Había comenzado a llover.
La lluvia torrencial nos calaba hasta los huesos.
Escuchaba el ruido de nuestros pasos sobre los charcos que empezaban a acumularse en el camino y sentía los dedos finos de Itachi sujetándose de mi brazo con suavidad mientras yo lo guiaba hacia el pueblo que no estaba mucho más lejos.
Era un pueblo bonito y tenía que admitirlo, la tentación de pasear como personas normales y detenernos en una cafetería a compartir un café y un trozo de tarta era enorme; realmente habían días en los que deseaba ser una persona normal.
Le eché un vistazo a Itachi, nuestros brazos seguían enredados y sus manos sostenían firmemente la tela de mi capa negra, sus ojos entreabiertos parecían observar el camino, pero noté de inmediato que su mente no estaba aquí, estaba perdido en sus pensamientos y decidí no interrumpir su trance.
Lo guie hasta el primer hostal que divisé, le eché una mirada a la tarifa que se exhibía en la tosca puerta de madera y luego renté una habitación con dos camas, lo mismo que pedíamos siempre desde que empezamos a viajar juntos, varios años atrás.
Subí las escaleras tirando suavemente del azabache y finalmente abrí la puerta de nuestra habitación con la llave que me habían entregado en recepción, era un cuarto pintoresco y acogedor, me sorprendió ver una estufa a combustión lenta en una de las esquinas y también unos cuantos trozos de leña picada.
—¿Quieres que encienda el fuego? —le pregunté a Itachi que en cuanto escuchó mi voz pareció despertar.
—Estaría bien —susurró soltándose de mi agarre y sentándose a los pies de una de las camas.
Asentí con la cabeza, sin dejar de deleitarme con el ruido de la lluvia, amaba esa sensación hogareña que me inspiraba el golpeteo de las gotas de agua en el techo, me gustaba ver como el líquido se deslizaba por los vidrios y por sobre todo, me cautivaba admirar como las luces frías teñían el rostro de Itachi.
Mi amor inalcanzable.
Solté un suspiro desanimado y me arrodillé junto a la estufa, sintiendo la mirada de Itachi clavada en mi espalda. Cogí un trozo de cartón que había detrás de la leña y empecé a rasgarlo poco a poco para meterlo dentro del fogón, luego apilé unas cuantas astillas de madera delgada sobre el cartón, el que finalmente encendí con una cerilla.
Nos quedamos ahí, observando como el fuego empezaba a arder a través del vidrio de la estufa, Itachi se levantó de la cama, elegante y silencioso como siempre y se dejó caer a mi lado, acercó las manos al cristal, como si buscase un poco de calor y yo sonreí un poco.
—Aún no ha calentado el metal, Ita —le dije en voz baja y él asintió suavemente.
—Así veo.
Volvió a enmudecer y a mi no me quedó otra opción más que hacer lo mismo, le miré de reojo disimuladamente, a pesar de que estaba igual de callado y serio que siempre, lo sentía raro, algo había cambiado desde que volvimos de Konoha y tenía ganas de saberlo.
—¿Quieres un té? —pregunté recordando su intento fallido de calentarse las manos en el fuego.
Me miró y soltó un suspiro casi imperceptible antes de asentir.
—Por favor.
Me puse de pie, dejando a Itachi sentado en el suelo junto a la estufa, me dirigí a la pequeña cocina que había en la otra esquina de la habitación y puse a calentar el agua en la cocinilla a gas que teníamos a disposición.
Sabía que su favorito era el té verde sin azúcar, así que se lo preparé tal como le gustaba y se lo llevé en silencio, Itachi aceptó con una sonrisa desaliñada y se lo llevó a los labios con desgano.
ESTÁS LEYENDO
Amaterasu | KisaIta
Fiksi PenggemarLuego del desastre, Itachi deserta y se une a Akatsuki, su existencia se reducirá a intentar mantenerse con vida para completar la misión que se ha impuesto. Ya ha perdido a Sasuke, a Shisui y a toda su familia. ¿Cómo fue su vida luego de la masacre...