Día #4 "Tararear"

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Día #4 || Palabra #29 "Tararear"

Advertencias: Mencion de asesinatos/violencia. Alastor siendo Alastor.

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Para Alastor, el tener pesadillas no era algo precisamente nuevo.

De pequeño solían atormentarle casi a diario, sin importar demasiado las cosas que sucedían por los días. Algunas veces podía tener un día excelente, pero por las noches personajes sin rostro y voces fantasmales le privaban del sueño; otras tantas, su rutina se veía manchada por problemas a montón, y a la hora de dormir las pesadillas solo empeoraban.

Al ir creciendo, si bien las pesadillas no disminuyeron, Alastor aprendió a controlar su reacción. Ya no se despertaba empapado en sudor, ni jadeando, la única señal de que había despertado por un mal sueño era su corazón acelerado. Al llegar a la adultez, lo tomó simplemente como otro inconveniente más que hacía de su día una variante menos productiva al faltarle una buena noche de descanso.

Curiosamente, sus pesadillas nunca se veían protagonizadas por las personas a las que había asesinado. Ni su padre, su jefe, o esos tantos extraños que habían tenido el infortunio de morir a sus manos. De hecho, nunca había logrado identificar a alguien en conciso, siempre eran criaturas sin rostro, sombras y voces de ultratumba que jamás había escuchado con anterioridad.

Cuando murió y llegó al infierno, las pesadillas no se detuvieron. Y tras varias experiencias, descubrió que el no controlarlas era aún más peligroso ahora, pues esta vez no solo era motivo de vergüenza y orgullo, sino que sus poderes habían entrado en juego. La primera vez que falló en calmarse, su torre sufrió graves daños; la segunda no solo sus alrededores resultaron afectados, también varios demonios que habían estado cerca, incluyéndose a sí mismo.

Le tomó décadas aprender a controlarse, y cuando lo logró, decidió que era necesario ocultar el hecho, pues cualquier otro Overlord podría verlo como una debilidad importante esperando a ser explotada.

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Las cosas en el hotel marchan mucho mejor de lo que Alastor podría haber esperado. No sabe si es su presencia, o el ridículo optimismo de Charlie, pero algo atrae a los residentes como moscas a la miel. Los meses van y vienen, no hay ninguna redención aún, pero la princesa no deja que eso la desanime. Todo en el lugar está tranquilo, demasiado, de hecho.

Como dicen, la calma antes de la tormenta...

Se despierta cubierto en sudor frío, jadeando y con el corazón en la garganta. Por un segundo se siente desorientado, pues no reconoce el lugar donde se encuentra; el pánico que le recorre el cuerpo no le deja ver más allá de lo que tiene de frente, y eso hace que tarde en reaccionar a lo que pasa a su alrededor.

Cuando su cerebro recuerda su ubicación –el Hotel, su habitación-, se da cuenta de que su estática está vuelta loca, se escucha tan alto que hasta él tiene la urgencia de taparse los oídos. Aunque no puede mirarse, sabe que sus pupilas ya no se ven normales, y que sus cuernos han crecido a puntos preocupantes; además, siente como sus colmillos se ensanchan, listos para destazar. Además está temblando de manera horrible.

Tras unos segundos nota que la pesadilla no fue la que lo despertó, más bien fue el constante golpeteo contra su puerta.

De su garganta no sale más que un rugido gutural como advertencia a quien sea que esté fuera.

No sabe porque no puede calmarse. Ya ha pasado por esto antes, pero su cuerpo no le obedece, sigue tenso y a la espera de atacar al que se atreva a acercarse.

— ¡ALASTOR! ¡Te juro que si no abres esa puerta voy a tirarla!

Muy en el fondo de su mente, él sabe que reconoce esa voz, sabe que la guarda como algo importante, pero por ahora sus instintos le están ganando a la razón. Gruñe de nuevo, y aunque el intruso no puede verlo, muestra los dientes y adopta pose defensiva, la estática a su alrededor volviéndose el doble de intensa.

Contrario a lo dicho, la puerta no cae, simplemente se abre con un crujido.

—Voy a entrar ¿bien? No me mates, Al. — dice la voz, tratando de sonar tranquila a pesar de que tiene casi que gritar para poder ser escuchada por encima del ruido.

Alastor está a punto de abalanzarse a la puerta, cuando por ella entre una figura alta y delgada, que huele a fresas y a hogar. La bestia en su interior ronronea, complacido y ligeramente apaciguado; la lucha le abandona casi de inmediato, y siente sus orejas caer hacia atrás.

Con extremo cuidado, su visitante se acerca hasta él.

—Ey, uh, Al... ¿Estás bien? — pregunta, y uno de sus cuatro brazos se extiende hacia él, quedándose a centímetros de tocarlo, obviamente pidiendo permiso.

Alastor deja que su cabeza caiga hacia adelante, recargándose en la mano ofrecida. Angel Dust suelta el aire que había estado conteniendo y se deja caer en la cama, sentándose justo al lado de Alastor.

—Al, necesito que te tranquilices ¿sí? No podemos dejar que el hotel se derrumbe bajo el peso de tus poderes ¿verdad? — dice nervioso, pero sin dejar de acariciarle el cabello.

Es ahí cuando Alastor se da cuenta de que no es él el que está temblando, es todo el edificio. Se siente avergonzado y sorprendido por el poco agarre que tiene sobre sus poderes; ya no es un demonio recién llegado, debería ser capaz de controlarse.

Aprieta los dientes y cierra los ojos con fuerza, tratando de disminuir la estática y regresar toda la energía a su cuerpo.

No... puedo... — gruñe entre dientes, tratando de concentrarse para encontrar las palabras, que salen distorsionadas y poco entendibles — no sé... cómo.

Angel suspira.

—Ven aquí. — le susurra en voz suave, acostándose en la cama y abriendo los brazos a modo de invitación.

Reticente, Alastor hace lo que le indican.

¿Qué-? — quiere preguntar, pero su mente aún no está en condiciones de formar frases articuladas.

Angel acomoda sus cuerpos de manera que Alastor termina con la cabeza recostada en el suave pelaje de su pecho, casi que acostado completamente sobre el cuerpo de la araña.

—Mi madre solía hacer esto cuando Molls y yo no podíamos dormir.

Antes de siquiera pensar en preguntar nuevamente, Angel Dust empieza a tararear una melodía suave y desconocida. No es como las canciones de cuna que su madre le cantaba, y definitivamente no es música nueva, pero extrañamente cumple su función. Alastor siente como su cuerpo se relaja, el pánico y terror abandonando poco a poco su sistema, siendo reemplazados por una calidez que no ha sentido en décadas.

La voz de Angel empieza a arrullarlo casi de inmediato, y Alastor siente como vuelve en sí. La estática se reduce y el hotel deja de sacudirse.

Angel... — susurra, adormilado.

—Está bien, bebé. Duerme, necesitas descansar. — sonríe un poco. — Me quedaré contigo toda la noche de ser necesario ¿sí?

No dejes... de- — no puede terminar la frase, pero parece que el otro lo entiende, pues reanuda su tararear.

Esa noche, Alastor tiene un sueño plácido y tranquilo por primera vez en su existencia.

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Notas finales: Gracias por las 60 lecturas, hermosos! Me alegra ver que están leyendo mis delirios uvu

Easy to Love You || Fictober 2020 - RadioDustDonde viven las historias. Descúbrelo ahora