Sus ojos se abrieron con pesadez y muy lentamente, haciendo un gran esfuerzo. Una luz suave entraba por una ventana a su izquierda, oía unos pitidos constantes cerca suyo, pero que a su vez sentía como un rumor lejano. Paseó la vista por la habitación, definitivamente no era su casa ni ninguna que conociera. Se incorporó con cuidado, sentía todo su cuerpo entumecido y aquel movimiento le supuso un esfuerzo titánico.
Observó las sábanas, la cama, las máquinas a su lado y los tubos que conectaban a su vena. Se sentía aturdido, se llevó una mano a la cabeza para acallar el dolor que empezaba a crecer, notó unas vendas en su lado derecho. No entendía nada, lo último que recordaba era que iba a ir con Conway a buscar a Gustabo para salvarle de Pogo, y entonces... Entonces...
Una enfermera entró a la habitación sacando a Horacio de sus pensamientos.
-Señor Pérez, qué bien que ya haya despertado ¿Cómo se encuentra?- La chica se acercó a cambiar el suero.
-Yo eh... Bien, creo, un poco confundido...¿Cuánto llevo aquí?
-Fue ingresado alrededor de un mes.
-¿¡Un mes!? Pero... Eso no puede ser... ¿Dónde está Gustabo? ¿Y Conway?- su corazón empezó a latir con fuerza y se sintió mareado, su confusión solo aumentó.
-Por favor, cálmese.- intentó tranquilizarlo la enfermera- Llamaré a la doctora para que le revise, ella podrá darle más información.
Horacio solo asintió y apoyó su espalda en la pared de detrás. Miró en la mesita de noche en busca de su móvil, al encontrarlo, con la poca batería que aún conservaba observó que no tenía ningún mensaje. Quería ponerse en contacto con Gustabo o con Conway, necesitaba saber que estaban bien, pero le aterraba la idea de que esos mensajes nunca pudieran ser contestados.
Al cabo de los minutos apareció otra persona en la habitación, quien supuso que era la doctora. Le explicó lo que había sucedido: la explosión de la iglesia no fue lo suficientemente fuerte como para quitarle la vida, pero recibió un fuerte impacto en la cabeza, lo que le dejó inconsciente durante esos treinta días, además del shock emocional que vivió en esos momentos. Horacio a duras penas los recordaba, quizá era el golpe, o quizá era su propia mente que se había encargado de encerrar los recuerdos por su propio bien.
-¿Dónde está Gustabo, también está aquí?- no podía dejar de pensar en su hermano, necesitaba verle y saber que estaba bien, que ya no estaba bajo Pogo. Porque a pesar de todo era su familia.
-El señor García fue ingresado en el hospital psiquiátrico para recibir el tratamiento adecuado. Antes de que me lo pregunte, no puede ir a verle, está demasiado inestable todavía.
Horacio bajó la mirada, al menos estaba vivo y estaba recibiendo ayuda.
-¿Y Conway?- preguntó aún cabizbajo.
-Se le dio el alta antes que a usted, insistía en que no se iba a quedar en el hospital. Fue él quien indicó que al señor García se le trasladara de centro.
-¿Sabe dónde está?
-Lo siento, no tengo esa información. Necesita descansar, mañana volveré para otra revisión.
-¿Ha venido a verme alguna vez?
-Me temo que no.
Sintió que se le rompía un poco el corazón.
La doctora se dirigió a la puerta, entonces como un rayo el recuerdo del comisario atravesó al de cresta despeinada.
-Espere, ¿Sabe algo del comisario Viktor Volkov?
La mujer se giró para mirarle.
-Fue trasladado a este hospital tras la cirugía pero aún está en coma, no sabemos cuándo podría despertar.
El chico asintió y volvió a quedarse a solas. Volkov aún estaba vivo, su hermano, Conway y él también. Se suponía que debía estar feliz, las personas que más quería estaban a salvo, ¿Entonces por qué sentía aquel dolor en el pecho? ¿Por qué se sentía tan solo? Conway no lo fue a ver y ahora se había marchado, no podía ver a su hermano y Volkov aún estaba en coma. No pudo evitar llorar, abrazado por el silencio de aquella soledad ¿Esto era lo que le esperaba, soledad?
Los días en el hospital siguieron su curso hasta que finalmente se encontraba recuperado, en unas horas le darían el alta tras otro mes allí. Miró su teléfono una vez más, había mandado mensajes a Conway pero no había recibido respuesta, lo mismo con Michelle, intentó saber de ella pero no fue posible. No envió nada a Gustabo porque sabía que lo más probable era que allí no tuviera acceso a su teléfono.
No tuvo que hacer ninguna maleta puesto que entró al hospital sin mucho encima, la salida fue rápida. Pero mientras andaba por aquellos pasillos sintió un remordimiento. Se desvió del camino y preguntó a uno de los enfermeros por el número de habitación de Volkov. Durante las semanas allí se había planteado si ir a verle o no, si aquello sería correcto, no sabía tampoco si tendría el coraje de hacerlo. Dudó un poco cuando estuvo en la puerta, pero finalmente entró.
Cuando le vió sintió que el alma le caía a los pies. Se acercó a él, quería tomarle la mano, pero sentía que no tenía derecho a hacerlo. Al fin y al cabo era parte de su culpa que estuviera allí, se sentía responsable de la condición del comisario.
La máquina mostraba que su pulso era estable, sus párpados cerrados con tranquilidad, con un rostro tranquilo, como si tan solo estuviera durmiendo. Era casi angelical. Intentaba contener las lágrimas, no quería volver a llorar. Salió de la habitación cuando sintió que le faltaba el aire, era demasiado abrumador. También sintió eso cuando volvió a casa, sentía que había pasado una eternidad sin pisar ese lugar. Todo seguía igual de desordenado que la última vez, como si el tiempo no hubiera transcurrido entre esas paredes.
Sus intentos por contactar a Conway cesaron al cabo de un año sin recibir respuesta. Recibió un correo de Michelle, que le informaba de que su pago por sus servicios en el CNI había sido realizado, cuando respondió al mail intentando saber algo más de ella no tuvo ninguna respuesta. Se puso en contacto con el centro donde estaba Gustabo y de esa manera pudo tener un seguimiento bastante regular de su tratamiento.
Durante aquel año había visitado a Volkov alguna vez, una parte de él sentía que se lo debía, y otra pensaba que no tenía derecho a verle. La soledad le ahogaba cada vez más y la presencia del comisario era como un salvavidas, y sabía que aquello no era justo. No podía aferrarse a él cuando Volkov estaba aún en ese estado. Un estado que él había provocado, se recriminaba cada día. La culpa lo consumía por dentro, no podía verle a la cara sin llorar, lo único que hacía cuando estaba con él era disculparse.
Además no sabía lo que sentiría Volkov hacia él al despertarse, ¿Y si le odiaba? Sería lo más normal, si se odiaba él mismo ¿Cómo no iba a hacerlo el comisario?
Su mente era una tormenta que arremetía con fuerza a cada instante. No podía perdonarse nada de lo que había hecho, sentía que había traicionado a todos, que les había fallado.
Al pasar dos años ya no soportó más ese sufrimiento y decidió que era momento de irse de allí. El miedo y la culpa ganaron, no podía permanecer en aquella ciudad, cada rincón le recordaba a algo vivido con Gustabo, con Conway o con Volkov. Sentía pena de dejar a este último, realmente no quería, pero sabía que sería lo mejor, era egoísta quedarse a su lado, no lo merecía. Lo fue a ver una vez más, y esa vez se permitió tomarle la mano, porque sabía que sería la última vez.
-Lo siento muchísimo... Quizá algún día nos veremos de nuevo... En otra vida a lo mejor...- besó su frente como si fuera lo más frágil del mundo, porque para él lo era.
Había vendido su casa, sus dos coches y gran parte de su armario. Ahora esperaba en el vacío aeropuerto, con la maleta descansando a los pies, escuchando la lluvia golpear los cristales. Se iba a ir a otra ciudad, más grande, más lejana, donde nadie le conociera y pudiera empezar de cero. Nunca podría borrar sus errores y nunca se los perdonaría, pero seguir en ese lugar era como si le faltara el aire a cada paso que daba.
Llegó la hora de su vuelo, en el avión no había casi nadie, se sentó al lado de la ventana, los asientos de su lado vacíos.
Cuando la lluvia cesara él ya lo habría dejado todo atrás.
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Volverá
FanfictionTras el incidente de la iglesia y el último enfrentamiento contra la mafia, Horacio despierta solo en el hospital. Después de algún tiempo meditando cómo seguir con su vida, decide irse de Los Santos, para terminar volviendo unos años después a reen...