Capítulo 1. Parte II

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Nunca lo espere.

Pensaba que conocía a Ruvellis, a pesar de todas las discusiones y malos entendidos entre nosotros. Siempre pensé que llegaría a ser un grandioso Emperador, que su corazón bondadoso y bueno lo guaría por el buen camino como el Emperador Mirka siempre deseo. Aunque mantuviese ese incontrolable odio a mi hermana, pensé que no permitiría que algo malo le pasase. Aun más cuando cargaba a su hijo, a su primogénito.

Que ilusa fui.

Apreté los labios mientras me dirigía a un paso rápido a la habitación de Aristía.

Había tardado mucho en convencer a Carsein de traerme al castillo, estar en un carruaje, caminar esos largos tramos, era algo que no debía hacer. Pero tanto yo como el bebé en mi vientre sentíamos ese horrible sentimiento, esta inquietud no se quitaría hasta verla, necesitaba ver a mi hermana. Necesitaba de ella, lo sentía. Apenas habían pasado tres semanas desde la noticia del embarazo de la Reina.

Solo tres semanas.

Por medio de los rumores que comenzaban a circular, se enteró de todo lo que paso en el pastillo. El Emperador empujo a la Reina para ir detrás de la Emperatriz, ocasionado así su aborto espontaneo por el fuerte golpe.

Ahora su hermana era incapaz de concebir un hijo. Ruvellis asesino a su propio hijo.

No podía perdonarlo.

Toque la puerta. El silencio al otro lado comenzaba inquietarme, ni quiera una sirvienta estaba a su lado. Sin importar la educación de la que tanto nos jactábamos las hermanas Monique, entre sin su permiso. Se notaba a simple vista el ambiente sombrío que tenía la habitación, me acerque a un paso lento a la cama. Aristia tenía la mirada pegada al techo, sin decir absolutamente nada.

Me senté en la cama y acaricié su cabello, podía ver claramente su dolor, su soledad.

—Su alteza...Tia.

No respondió.

Solo se mantuvo quieta dejando que la acariciara. Un par de lágrimas rebeldes escaparon de sus opacos ojos dorados.

—Todo estará bien hermana—bese su frente aun con impotencia. No podía hacer nada por su hermana, había permitido que llegará tan lejos. Cerré los ojos evitando mis propias lágrimas, aunque era imposible.

Después de unos minutos salí de la habitación en silencio, me apoyé en la puerta.

—Lo siento tanto Tia. Tu no mereces esto.

Comencé a caminar lento, seguramente Carsein ya estaba esperándome estresado para volver a casa. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Dos hora?

—Lady Elise.

Paré en seco al escuchar esa voz. Respirando profundo giré dando media vuelta.

—Saludos, único sol del Imperio—incline un poco la cabeza en señal de respeto—. Perdone mi descortesía, pero no puedo inclinarme ante usted como se debe.

—Esta bien, Lady Elise—lo vi titubear un segundo—. ¿Cómo se encuentra?

—Bien, su majestad—su mirada inquisidora, me dio a entender que quería más información—. El médico ha mencionado debo continuar cuidándome hasta el finalizar mi embarazó.

—¿Entonces usted...?

—Vine a visitar a su alteza, la Reina, su majestad—aclaré su duda. Vi como su rostro se contrajo, no logre entender de todo ¿era culpa o molestia? No lo sé, también estaba ese hecho que ella había negado asistir a cualquier invitación por parte de la Emperatriz—. Si me permite, mi esposo me debe estar esperando para llevarme a casa.

Lady Elise | Emperatriz Abandonada |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora