9. Malas decisiones

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Cristian la buscaba en los pasillos de la escuela, pero de alguna forma Sofía lo estaba evadiendo. Llevaba toda la semana escondiéndose de él, de su mirada y de sus mensajes. Sabía muy bien por qué lo hacía, no se quería deleitar con problemas emocionales ajenos y mucho menos ser parte de uno.

Llegaba a la facultad y corría a su clase sin girarse a ninguna parte. Cuando salía hacía exactamente lo mismo. Si el chico le hablaba o la buscaba con la mirada, Sofía se escondía en la librería o la cafetería. Se hacía la loca hablando con otras personas o simplemente se ponía los auriculares y se echaba a correr al auto.

Los primeros días se sentía estúpida, porque una parte de ella resentía aquella actitud. No sabía si hacía lo correcto, pero su lado analítico la obligaba constantemente a pasar los días de forma centrada, procurando apartar sus sentimientos y pensar con la cabeza, pero simplemente se le estaba dificultando más de lo normal. Jamás se había sentido así. Todo era tan contradictorio.

Se debatía en el transcurso del día, no lograba prestar atención a sus clases y por las noches no lograba conciliar el sueño, su corazón quería hablarle a Cristian y disculparse por su repentino alejamiento, y otra parte de ella le decía que se quedase quieta, que no pensara más, que no se permitiera sentir. Y eso la hacía sentir mal.

No respondía mensajes ni llamadas, toda la semana había estado leyendo, inmersa en su cúpula de libros, tratando de evadir su realidad. Mantenía un equilibrio o al menos eso era lo que intentaba. No quería conocer a Cristian, porque le daba miedo el sólo hecho de pensarlo. Realmente era un miedo a ambas cosas, a enamorarse de él y a saber que podía era un enfermo. Y, no estaba dispuesta a crear ideales y mucho menos a salir con un psicópata narcisista encubierto que afectara sobre manera su disonancia cognitiva. No estaba dispuesta a jugar de esa manera, no ella, que toda su vida se había regido por la salud mental y el amor propio.

Lo que quería en la vida era ser la mejor psicoanalista del país, ayudar a las personas, pero también ayudarse a sí misma y con ello estudiarse durante muchos años, para conocerse lo suficiente.

Era un trabajo de toda la vida, y no podía fallar, no podía echarlo, a la basura, mucho menos ahora que estaba comenzando a estudiar la carrera que tanto anheló. Quería recomponerse, mostrarse dura y firme, pero ahora solo quería un abrazo cálido de sus padres. Y pensó que este fin de semana iría a visitarlos, faltaba poco.

"Sólo un día más", se dijo a sí misma.

Sentado en las bancas que se encontraban fuera de la biblioteca, estaba Cristian. Observaba a Sofía a lo lejos, mientras ella se ponía los auriculares y corría hacia el auto, como un animal indefenso siendo acechado cuando un león está a punto de atacar.

—Yo soy el león—Dijo, mientras una inmensa sonrisa se le dibujaba en los labios—Y los leones nunca nos quedamos sin cazar. Tarde o temprano lo hacemos.

Cristian se sentía dueño de Sofía porque él era quien la había visto primero cuando llegó a la facultad, ella había salido con él y se había sentido atraída, él lo sabía. Pero se dijo que iba a conquistarla, no dejaría que nada ni nadie se interpusiera en su camino. Ella tenía que llegar a él en el momento adecuado.

Vio a Sofía encender el motor del Cadillac hasta desaparecer. Le divertía tanto verla correr de un lado a otro, podía sentir su miedo, su inseguridad y aquella incertidumbre que le carcomía noche tras noche.

Le había mandado mensajes intentando que ella reaccionara y se vieran de nuevo, pero ella simplemente no respondía. Esto hacía que Cristian se obsesionara más, era un deseo reprimido y una locura, pero a él la satisfacía la caza. Sabía que de un modo u otro tendría a Sofía con él. Ella no sabía lo que estaba haciendo, pero él sí. Entonces se incorporó y salió de la escuela, se dirigía a casa, inmerso en sus pensamientos.

No confíesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora