U N O.

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'Nadie se acercará a ti nunca, por que haces daño a los demás. Te mereces estar sola.'

Esas palabras se repetían en mi cabeza una y otra vez, mientras la policía me acompañaba hasta mi celda.
Había cometido un asesinato y ahora estaba destinada a pasar el resto de mis días entre rejas.
El mono naranja hacia contraste con mi pelo negro. Mis ojos azules se acostumbraron rápido a la mala iluminación, y pude distinguir una pequeña habitación con una litera, un baño, y una ventana con barrotes al fondo.
Los policías me quitaron las esposas, y me explicaron cómo iba a ser todo, pero no les escuché. En mi mente seguían retumbando esas mismas palabras. Las mismas que hicieron que la bomba que llevaba dentro, explotara sin temor a lo que pudiese pasar.
Cuando los policías se fueron, me percaté que mi compañera de habitación había estado ahí todo el tiempo.

-Valeria, ¿cierto? Lo dijo el policía antes. Soy Aroa, te enseñaré como va esto. Llevo aquí 3 años, y créeme que será mejor que aprendas rápido las normas.- Tampoco le prestaba mucha atención, le oía alguna que otra cosa. No me interesaba tener 'amigas' en este sitio. Iba a escapar fuera como fuera. Aún que si lo pensabas bien, necesitaba alguna que otra cómplice.

-¿Qué hiciste?- Pregunté sin pensarlo, demasiado maja para haber hecho algo malo o violento.

-Robo a mano armada con intento de secuestro, ¿y tú?

-Asesiné a alguien.- Retrocedió un paso y me di cuenta por como me miraba, que le dejé de parecer buena persona, aun que por algo estamos aquí.
No dijo nada más y se quedó de pie, mirándome como si intentara averiguar qué pienso.

-Deja de mirarme así. ¿No tenias que explicarme no sé qué normas?-Le dije lo más borde que pude.

-Sí, si perdona.- Y me explicó todas las normas. Tanto las que tenían puestas los policías, como las que pusieron las presas.

Al poco rato nos sentamos en una mesa del comedor, para comer y Aroa se recogió su pelo rubio en una coleta. Me sonrió.
Su sonrisa perfecta despareció al mirar detrás de mi. Me giré para ver que pasaba, y el sonido que produjo mi bandeja al chocar contra el suelo, retumbó en todas las paredes.
Al girarme, vi el cuerpo de una presa cayendo desde la tercera planta. Al impactar contra el suelo, varias personas retrocedieron, y otras se acercaron para comprobar si todavía tenía posibilidades.
Los guardias corrieron hacia donde había caído, y sacaron el cuerpo de allí, Varias personas vinieron a limpiar la sangre, y yo volví a mirar a Aroa, pero cuando me quise dar cuenta, ella era una de las que se habían ido a ver el accidente.
Así que me senté y seguí a lo mío. Supongo que después de cometer un asesinato, ya no tenía ningún tipo de sensibilidad hacia la muerte.
Después de terminar la comida, me levanté y Aroa vino hacia mi.
-Siento muchísimo haberme ido así, es que, la chica que se lanzó era...- y se echó a llorar.

-¿Quién?-Insistí sin importarme que estuviera hecha un mar de lágrimas.

-Mi hermana.

Fugitiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora