— ¡Sett, hay una enorme araña! —el grito ahogado de Aphelios resonó en todo el edificio y el pelirrojo no tardó demasiado en presentarse en la cocina. La imagen del azabache hecho bolita arriba de la mesa hizo que Sett soltara una enorme carcajada, un trapo sucio fue tirado directo a su rostro. La presuntuosa araña era todo menos enorme, por lo que Sett no tuvo problemas en aplastarla con su propia mano. Aphelios le brindó una mueca de asco, parecía no querer bajarse de la mesa.—
— ¿Enorme araña? Eso parecía una hormiga, niñito. —tomó entre sus brazos al azabache, este lo miraba con un puchero. Odiaba ser tratado como un niño sólo porque Sett le llevaba cuatro años. Su miedo a las arañas había estado presente desde que era un crío pero precisamente eso no lo hacía un niño, aunque el pelirrojo lo decía sin intenciones de ofenderlo.— ¿Tu mayor miedo son las arañas?
— Sí, absolutamente. Las odio.
— Hay cosas peores a las cuales temerle, Phel. Créeme. —el lunari tragó saliva con nerviosismo, las palabras que Sett había soltado tenían un tono oscuro. Quizá era otra de sus bromas o simplemente quería dejarle una enseñanza. Aphelios se soltó de su agarre y caminó hasta la habitación, Sett lo seguía por detrás; sus ojos clavados en las pálidas piernas del azabache.— Hoy iré más temprano a las Arenas, ¿no quieres acompañarme? No has ido una sola vez luego de conocernos ahí.
Lo pensó por un momento, sus ojos clavados en el esbelto cuerpo del vastaya.— Supongo que no es una mala idea.
Definitivamente era una mala idea, lo único que se escuchaban eran aullidos y gritos desaforados que no hacían mas que reventar los tímpanos del azabache, odiaba esa sensación tal y como la primera vez que la había tenido que vivir. Todas esas personas parecían perros callejeros que tenían toda la pinta de morderte si le mantenías la mirada por más de un segundo.
Aunque eso no era lo peor, desde el momento en que habían pisado el evento Sett no había hecho más que sentarlo a su lado y ponerse a parlotear con un par de hombres que el azabache no conocía. Estaba bastante aburrido y la mano del pelirrojo aprisionando su muslo derecho no le permitía ir a caminar por el lugar.
Una figura desconocida logró sacarlo de su hastío, era un chico rubio que parecía de su edad acercándose con demasiada confianza al vastaya. El agarre en su pierna desapareció para dirigirse a la mejilla del muchacho, el corazón de Aphelios se achicó.
— Ez, así que decidiste volver a mis Arenas. —la mano de Sett acariciaba con tranquilidad el rostro del muchacho rubio quién, desvergonzadamente, sonreía al mismo tiempo que sus mejillas se tornaban de un color rojo. Sett mordió su labio inferior observando tal reacción, casi olvidando por completo que su pareja estaba a un costado.—
— Decidí quedarme un poco más de tiempo en Jonia. Las personas son algo interesantes por aquí. —esas palabras habian ido con tanto afán de dar segundas intenciones y Aphelios no era el único que lo había notado, no tardó demasiado en aparecer un nudo en su garganta. Parecía sobrar en la conversación. Tuvo que contener su expresión de dolor al momento en el que el rubio se dirigió hacia su persona.— Hey, me llamo Ezreal ¿y tú?
— Se llama Aphelios, un amigo. Phel él es Ezreal, un chico bastante atrevido si me lo preguntas. Alistair, ¿puedes creer que se me plantó en medio de una pelea para retarme? ¡Jodido desquiciado! —las risas y los gritos en el lugar estaban volviendo loco a Aphelios, el dolor de cabeza estaba comenzando a hacerse notar. No podía soltar nada, estaba tan abrumado al darse cuenta de la situación que simplemente se había quedado sin palabras. Miró con recelo al pelirrojo y se retiró de ahí en cuanto sus piernas pudieron reaccionar. Había logrado contener sus lágrimas hasta al menos encontrarse lejos de toda la multitud, su cabeza no dejaba de palpitar y su pecho seguía doliendo. Quería mentirse a sí mismo y pensar que Sett lo había tratado como un "amigo" solo porque lo había olvidado pero la mirada lasciva que este mismo le había dirigido al rubio le gritaban que era un completo idiota fácil de manipular. Un fuerte agarre en su brazo lo sacó de sus pensamientos.— ¿Qué te sucede? ¿por qué te retiras así sin más?
— ¿Ahora soy tu "amigo"? —soltó haciendo énfasis en la última palabra, Sett chasqueó su lengua.—
— Fue el momento, Phel. Mierda, ¿realmente te has enojado sólo por eso?
— ¿Sólo por eso? Sett vi la puta mirada que le tiraste a ese tipo, ¿no es mejor para ti que me vaya directo a casa? Te estoy dando la oportunidad de tener relaciones con alguien más, ¡entonces ve y hazlo! —su voz se quebró de tal manera que no podía sentirse más vulnerable en ese momento. Nada le había dolido más que ver como sus palabras no habían logrado abrumar al pelirrojo, al contrario, parecía fastidiado. Pronto el agarre en su brazo se hizo más firme y, aunque poco le importaba, el dolor iba recorriendo todo su cuerpo.—
— No vas a irte.
— Sett, me haces daño. —susurró sin mucho entusiasmo, para su suerte fue liberado sin reproches.—
Él sabía perfectamente que el pelirrojo disfrutaba de pisotear su corazón en cuanto veia la oportunidad. Y aunque era consciente de esto no entendía entonces porqué no podia alejarse de él, estaba tan cegado por su voz, su sonrisa, su actitud de mierda que no hacían mas que volverlo continuamente alguien indefenso. Sett era tanto el causante de su propio pesar como el consuelo de su constante martirio. Quería tanto ser adorado por el vastaya, ser su único centro de atención que sabía perfectamente que al día siguiente lo trataría como si nada hubiese ocurrido, ignorando cómo lo había tratado en ese lugar.
Lo perdonaría, incluso cuando el pelirrojo llegó a casa con unos tragos encima, incluso cuando escuchó la voz de alguien más haciéndole compañia. Incluso cuando, en medio de la noche, los gemidos no provenientes de sus labios retumbaban en toda la sala y llegaban hasta su habitación para atormentarlo sin consideración.
Ni siquiera sus sollozos fueron suficientes para ocultar su propia calamidad.