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La planificación nunca fue un método usual para Seúl. Pero le quedaba poco más de una semana antes de que la misión comenzara a llevarse a cabo. Entonces, cuando el instructor pidió dos voluntarios para recoger los elementos utilizados en el entrenamiento, Seúl fue el segundo en dar un paso adelante.

El primero fue Knox.

Caminaron juntos por el pateo de entrenamiento, con las botas deslizándose entre el pasto aún mojado por el rocío. Seúl sostuvo una bolsa y comenzó a recoger las sogas que fueron utilizadas para escalar. Observó al cyborg a su lado de reojo, sintiéndose instintivamente intimidado por el nivel de modificación excepcionalmente alto.

Knox sostuvo algunas sogas y se acercó para meterlas en la bolsa que compartían. Mantuvo la cabeza baja.

Por el lenguaje corporal Seúl lo juzgó como una persona tímida; aquello era un poco sorprendente. Por regla general los cyborgs con altas modificaciones eran personas seguras; no sé trataba sobre el ego. Simplemente se consideraban físicamente superiores.

Y estaban en lo cierto.

Finalmente decidió que era seguro proceder. Se apartó el flequillo del rostro y le echó una mirada al niño callado a su lado. De hecho, si superabas la primera impresión, no parecía un cyborg tan sorprendente. Era un poco más bajo que él y aunque las cicatrices cubrían casi toda su cara, de la nariz hacía abajo se delineaba una barbilla infantil.

-¿No hablas?

El cyborg se congeló. Luego de haberlo catalagado como una persona tímida, Seúl estaba preparado para una respuesta nerviosa. Pero el chico retomó su trabajo un segundo después.

-¿Es necesario que hable? - preguntó, su voz pausada. A pesar de detectar una leve frialdad en sus palabras, no halló hostilidad en ellas.

Los labios de Seúl se curvaron en aquella sonrisa que utilizaba con los clientes del mercado o cuando debía rechazar un cigarro de la vieja Anna. Todo su encanto fue puesto en la curva de su boca.

- Oh, vamos. Ser un poco más sociable no te va a matar, ¿no estás aburrido de estar callado todo el rato? - se apartó para seguir recogiendo cosas mientras charlaba -. Como eres un soldado deberías conocer gente de aquí ¿verdad? No te he visto hablar con casi nadie en todo este tiempo ¿no tienes amigos en el ejército? Aunque te ves algo pequeño para los estándares de aquí. Todos los militares son un poco viejos. Bastante feos también. ¿Por eso no te llevas con ellos? ¿Cuántos años tienes?

Pasó medía hora hablando sin parar. Casi se pierde el almuerzo por alargar el tiempo. Y aún así no logró arrancarle una sola palabra más.

- Patético - juzgó Sendai.

- Lamentable - agregó Toulouse.

-Aún hay tiempo - Seúl no estaba dispuesto a rendirse.

Si todo iba bien, tendrían un buen grupo. Primero debía medir a Knox. Luego convencer a Toulouse de su propia valía. Lo más probable es que ya se halla dado cuenta de lo que estaba intentando hacer.

Toulouse estaba dispuesto a medirlo una vez más. Aunque aquello no era lo que más le preocupaba.

En el entrenamiento de la tarde se sentaron frente a un manual titulado:
Compuestos orgánicos y dispositivos cibernéticos. El grosor del libro podría espantar al estudiante más aplicado.

Seúl se sentó junto al chico rubio, Marc. Casi pudo ver las lágrimas cayendo por su rostro. El instructor les dió como tarea memorizar las reglas básicas dentro de las primeras veinte hojas.

Aunque no todos los tecnisismos le eran familiares Seúl aún estuvo un poco menos perdido que sus compañeros e incluso se adelantó para explicar algunas técnicas básicas en la implantación de modificaciones.

-¿Trabajabas como técnico? - preguntó Marc, un poco sorprendido.

De hecho, para trabajar como técnico se debía pasar por una serie de regulaciones bastante estrictas. Pero el mercado Auster es básicamente un antro de piratería. Aunque Seúl no tenía un título como técnico, comenzó reparando algunas cosas sencillas y finalmente se forjó un nombre.

Los días antes de ser un técnico se convirtieron en una pesadilla borrosa dentro de su cabeza. Y en sus recuerdos más vívidos prefirió guardar los buenos momentos en el mercado, dónde mantenía una clientela regular y confiable.

Sonrió un poco cuando asintió, ajeno al efecto que su sonrisa tenía en algunas personas. Marc apartó la mirada del rostro de su compañero y se forzó a seguir centrado en el manual.

Tierra de LataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora