La gata bajo la lluvia •StarAnt•

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La lluvia estaba por llegar.

Abrió su sombrilla al sentir las finas gotas de agua caer por encima de su ropa. Acomodó su ropa tratando de aparentar más seguridad.

Se detuvo enfrente del puente que cruzaba de la calle Osa Mayor a la Osa Menor. Dudó cómo siempre, si pasaría o tomaría el camino más largo.

Habían pasado más de cuatro meses. Sonrió con nostalgia dando así el primer paso a sus recuerdos.

En su mente seguía el recuerdo de una hermosa aventura que para su corazón, deseaba hubiera sido eterna.

Conoció a Peter Quill un día de verano, lo recordaba con tanta claridad que parecía estar sucediendo mientras pasaba con lentitud el puente.

Hombre alto, un poco robusto, de cabellos casi rubios, vello facial y sonrisa atractiva. Carismático por dónde lo vieran.

Ambos se sonrieron al cruzar su camino. Scott se quedó recargando los antebrazos en el barandal del puente. Sintió a alguien quedarse a su lado, sonrió al reconocerlo.

—Un puente conecta dos calles, ¿por qué no a dos hombres cómo nosotros? — bromeó aquel sujeto que le había sonreído. —Peter Quill.

—Scott Lang. —estrecho la mano con la contraria. — No le encuentro fallas a tu lógica.

—¿Te gustaría tomar un café? Prometo que lo disfrutarás.

Lang aceptó. Había caído a los encantos de ese hombre.

•••

El sonido de sus labios jugando sonaban con delicadeza en la habitación. Quill se acostó a su lado cubriendo sus cuerpos desnudos después de haber hecho el amor.

—Estuviste increíble. —halago Peter besando el cuello ajeno. —Me encantas, Scott.

El nombrado sonrió complacido, Peter le satisfacía de todas formas posibles. Amaba cuándo lo tomaba desprevenido, podía sentir todas sus caricias por su cuerpo placenteramente.

—¿En qué piensas?— preguntó al verlo distraído. —¿Me estás siendo infiel con la mente?

—No digas tonterías. —rio Scott ante las palabras del contrario.— En mi mente, alma y corazón solo estás tú, ahora.

Quill lo beso sin brusquedad, sin locura. Se dedicó a transmitir el cariño y ternura que le provocaba su pareja sexual.

Por desgracia no podían dar un paso más y Scott era feliz si solamente estaba al lado de ese hombre.

—¡Ah! ¡Quill!— gimió al sentir cómo el castaño se hundía de nuevo en él. —¡E-Espera!

Sostuvo con fuerzas los brazos de su amante mientras se acostumbraba de nuevo a su tamaño. Cerró los ojos jadeando.

—Scott, te quiero.

Esas palabras eran las que siempre le hacían aferrarse a su amor platónico.

—También te quiero, Quill.

•••

Después de largos meses de una relación sin nombre ni etiquetas su castillo de cristal se había quebrado.

Quill se despidió de él, después de una noche donde compartían su cariño.

Sin querer llorar, soltó un par de lágrimas. Le fue inevitable. Sabía que en algún momento esa unión que tenían se iba a tensar.

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