4. Una cita equivocada

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—Eh, perdona si te he asustado—dijo Cristian inmediatamente—te he visto entrar y sinceramente no me he permitido quedarme de brazos cruzados, la escuela no está llena de chicas como tú—. Sonrió mientras se tocaba el cabello de una forma sutilmente coqueta.

—Descuida, creo que te vi rasgando una guitarra imaginaria al entrar a la escuela—dijo Sofi en tono burlón.

Cristian se comenzó a reír con ella, a Sofía le parecía muy atractivo. En la mañana no se había percatado lo suficiente de qué tan alto era ni de sus demás rasgos fascinantes, solo había visto rápidamente, más no se detuvo a observar, tenía unos rasgos tan definidos que la llamaban.

Hacía un par de horas había caído dos segundos en aquellos ojos y posteriormente había girado para entrar a clase. Aunque la mitad de ella ni siquiera hubiese querido quitarle la vista de encima. Se dijo para sus adentros que, le parecía una falta de respeto a sus propias observaciones que él hubiese pasado desapercibido todas aquellas semanas atrás.

—Veo que tienes sentido del humor, eh. Pero qué mal educado soy, me presento. Mi nombre es Cristian Cortois y soy de octavo semestre de Psicología.

—¡Vaya! Apuesto a que puedes ser mi tutor y enseñarme mucho, me encanta estar aquí, ¿sabes? —Sonrió--. Mucho gusto, Cristian, soy Sofía Collins.

—Es un placer verte, y me encantaría enseñarte lo que sé durante todos los días si fuese posible—. Sonrió de la forma más seductora posible.

Sofía se estaba muriendo de los nervios, ni siquiera sabía qué le estaba pasando, pero sentía que las manos le sudaban y el corazón se le salía de la emoción.

—Tendremos que ponernos de acuerdo, siempre había querido conocer a alguien que pudiese iluminarme más acerca de lo que me gusta, qué mejor que alguien de un nivel más avanzado. Como tú— dijo Sofi con una sonrisa cálida y que denotaba nerviosismo.

—¿A dónde vas? ¿quieres ir por un café o algo? Ahí platicamos y nos conocemos un poco, ¿aceptas? — Dijo él con una sonrisita

Sofía no sabía qué hacer exactamente, quería decirle que sí por su atractivo cabello, y esa hermosa sonrisa que irradiaba con una dentadura perfecta y blanca, pero también tenía miedo de conocer a alguien, creía que no estaba lista y no quería arruinar sus avances sobre psicoanálisis. Siempre había tenido un conflicto respecto a lo que era el amor, nunca lo había sentido por ningún chico. Usualmente los que se acercaban a ella, le daban miedo, acompañado de los sentimientos que pudiese sentir hacia ellos. Había pensado cientos de veces en qué era lo que le pasaba, siempre que conocía a alguien, simplemente se aburría o huía antes de cualquier palabra. Construía muros inmensos y nadie era capaz de pasar.

"Podría huir justo ahora". Dijo para sus adentros.

A veces eran días y en otras ocasiones solo un par de meses, pero nunca se quedaba más tiempo con ningún chico, no quería conocerlos más. Pensaba que no había ser humano hecho para ella, no por narcisismo, era un amor propio muy fuerte, creía que el amor de su vida era ella misma. Y que si algún día encontraba a alguien de lo que Freud o Lacan tsnto hablaban, sería realmente interesante.

Sus padres habían tenido culpa respecto a la imagen que tenía de sí misma. De no dar cabida a nadie más en el mundo. Es que, no había nadie que llenara lo que ella quería, peor aún, sentía que si algún día lo encontraba, entonces no sería para siempre. En repetidas ocasiones se aferraba a la idea de que el amor es la dependencia de uno y otro, incluso se decía a sí misma que el amor podía ser eso que decía el famoso psicoanalista Lacan, "el amor es algo que uno no tiene y se lo quiere dar a otro". Se lo pensaba muchas veces, recordándose a cada instante que, si algún día se enamoraba, entonces se pondría a prueba a ella misma y ahí sabría entonces qué le deparaba la vida. Pero Cristian había llegado a ponerla en duda, así que, mientras se incorporaba decidió fluir, por una vez en la vida creyó que fluir estaba bien. Algo que una futura psicoanalista, no sabría si haría. Sonrió y esa fue la sonrisa que Cristian captó de inmediato para sentir que su presa era más fácil de lo que pensaba.

—Claro, vamos por un café, solo un rato, después tengo que ir a casa. Necesito estudiar—le dijo en tono amable y un tanto nerviosa.

Cristian sonrió

—Qué alumna tan estudiosa—dijo.

—Ven, sube—dijo Sofía mientras sonreía plenamente y abría la puerta del Cadillac.

—Qué suerte tienes de que hoy no traiga mi auto. De haber sido así, la carrera se tornaría interesante—. Dijo Cristian casi retando, pero caminando hacia el Cadillac.

—la próxima vez quizá tú me sigas desde el auto de atrás, me gusta ser la que dirige—. Espetó Sofía con sarcasmo.

Él solo se limitó a sonreír y entonces creyó que eso era todo lo contrario a su plan. Ella era como un animal del bosque, él la analizaba, la calculaba incluso sin que ella se diera cuenta. Ya estaba dentro, una vez que había aceptado esto, no tendría fin. El punto final lo ponía él y realmente no pretendía hacerlo, pensó para sus adentros. Entró al auto, y ella arrancó el motor. Salieron de la Universidad, mientras un par de ojos se posaban en ellos. Quizá los rumores serían "La chica nueva hablando con el jovencito más guapo de la Facultad", pensó Sofía.

Cristian tenía una nube negra por encima, la mitad de la escuela lo creía guapo y popular, pero la otra mitad decía conocer lo que hacía cuando la luz del sol desaparecía y entonces la noche se apoderaba de todos los rincones donde hubiese cabida de luz resplandeciente. Entre las sombras y la oscuridad consumida por él mismo, parecía irreal. Aunque nadie supiera más que rumores, ahí estaban, lo acechaban, pero nadie tenía certeza ni pruebas de nada, aun en aquella ocasión cuando mató a un par de alumnos de su facultad, únicamente por sembrar dudas en las chicas que se le acercaban. Lo había hecho en dos ocasiones y por alguna razón le había resultado fácil, a pesar de no ser un experto.

No confíesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora