El puma, el águila y el Sol

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Mi mamá, mi perrito negro, mis cuys de colores y yo vivíamos en una hermosa tierra del Chinchaysuyo, verde como ninguna, llena de bellas flores que bailaban, coquetas junto al viento, el dulce canto del sol en las mañanas. Las llamas y vicuñas corrían por todo el lugar libres, bajo un cielo tan azul y relajante como la cálida laguna que baña nuestras fértiles tierras y en la noche el color es tan oscuro, misterioso y azul como las hermosas flores kisa que adornaba la entrada del camino a nuestro pueblo.

A pesar de no tener muchas riquezas, levantarse en mi tierra era una gran bendición de Inti y como mi taita decía, llegar de lejos y ver este paisaje escondido entre cerros, era como ver el reflejo del Hanan Pacha adornado con un arcoíris tan bello como los ojos de mi mamay y por eso siempre regresaba a vernos a pesar de todos los problemas o cosas que tenía que hacer.

Mi tata solía venir cada vez que viajaba o regresaba del norte, mi mamay se emocionaba mucho con su llegada, ya que luego de esperarlo muchos atardeceres viendo el camino rojo y amarillo como la melancolía, era emocionante ver, aunque sea, su sombra caminar en dirección a nuestra casita y sobre todo por los hermosos regalos que siempre me traía, pero nos pedía que seamos silenciosas con ellos para no llamar la atención del ayllu.

El siempre llegaba oculto entre telares opacos y ropas rotas, acompañado de cinco o seis hombres también ocultos y caminando a una distancia prudente recogiendo flores por el camino, como vagabundos o viajeros que andaban de paso. La túnica vieja que cubría su rostro y cuerpo, se la sacaba recién dentro de nuestra casita, pero a pesar de todo muchas personas en el Ayllu ya sabían de quien se trataba, mas se mantenían en silencio porque también sentían miedo.

Mi tata era un hombre muy fuerte y el poco tiempo que se quedaba con nosotras, no le importaba ser de la familia del Inca y nos ayudaba a recolectar leña, a cocinar y alimentar a nuestros Cuyes. Le encantaba bañarse en la laguna y jugar conmigo en ella. El me enseñó a nadar, pescar y a tirar una lanza correctamente.

Algunas veces se juntaba también mis amigos del ayllu y nos íbamos de aventuras en los cerros, correteando zorros y pequeñas vizcachas. Algunas veces traía algún pequeño tesoro dorado y lo escondía entre los campos para que luego nosotros concursáramos en encontrarlo y divertirnos haciéndole travesuras a nuestros vecinos escarbando huecos en todos los lugares que podíamos, para luego salir corriendo junto a el.

Mi tata, a pesar de no andar con sus vestiduras incas, era tan bueno con todos, que el ayllu, en general, guardaba su identidad de todo forastero o quipucamayoc enviado del inca para recoger el tributo. Incluso muchos de sus hombres tenían casitas echas alrededor del ayllu para poder asegurar que nadie se enterase de su presencia.

Finalmente, en las cálidas noches, nos sentábamos con mamay a comer y mi tata nos contaba las historias de sus viajes junto al sonido de la leña quemándose y los allqos (perritos sin pelo) aullando de cuando en cuando a la luna.

Bajo la sombría luz del fuego mi tata nos contaba historias sobre algunas leyendas del dios Inti, de unos hermanos llamados Ayar en el inicio de los tiempos, o de personas que se convertían en cerros, ríos o animales; sobre poderosos chamanes que sanaban y maldecían a la gente buena y mala; también lo drástico y duro que podía ser su padre Huayna Cápac y de las ganas que tenia de que mi tata se case con una colla real, de los celos de mi mamá; cosas malas que le hacían algunos de sus codiciosos hermanos en la panaca real y como él los ponía en su lugar inmediatamente; de las conquistas que tenía en el norte y las que se hizo uno de sus bisabuelos, llamado Tupac Yupanqui, cruzando una laguna enorme llamada mar; de los ayllus que andaban renegando del Tahuantinsuyo y las diferentes aventuras que paso con su hermano más querido llamado Tupic Cusi Hualpa (Conocido después como Huascar). Los cuentos siempre terminaban con su cálida voz diciéndome "Paqarinkama sumaq urpilita"(hasta mañana hermosa palomita).

La hija del AuquiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora