Especial I

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Carl se levantó de su asiento para salir precipitado del aula en cuanto la docente terminó de explicar. Se encontraba más nervioso que de costumbre, su vientre revoloteaba en nerviosismo y sus manos la sudaban más que de costumbre.

Moisés le había dado un ultimátum la semana pasada sobre su mirada hacia el decano, también había estado tan cercano a él que le ponía demasiado nervioso estar cerca e incluso aunque estuvieran en el mismo grupo, Carl podía sentir la mirada de Moisés sobre él y escuchar sus múltiples indirectas hacia él.

Sinceramente no se había imaginado a si mismo disfrutando de cada indirecta sucia de Moisés, porque así era él, un sucio y a Carl le gustaba aquello.

Pero le daba miedo admitirlo, prefería mil veces huir y pretender que no captaba las indirectas haciendo caso omiso a los regalos de Roxana o las advertencias de Leonor sobre cómo Moisés lo miraba.

Ahora sólo quería permanecer solo, ni siquiera quería estar con su grupo, era demasiado para él, de hecho era demasiado para todos, podía sentir la incomodidad de sus amigos cuando Moisés se ponía intenso con él.

Después de todo Carl ya había aceptado que Moisés le gustaba, pero no estaba listo para admitirlo en voz alta y mucho menos decírselo a Moisés sabiendo que sus sentimientos lo más probable es que fueras respondidos correctamente.

Pero ahí estaba, corriendo a la azotea de la universidad para tomarse su tiempo a solas que necesitaba con urgencia. Respiró hondo y dejó su bolso caer al suelo para luego sentarse al lado y este y abrazar sus rodillas.

Podía suponer perfectamente que Moisés tenía totalmente claro lo que deseaba con él, quizás solo tener sexo como un universitario como él lo haría, pero Carl era más sentimental que ello y sabía que si se entregaba de esa forma después buscaría más que solo eso.

Pero, maldición, si quería hacerlo, de hecho, podía hacerlo. Era un adolescente de diecinueve años, bastante maduro y razonable como para tomar lo que deseaba y quedar satisfecho de ello.

No obstante el pensamiento era más complicado que ello, Carl no quería solo ir y luego irse como si nada hubiera pasado, quería que Moisés solo lo viera a él de esa forma tan ardiente en la que lo hacía, Carl quería acariciar el cabello negro y lacio de Moisés mientras este se quedaba dormido la hora de descanso, quería verlo sonreír por su causa, es más, quería que Moisés estuviera enamorado de él.

El sueño parecía lejano ahora que pensaba como eran las cosas en realidad, una decepción aplastante lo abrumó casi sacándole las lágrimas mientras se abrazaba a si mismo intentando recuperarse de un bajón de ánimo.

—No es como si fuera a pasar algo así —susurró sonriendo con lástima. —Él tiene mejores opciones... —relamió sus labios y jugó con sus dedos levantándose del suelo. Necesitaba desahogarse al menos con Ray. Era su mejor opción.

No obstante, antes de que pudiera al menos reaccionar su cuerpo se paralizó al notar a Moisés parado de espaldas a la puerta de la azotea, viéndolo fijamente, tan intenso como siempre lo hacía.

—¿Ahora hablas solo? —preguntó el pelinegro acercándose a Carl.

—Callate ¿Que haces aquí? Se supone que están almorzando.

—¿Por qué estaría tranquilo si no estás con nosotros? —Carl se encogió de hombros.

—No tenía hambre —Moises se acercó notando el perfil nostálgico que Carl tenía.

Moisés se sintió mal al instante que Carl lo abrazó y ocultó su rostro en su cuello, no lo apartó, no podía, lo abrazó de vuelta con el ceño fruncido, confundido por la situación.

—¿Podrías darme esto? Solo unos segundos —pidió Carl.

Moisés asintió y empezó a acariciar el cabello de Carl para tranquilizarlo de lo que fuera lo tuviera tan mal como para correr hacia él.

Sentía su corazón acelerado casi al ritmo que el corazón de Carl, estaba nervioso, tener a Carl tan cerca y con tanta confianza le provocaba una grave sequedad en los labios y picor en las manos, como siempre que tenía a Carl tan cerca.

Dios, hasta el olor de Carl le gustaba, lo tranquilizaba sin saber exactamente las razones. Ahora mismo podía quedarse así todo lo que su menor pudiera necesitar, pero sintió un vacío en sus brazos cuando Carl se separó y limpió sus lágrimas con la manga de su suéter y corrió lejos de él.

Moisés se quedó paralizado en su lugar viendo el lugar donde Carl lo había abrazado. El sentimiento de vacío lo abofeteó tan duro que se percató que lo que realmente sentía no era puro deseo carnal hacia Carl.

Después de volverse loco por más de cuatro meses que había pasado conociendo a Carl, creyó que lo que sentía eran ganas de empotrarla contra la pared y hacerle una y mil cosas, pero verlo sonreír, verlo tímido, verlo dormido, relajado a su lado fue creando un sentimiento en el pecho de Moisés que luego de ese abrazo, la caja donde había almacenado esos sentimientos, fue rota con brutalidad.

Ahora sólo quedaba el mero sentimiento de un intenso deseo hacia Carl, más allá del carnal que creyó que era. Reaccionando tarde corrió a las escaleras bajando con rapidez.

Se sorprendió encontrar a Carl en el suelo, abrazando sus piernas y llorando en silencio, el castaño se sorprendió de ver a Moisés ahí, dando por sentado que iría por el ascensor o solo lo ignoraría.

—¿Por qué lloras bonito? —Moises se colocó en cuclillas acercando su mano a la mejilla de Carl.

—¡No me toques! ¡¿Que haces conmigo Moisés?! —Carl se levantó temblando, demasiado furioso como para contenerse. —¡Ya basta! Estoy harto Moisés, estoy harto de esos malditos toques tuyos, harto de que estés todo el maldito día insinuandome cosas que quieres, de que me sonrías ¡De todo lo que haces para, no se ni para que! ¿Que quieres Moisés?

—A ti —respondió Moisés, como si esa respuesta fuera la respuesta que ambos habían estado esperando.

—No me jodas —Carl frunció el entrecejo y retrocedió los centímetros que Moisés avanzó hacia él hasta que pegó contra la pared —No voy a follar contigo si es lo que quieres, ya déjame en paz si eso buscabas.

—No es lo que estoy buscando ahora... no voy a mentirte Carl, quizás si era lo que realmente quería, follarte tan mal que no pudieras ni poner un puto pie en el suelo —Carl sintió la sangre en sus venas calentarse, la cercanía de Moisés a su cuerpo lo mantuvo estático, mientras él pelinegro lo acorraló contra la pared, apretando su cuerpo contra el de Carl mientras lo veía a los ojos. Con esa maldita intensidad de siempre. —Pero lo que quiero justo ahora es que dejes de llorar, quiero besarte para que te calles de una jodida vez, quiero... quiero verte feliz Carl. Eso quiero.

Moisés subió su mano a la mejilla de Carl y acarició levemente mientras aparta el cabello de su rostro y haciendo un medio giro de su cabeza para apartar su cabello propio.

—¿Me dejarías hacerlo? —Carl se asustó de la situación, demasiado irreal para él, demasiado rápido.

—Quitate —pidió poniendo sus manos en el pecho de Moisés para hacerlo retroceder.

—Si me besas quizás lo considere —Moises sonrió y se acercó más desapareciendo la distancia entre sus labios.

La frustración, tristeza, alegría y demás sentimientos acumulado se rompieron en el beso lento que se empezaron a dar. Carl llevó sus manos a la cintura de Moisés agarrando con fuera su camisa negra.

Moisés llevó su otra mano a la otra mejilla de Carl intensificando el beso, metió su rodilla entre las piernas de Carl, provocándole un gemido que abrió su boca, el pelinegro aprovecho la oportunidad y metió su lengua, explorando con experiencia la boca de Carl.

Maldito cielo, definitivamente era lo que necesitaban.

Carl lo separó con un jadeo, bajo la mirada y a como sus fuerzas dieron logró ver a los ojos a Moisés, que parecía estar a punto de desnudarlo ahí mismo.

—¿Ahora que? ¿Vamos a follar y luego que? ¿Se acabó? —Preguntó Carl tomando su bolso del suelo. —Si es así, no lo quiero.

Carl se movió pasando al lado de Moisés para ir a las escaleras y empezar a bajar. Moisés sintió la bilis en su garganta, sus puños cerrados con fuerza al igual que sus ojos, con su cerebro formulando las palabras que jamás había pronunciado.

¡Vamos maldita sea, dilo, si no, lo vas a perder! Se gritó a si mismo tomando aire.

—¿Quieres ser mi novio? —por fin, sus palabras salieron esperando que Carl pudiera percibirlas si es que aún no estaba lo suficientemente largo como para no haberlo escuchado.

Pero no, Moisés pudo escuchar el silencio por los pasos detenidos de Carl.

—¿Que? —susurró Carl frunciendo el entrecejo viendo en dirección al tenso cuerpo de Moisés. —¿Es broma? Dios ¿Que tan lejos piensas llegar para tenerme en tu cama? —Moises se volteó ahora enojado.

Jamás había pronunciado esas malditas palabras ¿Y ahora Carl le salía con esa respuesta tan mierda? No, jodidamente no quería oír eso.

—¡¿Si o no? Maldita sea Carl! ¡¿Que quieres que haga para que me creas?! ¡Se mi maldito novio! —gritó desesperado como último recurso.

Carl aún paralizado por la repentina e inesperada situación se quedó viendo cómo Moisés lo veía totalmente enojado y perturbado por su respuesta anterior.

—Carl, nunca he tenido una pareja, un novio, te lo juro... eres la primera persona a la que le propongo esto, si fuera porque te quiero coger no hubiera llegado tan lejos ¡Pero no! ¡No eres solo eso para mí, maldita sea! Te... te quiero conmigo Carl, quiero que sea mi novio... ¿Aceptarías?

El ambiente pesaba entre ellos mientras Moisés contaba los segundos y Carl meditaba su respuesta. Quería gritarle que si y besarlo otra vez, porque si, besarlo era su nueva adicción favorita.

—Okay —susurró Carl intentando no sonreír de la emoción que sentía —Ahora eres mío —aclaró Carl encogiéndose de hombros.

Moisés levantó la mirada sonriendo tan abiertamente que Carl sintió que estaba aún más enamorado de esa estúpida sonrisa.

—Malditamente si bebé —Moises lo tomó de la cintura atrayendolo para besarlo nuevamente, Carl aceptó gustoso poniendo sus manos en los hombros de Moisés abriendo su boca para intensificar el beso.

—¡Oh! —gritó Roxana.

—¡Por! —siguió Leonor.

—¡Dios! —gritó de nuevo Roxana.

El corazón de Carl no podía acelerarse aún más de lo que ya estaba.

—¡Por fin este par de gays! —Ray empezó a carcajearse por la frase de Roxana. —Pueden fornicar luego, la doctora nos está esperando en el laboratorio.

Carl se sonrojo y abrazo a Moisés, ahora, su nuevo refugio.

—¡Ay no míralo que tierno! —dijo Leonor.

El grupo terminó de bajar las escaleras llegando al laboratorio. Moisés se sentía extraño, con una nueva relación cargando sobre sus hombros, estaba ansioso y no en el buen sentido.

Aquella carga invisible y molestia se perdió cuando Carl junto sus dedos entrelazandolos con los suyos. Sonreió un poco y beso la mejilla de Carl.

Maldita sea, lo necesitaba y ahora no se sentía capaz de dejar ir a Carl por nada del mundo.

1.52 CmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora