1. Mi primer viaje en autobús. (Spoiler: sale mal).

10.5K 1.2K 1.8K
                                    

1. Mi primer viaje en autobús. (Spoiler: sale mal).

* * *


Pelayo


—¡Hay una caca en la terraza! –oigo gritar a Jimena.

Salgo de inmediato de nuestra habitación, colocándome sobre la muñeca el reloj supercaro que me regaló mamá en Navidad, y me uno a mi prometida en la terraza.

—¿Cómo que hay una caca? —pregunto, descolocado.

Jimena, tapándose la nariz con dos dedos, señala con su otra mano el suelo, a un metro de distancia de donde nos encontramos. Ladeo la cabeza hacia allí y descubro el pastelito.

—Qué asquito. —Hago una mueca de desagrado—. ¿Ha sido Chanel?

—¿Cómo va a ser Chanel si acabo de abrir la terraza y ella ha dormido toda la noche dentro?

Chanel es su chihuahua, que ahora es de los dos porque lo compartimos todo.

—¿Quizá se ha hecho caca algún pájaro? —Alzo la vista hacia arriba.

—Así no son las cacas de los pájaros, osito. Tiene que haber sido algún mamífero. Escríbele una nota a la sirvienta para que la haga desaparecer —me dice en una orden; su voz suena como si estuviera constipada por taponar su nariz—. Me marcho a la uni. Nos vemos después. —Se despide de mí con un pico, se cuelga su bolso en el brazo y abandona nuestro pisito.

Yo vuelvo a mirar hacia arriba, porque es muy raro que esa asquerosidad haya aparecido en mi terraza así como así. A lo mejor es de un vecino guarro que vive en los pisos de arriba...

Qué repelús. Espero que esto no nos ocurra todos los días, que nos acabamos de mudar. Antes, Jimena y yo compartíamos piso con un par de amigos, pero hace unos meses tomamos la decisión de irnos a vivir los dos solos, justo cuando me pidió que me casara con ella. Y acepté, por supuesto. La fecha de la boda es a finales de agosto y estoy deseando que llegue ese gran día. Jimena es el amor de mi vida; llevamos juntos desde los catorce años y era evidente que pronto tendríamos que dar ese gran paso.

Le envío un mensaje a la sirvienta, que la hemos contratado para que venga todas las mañanas a limpiar nuestro hogar mientras nosotros estamos en la uni. Después, me pongo un jersey sobre los hombros y me cuelgo mi bandolera con todo lo que necesito para estudiar. Por último, me acerco a Chanel, que está sujetando su correa con la boca, al lado de la puerta de la entrada.

—No tengo tiempo para sacarte —le hablo—. Ahora vendrá Chayo y te dará un paseo.

Me marcho del apartamento, dejando a la perrita sollozando dentro, y me dirijo hacia la parada de autobús para subirme al que me lleva a la facultad de Filosofía y Letras, ya que Jimena se ha ido a la suya en nuestro coche (antes era yo el que lo cogía, porque ella no lo necesitaba por vivir cerca de la facultad de Derecho).

Aguardo en la parada un par de minutos y, cuando viene el autobús que se supone que es el mío, le pregunto al chófer si para en la facultad de Filosofía y Letras, a lo que él me responde que sí; entonces le pido un ticket y se lo pago.

—Disculpa, ¿cómo sé cuál es mi asiento? —inquiero mostrándole el papelito, y escucho varias risitas a mi espalda—. Aquí no se muestra ninguna numeración.

—Es que no van numerados —me responde como si nada—. El primero que pilles es tuyo, si no, te toca ir agarrado a la barra.

—Ah, vale, gracias.

El yin, el yang y el maldito virus que nos unióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora