Elise La Monique había nacido como la gemela menor de Aristia La Monique, futura Emperatriz del Imperio Castina. Así mientras su hermana se preparaba para ser la Emperatriz, ella se preparó para ser la Maquesa Monique.
Toda su vida da un giro inesp...
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Elise...
¿Alguien me está llamando?
Elise...
¿Quién me llamaba? ¿Quién es? Aun no quiero despertar. Quiero dormir un poco más, solo un poco más. Tengo sueño, estoy cansada. Realmente, estoy muy cansada. El frío es adormecedor, me gusta, solo un poco más...
Elise La Monique, abre tus ojos.
Obedeciendo. Parpadee varias veces al abrir mis ojos con cuidado, la oscuridad predominaba en todo el entorno, ni quiera era capaz de ver mis propias manos. ¿Dónde estaba? ¿Cómo llegué aquí? ¿Por qué no hay ninguna luz? ¿Qué... por qué no recuerdo como llegué aquí?
Repentinamente un agudo dolor se instaló en mi pecho, solté un gemido de dolor llevando mi mano a aquella zona, más específico, donde se encontraba mi corazón. ¿Qué era este insoportable dolor? Dirigí mi mano a mis labios, en un intento de no sollozar.
Era insoportable.
Haz que paré. ¡Por favor! Duele... Duele mucho ¡Haz que pare!
Mi hermosa niña.
Alce la mirada llena de lágrimas, mi corazón se sentía pesado con este dolor. Una sensación cálida cubrió mis mejillas húmedas, tal como sería una suave caricia. Pequeñas luces aparecieron alrededor, eran preciosas. Como luciérnagas, no, tal vez más como la nieve. Blanca y brillante, caían con gracia excepcional.
La cálida sensación comenzó a extenderé por todo mi cuerpo. Aquel gélido frío cambio por un calor vigorizante. ¿A quién le pertenecía esa voz? Era tan dulce y suave, aquel punzante dolor se desvaneció como si nunca hubiese existido, todo por aquella voz.
—¿Quién eres?—susurré al aire. Gire sobre mis talones buscando algún indició de estar acompañada, unos segundos de silenció me hicieron dudar de lo que estaba pasando en realidad.
Empezaba a sentir la nieve bajo mis pies, además que el lugar poco a poco comenzaba a semejarse a un bosque nevado.
Mi preciosa hija, Soy quién da vida, a quién llamas Vita. Y yo te compadezco.
—¿Compadecerme? ¿Por qué? —¿Era acaso un sueño?
No.
Por un momento que quede sin aliento, mis pensamientos, mis memorias se arremolinaron en mi mente como un torbellino. Las imágenes pasaron por mi mente con rapidez, sostuve mi cabeza con mis manos, abrí mi boca impresionada.
Eso... Tenia que ser mentira, esto no puede ser verdad... estos... ¿Estos son mis recuerdos?
—¿Morí? Yo morí, como mi padre, mi hermana.... Mi bebé...—Ahora entendía todo. Mis lagrimas volvieron aparecer, mi familia, mi amada familia. Fui tan tonta ¿Por qué nunca hice caso a lo que decían mis instintos? Tal vez, solo, tal vez de ese modo por lo menos mi bebé estuviese vivo.
