1. El dios.

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-¿Quién es él?- su voz resonó en la inmensidad del templo.

El sacerdote supremo de la orden podía escucharle desde la entrada, aun sin verle con claridad.

- Jung Wooyoung, mi señor.

- Oh, ahora entiendo... Quiero verle. Mañana, aquí.

El sacerdote inclinó su cabeza haciendo una pequeña reverencia. Estaba solo allí, con su dios.

- Que así sea, mi señor.

Muchos predicaban la Historia de Gardenial, un lugar vasto al borde de una colina en la falda de una montaña al oeste de Pangea.

Desde el principio de los tiempos, antes incluso que los dioses decidieran pasear por la Tierra, esta era un completo caos. Volcanes, animales primigenios, criaturas mágicas, catástrofes naturales, movimientos de tierra... Sin embargo, desde que el primer dios se asentó en un lugar, allí reinó la calma.

Los humanos que encontraban estos parajes, adoraban al dios que allí se hubiera ubicado. Le agradecían a él o ella por su bendición. Por la bendición de la protección divina.

Por eso no era de extrañar que el poblado de Gardenial tuviera en tanta estima a su dios, San.

En las cuatro generaciones presentes, ni si quiera la mujer más anciana le había visto. Sin embargo, las escrituras contaban que era un ser hermoso. Que su hermosura era tal, que cuando las personas le encontraron por primera vez, les entregaron sus almas sin que él pronunciara una palabra.

A cambio, San les otorgó un paraíso: ríos, bosques, ganado comestible... Además de lo más importante: protección.

No todo había sido fácil para Gardenial. Muchas veces, se colaba algún ser, o algún terremoto que escapaba al control de San y destruía lo poco que lograban construir.

Aunque San fuera un dios, su poder estaba limitado por la devoción que le profesaran. Por ello, al principio le fue complicado mantener Gardenial en paz. A pesar de todo, pudieron establecerse y perdurar por, al menos, ciento cuarenta años hasta entonces.

La sociedad había seguido avanzando progresivamente. San les había dotado de minas con minerales y metales para crear hogares duraderos. Además, un par de decenas de años atrás, les había dotado de la sabiduría de fabricar armas blancas principalmente para protegerse de las cosas que Él no podía controlar.

Como en todas las sociedades, en Gardenial se desarrollaron varios tipos de grupos diferenciados por sus funciones para sí: obreros, religiosos y paladines.

Dentro de los obreros se encontraban todo tipo de grupos que generaban bienes, entre ellos alimentos, herramientas, materias primas, construcciones, etc. La base de toda sociedad.

En los religiosos se hallaba esa parte de la población que dedicaba su vida por y para San. Intentaban orarle, preparar sus ofrendas, y encargarse de llevar ante su dios a aquellos malhechores que intentaran derrumbar la paz en Gardenial. San representaba la máxima autoridad, y cada vez que sucedía algún altercado, Él mismo se encargaba de dar las órdenes pertinentes.

Para finalizar estaban los paladines. A pesar de ser un grupo de guerra, se regían por las ordenanzas del sacerdote supremo. Su fe era puesta a prueba al jurar sus almas a San, y su vida a proteger Gardenial. 

Wooyoung nació una hermosa y fría madrugada de manera inesperada. Todo el poblado estaba centrado en la preparación de las casas para las fuertes nevadas que se esperaban en la época que se avecinaba. El grito de su madre despertó a todo el que estuviera a menos de veinte metros de distancia, pero había alguien vigilando, omnipresente, desde su templo.

La matrona apareció a trompicones, tocando la puerta de la cabaña desesperadamente. El padre de la criatura la dejó pasar con cara de haber visto un fantasma. 

Justo cuando parecía asomar la cabeza, la matrona observó que el pequeño no respiraba. 

- ¡Empuja más fuerte Pherel! Tenemos que sacarle de ahí. 

Con un alarido, la madre de Wooyoung empujó y empujó, hasta que no pudo más y se desmayó. Woomin, el progenitor, se había quedado estático sujetando la mano inerte de Pherel. Mientras tanto, la matrona intentaba reanimar al cuerpo azulado del bebé.

- Por favor, San, ¡salve a este niño! ¡Se lo suplico!- pidió la matrona.

Un rayo de sol se coló por las rendijas de las ventanas. Un siniestro silencio había ocupado la estancia, pero entonces, un llanto ensordecedor rompió la quietud. 

- ¡Dios mío, gracias!- la madre de Wooyoung había despertado al oír a su hijo llorar. 

La matrona reunió al vástago con sus padres y, luego de unas sencillas instrucciones, se fue. 

El pequeño Wooyoung sonreía en los brazos de su madre, arropado además por su padre. Vivo gracias a la bendición de su Dios, el joven creció sano y fuerte, y juró su vida para proteger Gardenial desde que tuvo edad suficiente. 

Había nacido para Él. 


GARDENIAL ~ WoosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora