Ambos corrieron hacia allí, Axel la abrazó y tomó la cámara. Ahora, su corazón se había convertido en un trozo de hielo blando y enfermo que estaba por detenerse. Se le formó un nudo en la garganta seguido de tres arcadas que lo hicieron tambalearse y caerse de rodillas junto a su esposa que justo se levantaba. Otra vez, el deseo y los pensamientos oscuros predominaron sobre la mente y la razón. Podría haber jurado que todos los cuchillos estaban en la otra mesada, pero por alguna razón, uno de ellos había aparecido cerca de la mano nerviosa y huesuda de la mujer desesperada. Un tajo. Una mejilla cortada. La madera reluciente manchada de sangre. Un grito, luego dos. Luego tres. Ira. Miedo.
Un arduo trajinar le esperó en el hospital. Catorce puntos de sutura desde la unión izquierda de los labios hasta el lado opuesto del lagrimal. No se presentaron cargos, por supuesto que no.
"¿Cómo es posible que una niña de cinco años pueda llegar a tal altura para tomar la cámara de fotos?" se preguntaba Maia mientras le acariciaba el cabello a su hija. Esa noche, se acostaron las tres juntas, pero una sola dormía, otra lloraba y la otra se regocijaba detrás de un rostro inmóvil.
La comunicación matrimonial fue recobrada a la semana y media, pero no eran tan agradables como antes. Cualquier tipo de discusión anterior al día del suceso les había parecido una estupidez, emitían frases cortas y sin sentimientos, principalmente ella, quien ya no le miraba a los ojos. Axel sin embargo, sentía un profundo arrepentimiento, tan intenso que se asemejaba al sentimiento de estarse pudriendo lentamente desde el interior.
La única tranquilidad que tenían, era que la insólita rebeldía de Edith había desaparecido. Había sido dos días muy extraños, en los que Edith había mostrado su lado más oscuro, había insultado, agredido y hablado con un vocabulario tan sucio como un chiquero de chanchos, pero por suerte, todo había vuelto a la normalidad, o casi todo.
A parte la escasa comunicación, el cambio de dormitorio de Maia hacia el cuarto de su hija y la espantosa cicatriz en el rostro de Axel, había algo más que marcaba el sorpresivo cambio de estilo de vida de la familia y era la profunda y casi enfermiza obsesión de Edith por la muñeca de Amadine Tussaud, iba con ella hasta a la escuela y al llegar pasaba todo el día en su cuarto, en el porche o en la hamaca del sauce llorón hablándole como si fuera una persona viva con oídos de carne.
La tarde del día era tan dormida y melancólica como la estación otoñal. Maia estaba sentada en uno de los sofás nuevos leyendo un aburrido libro de inteligencia emocional, Axel estaba dando clases en la escuela, en un par de horas llegaría a casa. En eso, Maia escuchó unos pasitos ligeros, caminar por el pasillo cercano, se sobresaltó banalmente al ver que era su hija acercándose a ella. Creyó que probablemente se aburrió de dibujar con crayolas en su habitación, "...o de hablarle a una muñeca de goma.", se dijo.
_ Mami –dijo ella recostándose en su regazo, no quiero que duermas más conmigo.
A ella le sorprendió la frase de su pequeña.
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mi muñeca
ParanormalDesde que la pequeña Edith encuentra a la muñeca Maddie dentro de la habitación de Amadine Tussaud, la antigua dueña de la casa, una extraña obsesión por la muñeca nace en ella, al mismo tiempo que comienzan a suceder trágicos y terroríficos acontec...