2. El nuevo vecino es un Cayetano.
***
Nil
El timbre acaba de sonar, pegándome un buen susto y fastidiándome la siesta, y me restriego los ojos con las manos. Tengo a Anastasia dormida en mi pecho y no me apetece levantarme del cómodo sofá para abrir la puerta porque no quiero despertarla.
Como la visita está pulsando el puñetero timbre con insistencia, cojo con cuidado mi móvil de la mesita de centro y les envío un mensaje a mis dos compañeros de piso, preguntándoles si están sordos.
El único que me contesta es Roque, porque Laura estará en su habitación, dentro de su mundo.
Roque: «No estoy allí. Me he ido mientras roncabas»
El timbre vuelve a sonar y yo bufo y me desespero.
Joder, ¿quién tiene el deseo de interrumpir mi hora de siesta?
Intento quitar a Anastasia de encima de mí, con miedo a molestar su sueño, pero ella me gruñe y se marcha al otro sofá para seguir roncando, enfadada, y dejándome como si fuera la peor persona del mundo.
Luego le daré mimitos y su comida favorita para que me perdone.
De nuevo, suena el maldito ding-dong.
—¡Ya voy! —exclamo levantándome del sofá, desperezándome.
Ding-dong, ding-dong, ding-dong.
Pienso arrancar el timbre de la pared y metérselo por el culo a quien sea que se halle detrás de la puerta.
En cuanto abro de sopetón y con toda la mala leche del mundo, me topo con el tipo estirado que me ha vomitado en los pantalones esta mañana, en el bus.
Y lo primero que hago es soltar una sonora carcajada.
—¿Tú? —inquiere Cayetano con la mandíbula a punto de que se le caiga al suelo.
—¿Yo? —le respondo esbozando una amplia sonrisa.
Me hace muchísima gracia este tío. No he parado de encontrármelo por mi facultad durante el año y medio que llevo estudiando; siempre va con un grupito de pijos que caminan como si tuvieran un palo de un metro metido por sus traseros.
Cayetano no para de estudiarme de arriba abajo, frunciendo la nariz como si yo fuera algún ser extraño, y no entiendo por qué, si sólo voy vestido con un bóxer que tiene dibujado el rostro de Frida Kahlo.
—¿Tú eres el que lanza cacas y colillas de cigarro en mi terraza? —me pregunta cuando por fin reacciona, con su acento de niño pijo, que consiste en pronunciar las «eses» de cada palabra.
Eso sí, al decir «cacas» ha puesto expresión de asco, como si de verdad estuviera oliendo una en este mismo instante.
—Sí, ¿por qué? —Me cruzo de brazos, como si nada.
—Pues deja de hacerlo, porque eres un maleducado. A mi prometida y a mí nos da ansiedad descubrir esas cositas en nuestro hogar.
—Yo no tengo la culpa de que se caigan en tu terraza cuando las lanzo a la calle —me defiendo.
Además, pensaba que el piso de abajo estaba vacío.
—Eres un cochino. Eso no se hace —me regaña con complejo de señora mayor, apuntándome con el dedo índice; su otra mano la tiene posada en su cintura—. Como no uses la papelera o el inodoro, voy a llamar a la policía.
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El yin, el yang y el maldito virus que nos unió
Romance⚠️Completa en Amazon⚠️ ⚠️En Wattpad sólo los primeros capítulos⚠️ Pelayo es un señoritingo de lo más estirado, responsable, camina como si tuviera un palo metido en el ano, su vida es monótona y tranquila, y odia el jaleo. Se acaba de mudar con su p...