Parte sin título 4

2 0 0
                                    

Creyeron que la puerta estaba cerrada, pero en realidad estaba entreabierta y a través de la fina pero agraciada rendija se proyectaba la visión fantasmal de un ojo de plástico tan curioso, como diabólico.

Maia volvió a las tres de la mañana, antes de hacer nada, fue hacia la habitación de su hija para verificar que se encontraba bien. La vio plácidamente dormida, su rostro perfecto otorgaba ternura a quien lo veía. Fue hasta ella y le dio un beso en la mejilla, la arropó y acomodó a Maddie, quien descansaba sobre su brazo pero mantenía su cara pícara.

Subió las escaleras y vio a Axel dormido en la cama, por un momento, pareció darle la misma ternura que Edith y por primera vez pensó en lo difícil que era su lugar como esposo, padre y hombre de la familia; "si hubiese sido otro hombre, seguramente ya me habría votado o se buscaría a una amante para que le dé el placer que no le puedo dar", pensó valorándolo y poniéndolo en el pedestal de "El hombre perfecto".

_ Ya todo mejorará, amor. Estoy dispuesta a buscar ayuda médica.

El sol se comenzó a asomar por el horizonte medio campestre cerca de las seis y media de la mañana, corría un viento fuerte, atónito y tormentoso. Maia decidió dejar en la cama a Edith, se podría enfermar si la llevaba a la escuela con una helada como la que cruzaba sobre ellos.

Tres horas más tarde, todos desayunaban cereales y tostadas con mermelada en la mesa del comedor.

Edith había protestado para que Maddie se siente a su lado y como su madre no soportaba sus tenaces insistencias, terminó cediendo a la voluntad de su hija; aunque le recordó que no es de buena educación poner muñecos en la mesa.

_ ¡Maddie no es un muñeco, es mi amiga! –le gritó

_ ¡Hey! Ya basta, niña. Tu madre ya te ha dicho que no le gusta que le grites de ese modo. –Dijo Axel tragando los cereales mojados en leche

Edith se puso de pie, tomó con determinación su tazón de leche y se lo lanzó con fuerza a su padre. El plástico rebotó en su frente y lo empapó de leche.

_ ¡Y a mí no me gusta que hablen así de Maddie! ¿Entendiste? ¡Maldito infiel!

Todo el mundo parecía haber entrado en alguna especie de shock al ver la reacción de Edith. Sus padres habían quedado mudos, no entendían de dónde su hija había sacado tanta agresividad y cómo había aprendido las palabrotas que acababa de decir.

_ Ed... Edith... dijo Maia soltando la caja de cereales al piso ¿Cómo te atreviste? Te desconozco...

En el momento que Maia iba a emitir la siguiente pregunta, Axel se levantó poseído por una ira indescriptible, necesitaba poner en su lugar a su hija que de un día para el otro, actuaba con rebeldía, gritos, insultos y agresiones. Le tomó fuerte del brazo y alzó la otra mano para pegarle una palmada.

_ Si me pegas, contaré tu secreto, hijo de puta. –espetó la niña con una sonrisa vil

La soltó en seguida y junto con su esposa, le dirigieron una mirada fruncida y confundida.

_ ¿De qué hablas, Edith? –Preguntó Maia

La niña tomó a Maddie en la falda y sonrió hacia su padre.

_ ¿Hay algo que quieras confesarle a tu esposa, Axel?

Silencio. Caminó hacia el lavabo, se lavó la cara y se sacó la remera mojada de leche. Intentaba disimular el hecho, pero apenas podía.

_ ¿De qué están hablando? –insistió Maia sintiendo en su pecho el fuerte latido de su corazón ¿Quién te enseño esas malas palabras? ¡Por Dios! ¡¿Qué es lo que les está pasando?!

_ A mi nada, mami. Pregúntale a tu esposo sobre Deborah y te lo dirá. Bueno... pensándolo bien y según lo que me dijo Maddie hoy a la mañana, la idea de él era ocultártelo, entonces te lo diré. Papá trajo una mujer a la casa, más bien una puta, ya sabes, de esas que cobran por sexo. Su nombre era Deborah, la llevo a tu habitación y la cogió dos veces en el piso. La muy puta gemía como los demonios.

Maia quedó sin respiración, su hija se había convertido en una completa desconocida para ella.

_ ¡Por Dios, Edith! ¡¿Qué estás diciendo?! ¿Qué te está pasando hoy? –Interrogó Axel desesperado acercándose a ella y tomándole con ambas manos su carita

_ No te hagas el disimulado le recalcó la niña, estoy diciendo la verdad. Mamá, por si no nos crees, Maddie sacó algunas fotografías con la cámara, la que está arriba de la heladera.

Hubo un momento. Luego otro. Los pensamientos gritaban enfurecidos dentro de una llamarada de desconcierto y desesperación en las cabezas de sus padres. Axel estaba envuelto en un fuego interior que lo hacía sudar como burro y sentía como si su corazón quisiera salir de pecho y detenerse destrozado en el piso.

Maia, confundida, aturdida e indecisa, comenzó a caminar hacia la heladera, del otro lado de la cocina y tomó la cámara digital de la familia. Axel las miraba a ambas, creyendo y queriendo que todo fuera una pesadilla.

La mujer encendió la cámara y desde el comedor se escuchó un grito despavorido y el impacto de sus rodillas en las maderas del piso.

mi muñecaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora