6: Celebrando el 5 de mayo.

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Advertencia: ligera mención RusMex.

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Las traviesas manos descienden de la espalda hasta sus glúteos, apretándolos con descaro, ocasionado un gemido en el más bajo.

—–Aguas con tus manos, grandote, aún quiero conservar mis nalgas.

Una grave carcajada se escucha por sobre la música del lugar y acerca su rostro hasta el cuello del latino.

Pequeños besos son depositados en su sensible piel, haciendo que queditos jadeos escaparan de sus labios. Cerró los ojos y se dejó llevar por la deliciosa sensación que le era otorgada.

Fue en el momento que sintió la erección ajena que un momento de claridad lo golpeó.

—–Oye... espérate.

Colocó sus manos en los hombros ajenos y trató de separarlo, obteniendo un gruñido y que se aferrara más a su cintura.

—–Wey.—– Soltó un suspiro, aferrándose con fuerza a la camisa del contrario. —–No vamos a coger aquí.

—–¿Por qué no?—– Por fin el soviético se separó del mexicano, mirándolo con irritación en su mirada, nada contento con la interrupción.

—–Ah, no lo sé, tal vez porque estamos rodeados de personas.

Rusia entonces recordó que estaban en el centro de una discoteca, a lo que soltó un bajito "oh", murmurando distintas maldiciones en su idioma natal.

México se enterneció, tomó la mano del contrario y entonces comenzó a caminar a la salida.

—–¿Adónde vamos?—– Preguntó el soviético, sin poner en cambio, mucha resistencia.

—–A mi casa, obviamente.—– Un guiño del latino fue suficiente para que no se quejara más y simplemente fuera siguiendo sus pasitos.

En cuanto llegaron al carro del mexicano, ambos se subieron con rapidez, dejando al ruso como conductor.

El camino hacia la casa del latino se fue entre besitos furtivos además de caricias tentadoras pero cortas.

Al momento de llegar, tan rápido como se bajaron del automóvil volvieron a juntar sus cuerpos. Rusia alzó a México para que quedara con sus piernas enredadas en su cadera. Con torpes pasos se dirigieron a la puerta, la cual abrieron difícilmente.

Se adentraron al lugar con claras intenciones de meterse bajo las sábanas hasta el amanecer, pero todos sus planes fueron brutalmente interrumpidos al escuchar un jadeo sorprendido de parte de una inesperada visita.

Rápidamente México fue depositado sobre el piso y ambos países dirigieron su vista al tercero que claramente no fue invitado.

—–¿USA?—– Murmuró incrédulo el latino, achicando sus ojos para poder distinguir bien entre la oscuridad de la noche.

—–Hello Mexico.—– Al escuchar la voz arrastrada del anglosajón, rápidamente el dueño de la casa se dirigió a encender las luces.

Ahí, en un ambiente incómodo y claramente extraño, se encontraba un borracho estadounidense con un caliente Rusia y un confundido mexicano.

—–¿Qué mierda hace el americano aquí?

—–Yo... no tengo la más mínima idea.

—–Metsicou, vine a celebrar tu cumpleaños.—– Con el alcohol en su sistema, el acento de Estados Unidos se hacía más notorio.

USAMex Week.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora