5. Uniendo lazos de amistad.
* * *
Pelayo
Mientras el profesor decide aparecer en el aula, los compañeros con los que me junto todos los días se ponen a hablar de ese virus que sale tanto en las noticias y que mantiene confinada a China; ese país ha creado un hospital en tan sólo diez días, así que la cosa pinta bastante fea por allí. A España no creo que llegue a tanto.
—Pues yo pienso que, para el mes que viene, España estará llena de contagiados y nos confinarán —dice Marina, una de mis compis, que está sentada detrás de mí.
—No me extrañaría... Con el presidente que nos ha tocado y las feminazis que se manifestarán el ocho de marzo, vamos a estar peor que los putos chinos —interviene Fede, un tío más pijo que yo, que me cae peor que mi vecino de arriba y que nunca se despega de su pulserita de la bandera de España.
Todos los presentes le dan la razón, pero yo me quedo callado y no opino nada.
—¡Cayetano!
Me giro hacia esa irritante voz y descubro a Nil corriendo una maratón hacia mi mesa, de lo más agobiado.
¿Cómo diantres ha adivinado en qué clase estoy? ¿Acaso se sabe mis horarios, me persigue o me espía?
—¿Qué quieres ya?
Antes de responderme, se asegura de llenar de aire sus pulmones.
—Necesito que me des folios y un boli —me pide con la voz entrecortada, y se quita la mochila para colocarla sobre mi mesa y abrirla para enseñarme lo que hay en su interior—. Es que me he dejado las cosas de la uni en mi casa. Este fin de semana he ido al pueblo con Anastasia para visitar a mis madres y se me ha olvidado sacar los juguetes de mi hija de mi macuto.
Echo un vistazo a lo que hay dentro para saber si me dice la verdad y no me está gastando una broma pesada: pelotitas, ratones, peces, plumas de colorines y unas mantitas.
Vaya desastre de chico.
—Un momento, Nil —le digo, y abro el bolsillo grande de mi bandolera. Saco mi carpeta y le entrego un puñado de folios—. Toma.
Mi estuche, como lo tengo sobre la mesa, es secuestrado por las manazas de este tipo, que comienza a rebuscar entre todos los bolis y rotuladores.
—¿En tu clase eres el chico de los rotuladores? —se mofa de mí—. Yo sólo me traigo un boli o un lápiz mordisqueado que acabo perdiendo.
—Más te vale no perderme el que cojas. —Me percato de que se hace con un bolígrafo azul, decorado con un pompón rosa—. ¡Ese no!
—¿Por qué?
—Porque es el único que me da suerte.
Nil esboza una sonrisa aterradora y enseguida me arrepiento de haberle confesado uno de mis secretos, porque sé que va a hacer lo que le plazca. Después apoya los codos en la mesa y su rostro se queda a escasos centímetros del mío; trago saliva, con el corazón latiendo con fuerza dentro de mi pecho y pensando que con esos ojos azules tan intensos puede conseguir lo que quiera, cuando quiera y como quiera, sobre todo de peleles tan cobardes como yo. Jimena me echó la bronca cuando descubrió mi selfie con Nil en mis perfiles de Facebook e Instagram, y le confesé que me había ofrecido para llevarlo al veterinario; casi me gano la cancelación de la boda, pero al final nos reconciliamos.
—Si lo uso yo, te dará más suerte, ¿no crees? —me dice poniendo morritos y aleteando sus largas pestañas—. ¿Me lo prestas, por favor? Te prometo que te lo devolveré después de las clases.
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El yin, el yang y el maldito virus que nos unió
Romance⚠️Completa en Amazon⚠️ ⚠️En Wattpad sólo los primeros capítulos⚠️ Pelayo es un señoritingo de lo más estirado, responsable, camina como si tuviera un palo metido en el ano, su vida es monótona y tranquila, y odia el jaleo. Se acaba de mudar con su p...