Cuando Harry abrió los ojos, lo primero que vio fue a su madre durmiendo sobre su regazo, agarrando sus manos entre las suyas y durmiendo por el cansancio. Se conmovió y lloró. Últimamente sentía que lloraba demasiado, se había pasado prácticamente un mes entero llorando por Louis y la forma en que este le había mentido en su cara.
Y ahora lloraba al ver el amor de su madre. "¡Patético!" pensó, pues así se sentía, un débil patético emocional que dejaba que todo el mundo le ayudara.
Retiro una de sus manos del agarre de su madre y se secó las lágrimas. El movimiento repentino despertó a la mujer que medio adormilada veía la borrosa figura de su hijo.
-Cariño, estás despierto - le dijo al rizado con una voz queda y adormilada.
Eran cerca de las 11 del día y la guardia estaba haciendo su ronda. Anne no tenía idea de a que hora se había quedado dormida. Se desperezó y acarició la cara de su pequeño, pues para ella Harry siempre sería su pequeño niño.
- Te traeré agua para lavarte esas lagañas. - le dijo tiernamente.
Harry observó la figura de su madre desaparecer tras una cortina de hospital y oyó el murmullo de su voz preguntándole a alguien (seguramente una enfermera), donde podía conseguir agua y una esponja.
Quince minutos después estaba de vuelta con un recipiente con agua, una esponja y una toalla. Harry se sentía tan agradecido de tener a su madre en su vida, y más en esos momentos.
Silenciosa y lentamente Anne desnudó a Harry y lavó su cuerpo con cuidado y cariño. Ninguno de los dos dijo una sola palabra mientras la mujer le daba un baño de esponja al rizado. El entendimiento mutuo era tácito. Ella sabía que cuando él quisiera hablar lo haría y Harry sabía que ella no le preguntaría nada, respetando el silencio que ahora prefería guardar.
Después de terminar su baño, Anne fue a devolver los utensilios prestados y regresó con una bandeja de hospital con comida. Era una mezcla de comidas blandas: gachas de avena, una gelatina, lo que parecía ser un puré de alguna fruta y agua. Una enfermera llegó para asistirles
-Es importante que coma, le retirare por ahora el catéter del suero, veremos como reacciona su estómago a la comida. Si todo va bien, se lo retiraremos, pero si siente náuseas o algún otro malestar, tendremos que dejarlo con el suero por otro día o dos. Se le está permitiendo comer solido porque no debería haber complicaciones a juzgar por la observación del médico.- explicó la señorita, una bella chica de piel color miel. Sus rasgos denotaban una ascendencia hindú, y su sonrisa transmitía paz y certeza.
Harry aguantó el pinchazo al sentir que retiraban el tubo de alimentación aunque dejaban aún el cople por si debían volver a intubar. Abrió la boca y recibió una cucharada de manos de su madre. El sabor fue excesivamente dulce para su paladar que estaba desacostumbrado a comer.
Era puré de manzana con canela. En otras circunstancias Harry lo hubiera disfrutado gratamente. Pero ahora era más de lo que podía soportar. Ingirió dos bocados más hasta que no pudo con el sabor y terminó vomitando.
Esto solo hizo que rompiera en llanto nuevamente. Era un inútil, una desgracia, no merecía que lo trataran tan bien, no merecía que su madre se preocupara tanto. Niall debió dejarlo morir. Porque él ahora solo estaba sufriendo.
Se sentía un gusano. Qué tan jodido tenía que estar para no poder comer siquiera. Sí, eso es lo que Harry era, no más que un gusano inservible. Los pensamientos de muerte volvían a acecharle. Y lloraba, lloraba por su impotencia, lloraba por si mismo, pensando en lo lamentable que debía verse.
ESTÁS LEYENDO
Entre el cielo y el infierno
Romance¿Hasta dónde es capaz uno de aguantar por amor? ¿Qué haces cuando la persona que te lleva al cielo cada noche acaba convirtiendo tu vida en un infierno de la noche a la mañana? Harry creía que podría aguantarlo todo siempre que tuviera a Louis con é...