas de hacer cosas indecentes con el cuerpo del menor se esfumaban cada vez que veía como el pequeño se había pasado toda la noche llorando.

Suspiró pesadamente mientras dejaba sus nudilleras llenas de sangre sobre la mesita de luz, tapó el cuerpo descubierto de Aphelios al verlo retorcerse de frío y salió de la habitación.

Un cigarrilo entre sus manos y una cerveza en la otra era lo que acompañaba esa madrugada al pelirrojo, entre calada y calada sentía como sus incomodidades iban desapareciendo. Se iba tranquilizando poco a poco, no fue hasta que sintió unos pequeños brazos rodearlo que salió de su nube de pensamientos. Las pálidas manos del menor se dirigieron hacia su entrepierna, Sett no hizo más que sonreir.

— ¿Tanto necesitas tener algo dentro de tu agujero?

Aphelios bufó ante su comentario, apretó con enojo su miembro por sobre la tela y volvió a entrar a la habitación. Sett soltó una carcajada, terminó de dar la última calada a su cigarrillo y dejó la cerveza sin terminar en el balcón. Caminó hasta la entrada del cuarto. El azabache se encontraba hecho una bolita sobre la cama, completamente tapado.—¡Idiota!

— Mis bolas duelen por ese apretón. —la pequeña risita de Aphelios se escuchó debajo de las cobijas, más no daba indicios de contestar. Sett se acercó con tranquilidad al bulto en la cama y lo destapó aplicando la fuerza suficiente para poder al menos divisar el rostro del azabache. Este no lo miraba, dejó un pequeño beso sobre su frente y se dispuso a acariciar su cabello.— Pareces un niño.

— Tengo casi dieciocho años. No me trates como si fuera uno. —Sett sonrió ante su comentario. Poco a poco la resistencia del menor iba desapareciendo y pronto ya tenía todo su cuerpo a su merced. Estaba agotado pero no le molestaría tener relaciones antes de irse a dormir.—

𝕬. ─ sett x aphelios. settpheliosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora