Capítulo 3 "Samanta Brown"

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Se encontraba ya un poco harta de la inapetente rutina en la que vivía. Levantarse cada mañana a la misma hora para ir a la tienda de discos de vinilo que había aceptado sus servicios comerciales y publicitarios. No era una oferta que podía atreverse a rechazar, en realidad era lo que necesitaba para seguir solventando sus gastos universitarios. Por alguna impensable razón había decidido estudiar Diseño gráfico y publicitario. Un tema que se convirtió poco a poco en debate y critica familiar cuando su decisión llegó a oídos de sus escamados y apáticos padres. Así que su desdeñable trabajo complementaba su pretexto casi perfecto para estar fuera de casa cada que podía.
Fue poco después que descubrió que el dueño de la tienda, un chico de 27 años llamado Travis Orson, pertenecía a una cuadrilla que producía narcóticos. Samanta no había sido capaz de probar uno en su vida, a pesar de que se indujo sutilmente en el apetitoso sabor del cigarrillo, lo cual le ayudaba a calmar de vez en cuando sus nervios y a sobrellevar el caos con su familia. Ahora se sentía incapaz de dejarlo.

Travis le había hecho prometer que no diría nada de aquello a nadie, si se enteró fue por un grave descuido suyo. Pero si no quería perder el trabajo o tener problemas tenía que mantener la boca cerrada. Y así fue como Samanta se hizo cómplice de manera involuntaria de aquel chico y sus negocios. No pasó mucho tiempo cuando ya se había envuelto en ello de otra manera, ahora no solo sabía sobre aquel trabajo, también se volvió participe. La ambición de incrementar sus ingresos la llevó a involucrarse de manera más íntima con Travis.

Dicen que para vender algo tienes que probarlo primero. A Brown solo le llevó unos cuantos días para aferrarse por completo a aquellas sustancias, que una vez que te atrapan ya no te dejan ir. Ahora sí que le era más conveniente permanecer con la boca cerrada.

Entre Travis y Samanta existía una especie de complicidad y lealtad más allá de la laboral, eran un equipo en su totalidad. Salían un par de veces por semana. Travis la llevó a conocer al resto de la pandilla y la presentó como su novia, una etiqueta que no había quedado bien definida entre ellos dos pero que al menos simulaban serlo. Ahora ella también formaba parte del equipo y se dedicaba a vender narcóticos en la universidad, lo cual le resultó en completo éxito una vez que empezó el negocio produjo buenos frutos en ese lugar. Era conocida como "La clandestina".

Todo revolucionó en su vida cuando conoció a ese pálido chico de cabello oscuro, largo y rebelde. Lo vio entrar a la tienda de discos por primera vez una tarde de invierno. Él aseguraba disimular observarla cada vez que llegaba. No le quitaba la mirada de encima desde que entraba por esa puerta hasta que salía, con las manos vacías. Algo que a Samanta le parecía tierno y dulce. A pesar de sus intentos constantes por hablarle o llamar su atención, nunca conseguía hacerlo de la mejor manera.

El chico vestía de negro la mayor parte del tiempo, y siempre cargaba su walkman con los audífonos puestos. No descartaba la posibilidad de que el muchacho fuera autista, pero con el tiempo pudo aclarar sus dudas, pues alfín le escuchó pronunciar una palabra como una persona totalmente normal.

Esa tarde especialmente lo vio caminando indeciso por los pasillos con la apariencia de no saber específicamente lo que buscaba. Tenía la mirada más perdida de lo normal y llevaba el pantalón descocido de las rodillas, lo cual le pareció extraño. Pues debajo quedában en evidencia unos raspones un tanto ensangrentados. A Samanta le parecía difícil apartar de su mente las posibles causas de esos raspones. Siempre veía al chico llegar en bicicleta así que pensó aludir eso a un posible incidente de viaje. Se sintió incapaz de quedarse con la intriga y entonces mejor decidió hablarle...

-¿Qué tipo de música buscas?- pronunció desde detrás del mostrador, a lo que Jacob no pudo evitar sonrojarse aunque era una pregunta de lo más monótona.

-Eeeh... ¿qué me recomiendas?- no se le ocurrió preguntar algo más.

-Depende de tu trastorno.- mencionó en broma. -¿Qué es lo que agregas a tu playlist últimamente?-

-Para ser sincero soy un tipo de coctel a la antigua. Empezando por Daft Punk hasta The Beatles y Bee gees.- sentía como aumentaba poco a poco el rubor cada vez que le respondía a aquella chica.

-Entonces sígueme.- replicó haciéndose a un lado del mostrador para acercarse a Jacob y dirigirlo a la zona donde encontraría el tipo de música que buscaba. –Esto es lo que necesitas amigo. Me parece que estás muy aturdido en el mundo de los 60's. Necesitas algo que revolucione tu alma.- escogió un disco de la sección "Hard Rock."

-Nirvana. ¿Es bueno?- no pudo ocultar su voz nerviosa.

-Compruébalo por ti mismo.- respondió seguido de un guiño, lo que terminó de causarle un colapso nervioso a JJ.

-Gracias por la recomendación, quizás luego te diga qué tal.- mencionó aún tímido y retraído.

-Y será que podrás decirme cuál es tu nombre antes?.-

-Soy Jacob...Jones.- mencionó estirando la mano en forma de saludo formal. Lo hizo sin pensar qué tan rídiculo resultaría. Pero a ella no le pareció tonto, pues estrechó su mano con total seguridad y calidez.

-Samanta Brown... te gustaría ir a tomar algo?. Mi turno se termina en quince minutos.-

-Seguro.- se límito a responder tratando de disimular el sentimiento de felicidad satisfactoria pero luego recordó que no era muy bueno en eso.

El chico comprendió que ella era todo lo opuesto a él, y que ese tipo de contraste era justo lo que necesitaba. Esa noche fue una noche única y especial para Jacob Jones. Se cuestionaba lo ímbecil que había sido por no pedirle antes una cita a esa hermosa pelirroja que había llegado para darle sentido a su vida. Al menos así lo veía él.

Al cabo de unos meses Samanta vio en Jones una oportunidad de impulsar las ventas en el negocio de Travis. Estaba segura de que no quería hacerle daño ni que Jones tuviera problemas, así que solo lo establecieron como un mensajero alternativo. Él no tuvo que pensarlo mucho, pues con tal de seguir cerca de la chica decidió ceder y aceptar la oferta. Pero como todo integrante del equipo no resistió la tentación de probar aquellas enviciantes sustancias.

Se encontraban fuera del colegio, luego de que Brown le hablara a mitad de clase para decirle que tenía algo urgente que tratar con él. El chico estaba expectante y nervioso ante lo que estuviera pasando. Habían solicitado a Jones para entregar un paquete esa noche. Lo cual le ponía aún más nervioso. De igual forma estaba decidido a hacerlo.

-JJ prometeme que pase lo que pase nunca le contarás a nadie sobre esto. Realmente confío en ti.- le dijo antes de subir al auto. Le besó la mejilla y se alejó.

Samanta nunca se imaginó que esa sería la última vez que vería a Jacob, de haberlo sabido se habría despedido de una manera digna.

En las sombras del crimenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora