Capítulo 3: Muerte y Escape

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Pasaron cinco largos años desde que vivíamos en el Patallaqta (Machu Pichu) y mi madre se hizo muchas amigas y se encontró con otras antiguas ya que me enteré de que mi madre había sido también candidata a ser un Aclla, pero por alguna razón extraña, que nunca cuentan, terminó en nuestro pueblito en Kasha Marka (Cajamarca) al lado de un hermoso lago y rodeado de cerros enormes llenos de animalitos y flores de colores.

Nuestro nuevo hogar tampoco tenía nada que envidiarle a nuestra antigua Wasi en hermosura, debido a que todas las casitas estaban hechas en piedra y en el centro un gran templo que tenía en el centro un Intihuatana (reloj solar) que nos indicaba a donde rezar al Inti. Era como una pequeña isla en el cielo, rodeada de enormes ríos y un enorme cerro verde que, en las húmedas mañanas, escondía en la neblina el hermoso templo al sol y la luna, el cual se encontraban en la cima de todo y al que nunca llegue a subir.


A pesar de estar tan alto y lejos de los ríos, nunca nos faltó agua, la cual corría como riachuelos en los canales de piedra por todas las zonas del lugar y servían tanto para sembrar, como para refrescarnos todos después de jugar y corretear por todo sitio.

Sin embargo, lo único que en todo este tiempo oscurecía el lugar, era Chuquimiz. Siempre actuaba muy prepotente con todos y el hecho de ser el curandero del Inca se le había subido a la cabeza, se creía el dueño de todo el lugar, pero cada vez que aparecía mi tío para vernos era la persona más dulce del mundo. Era un hipócrita y cobarde total, además siempre enviaba y traía chasquis a escondidas.

Mi mamay andaba muy preocupada y nerviosa y, a pesar de todo el tiempo, que había pasado desde el tenebroso viaje que tuvimos con mi abuelo papa y tío, algo había cambiado en ella, ya no era la misma mujer valiente de entonces, sino ahora andaba molestando siempre con que todo podía ser peligroso para mí. Incluso un día me dijo que no debería tener a Puñuy porque cuando muera podría ponerme muy triste.

Todo iba relativamente bien y normal hasta que un día llego el chasqui de mi padre con el clásico símbolo de puma, pero con toda la ropa desgarrada y en muy mal estado, de inmediato lo curamos y le dimos de comer hasta que pudo recuperar el aliento.

"Su padre me envió" dijo agitado y nervioso:" Tienen que salir rápido de

este lugar, me encargó protegerlas y llevarlas a Kasha Marka nuevamente"

Entonces mi madre asustada comenzó a empacar mientras yo insistía:"

¿Qué paso cuéntame? ¿mi papa va a encontrarnos allá?"

Pero mi madre me interrumpió:" Wawa ya hablo el pobre hombre deja de molestarlo con tus preguntas nos vamos"

"Pero mamay acá estamos bien y escondidas"

"Cállate y sigamos las ordenes de tu padre" entonces el hombre respiro

profundamente y siguió hablando:

"Niña tu abuelo, el Inca a muerto"

La hija del AuquiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora