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Gumiho

—Hacchiko♥—

Capítulo 04

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Así como el amanecer eliminaba las sombras reemplazándolas con luz, fue como la consciencia de Tae Min empezó a emerger deshaciéndose de su profundo sueño.

Lo primero en detectar fueron los olores que en un principio eran embriagantes, deliciosos y apetecibles, se intensificaron hasta volverse amargos, empalagosos y asquerosos. Lo que en un inicio percibía como almuerzo ahora solo era metal, sangre y putrefacción.

Lo segundo que notó fue un dolor de estómago, unas intensas náuseas que le exigían regresar todo lo que había devorado. ¿Podía entumecerse su vientre? No recordaba haberse sentido así en mucho tiempo, así que encogiéndose con pesar, se sentó sobre la tierra y finalmente abrió los ojos, descubriendo que nada de lo que le había despertado era tan terrible como lo que le rodeaba.

Cuerpos, cuerpos y más cuerpos bañados en sangre seca. Algunos tenían destrozada la cara, otros ni cabeza tenían, a unos les faltaban varias extremidades pero todos tenían algo en común: el abdomen abierto y los intestinos de fuera.

Tae Min llevó las manos a su boca, percatándose apenas de que casi no podía moverlas por la resequedad de la sangre, estaban pintadas de oscura tinta hasta los codos y al tragar su propia saliva con ansiedad, distinguió el sabor metálico.

Él había hecho esto. No tenía dudas. Miró de lado a lado la extensión de sus víctimas, ni siquiera podía contarlas con sus dos manos. Eran demasiadas. ¿De dónde habían salido? Su corazón se contrajo al distinguir cuerpos pequeños entre tantos muertos, ¿también había comido a cachorros humanos? Intentó levantarse y cayó hacia atrás, asustándose de sus acciones. No recordaba nada más que gritos y solo podía imaginarse el terror que vivieron antes de perecer bajo sus garras.

Era su culpa y una vez más, deseó dejar de herir. No quería lastimar, no quería matar. Sollozó sin dejar de observar a los cuerpos.

Ki Bum se lo había advertido y Jong Hyun también.

«Solo será peor si lo evitas», le había dicho.

Porque cada gumiho comprendía que no comían hígados porque les gustara. Cada gumiho tenía una bestia interna, un monstruo al que si no se le alimentaba con hígados humanos, tomaría posesión de su portador y cazaría hasta saciar su hambre, lo que generaría matanzas desenfrenadas.

Requería de mucho autocontrol para mantener satisfecho ese instinto, por eso el ayuno de mil días para convertirse en humano era un desafío casi titánico, era tan extraordinario que alguien pudiera superarlo. Tae Min lo había intentado incontables veces y en la última ocasión duró solo doscientos once días.

Por eso era tan raro que con tan solo tres semanas, su bestia interior se hubiera desatado de esa manera. ¿Por qué?

Entonces unos ojitos saltones brillaron en su mente.

¡Min Ho! ¿Cómo pudo haberlo olvidado? ¿Qué ocurrió con él? Lo último que recordaba era la flecha y cómo Min Ho se acercaba a él con preocupación. Eso era todo. ¿Podría ser que...? Sus párpados se separaron aún más con espanto.

¿Y si...? Su cuerpo, que ya estaba temblando, fue atravesado por un potente escalofrío. No podía ni siquiera terminar esa pregunta. Su mirada navegó frenética por los cadáveres, buscando aquella nariz ancha, esos labios gruesos, esa figura tan destacable, y por primera vez faltando a cualquier asomo de respeto a los muertos, se puso a mover a los fallecidos sin una pizca de consideración.

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