[9] La mejor vista de California

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Nails estaba golpeando un saco de boxeo, eran las 10 p.m cuando Jimmy, su entrenador, entró.

—¡Nails, basta! Vete a tu casa.

Pero él no escuchó, siguió golpeando el saco con tanta fuerza que Jimmy pensó que iba a reventarlo.

—¡Detente! —dijo abrazándolo para separarlo del saco.

Su pecho estaba agitado y sus ojos amenazaban con llenarse de lágrimas.

—¡Basta! Tranquilo Nails, todo estará bien —dijo el moreno, calmándolo.

Se separo de su agarre.

—¡Nada está bien! Y decir que lo estará, no signifique que vaya a estarlo.

—Tienes que ser positivo.

—No se si no te has dado cuenta, pero mi hermana está muerta, no se que positivismo le puedo sacar a eso —agarró su toalla, secándose la cara para salir del lugar.

Montado en su auto, andando por las calles rumbo a su casa, su única compañía era la muñeca de una gata blanca con cabeza gigante que se movía encima de su capo. Se detuvo en un semáforo, bajó su vidrio al ver una foto de Emily colgada en una pared con velas en su alrededor.

Un chico con capucha gris mirando la imagen de su hermana llamó su atención, podía jurar que lo había visto, pero por la distancia en la que estaba, podría ser cualquiera; se olvidó de esa idea cuando el semáforo se puso verde, siguiendo su camino, sin darse cuenta que el chico con capucha, levantó la vista para quedar observándolo.

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Nails llegó a su casa, se acomodó el bolso en su hombro. Iba a subir las escaleras cuando la voz de Emily lo detuvo.

Imposible, pensó.

Siguió la voz hasta quedar en la entrada de la oficina de su papá, la puerta estaba entre abierta, veía al señor Fuller llorando, viendo vídeos de ellos en las vacaciones pasadas en Hawaii.

Nails bajó su rostro, recordando como Emily se colocó una falda de hojas y unos cocos para bailar como las hawaianas para intentar arreglarlo luego que Erick lo había regañado por dejar la maleta en el aeropuerto.

Katherine acarició sus hombros por detrás.

—No fue tu culpa, Nails —dijo besando a su hijo en la cabeza.

—Dile eso a papá, él no opina lo mismo —se apartó, subiendo las escaleras hacia su cuarto.

Salió por la ventana para sentarse en el techo, cuando todo estaba mal, venía aquí y se tomaba una cerveza junto con su hermana.

—A donde quiera que estés, espero que estés bien —destapó su cerveza y la levantó para darle un sorbo, mirando a las estrellas.

El ruido de unas escaleras pegando en su techo, llamó su atención haciendo que arrugara su ceño, se tranquilizó al ver una cabellera verde, era Ezam.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Vine a tomar una cerveza —se sentó a su lado junto una caja con 6 latas.

—¿En mi techo?

—Bueno, tu techo siempre a tenido una de las mejores vistas de California —se excusó, levantando sus hombros con indiferencia.

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