Capitulo 1

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Perth sujetaba al hombre llorón con un agarre mordaz, castigador, alrededor de su cuello, contra la pared de ladrillo.

—Ahora contéstame, ¿Qué te dije que pasaría si me traicionabas, Jean? — El hombre lloriqueó como respuesta. Perth tiró de él hacia adelante antes de golpearlo duro y ruidosamente contra la pared otra vez—. ¿Qué mierda te dije, Jean o se te olvido? —La voz de Perth era más calmada. Sus hombres alrededor de él cambiaron de posición con inquietud. Sabían que con Perth, mientras más alto hablara mejor era. Si gritaba quería decir que tenías más posibilidades de vivir. Pero cuando la voz de Perth bajaba de tono, algo muy malo iba a suceder. Perth era como una cobra a punto de atacar, y sus hombres estaban agradecidos de no ser el blanco de esos ojos grises metálicos, ojos de acero.

Perth olió algo acre en el aire y observó la húmeda mancha en los pantalones del hombre.

—Maldita perra. Sera mejor que no tenga nada de tu pis en mí. O me aseguraré que tengas una muerte dolorosa. —El hombre comenzó a temblar con fuerza, sus ojos abiertos con aprensión—. Deberías saber que es mejor no entrometerse conmigo, Jean. Mi Ciudad, mis reglas. Conocías eso. ¿Ahora por qué querías joder con eso, huh? Simplemente por más dinero. ¿Es ese el precio de tu vida? O cualquiera de...

Perth oyó la puerta trasera del club abrirse y cerrarse de un golpe, cuando un desconocido tropezó fuera en el callejón. Hizo una pausa, haciendo señales a sus hombres para que acercaran al hombre. Sería muy mala suerte, el tener que lidiar con un posible testigo potencial para el FBI. No es que no pudiera resolverlo con sobornos y amenazas de muerte. Sin embargo, algunos no escuchaban.

Perth prefería mantener sus manos limpias en estos días. Intentaba no matar a la gente que no estuviera en la cima de su lista de tareas como jefe de la mafia.

Sus hombres arrastraron al hombre hacia la luz tenue, y Perth fue capaz de ver su rostro. Además de ser evidente su estado de ebriedad, o en camino de ella, el hombre era de su tipo. Más pequeño que él, con un cuerpo atractivo y una cara igualmente hermosa. Con ojos grandes, glaseados, de color café que le contemplaban con curiosidad, acompañado de una boca esponjosa, de color rosa que imploraba ser besada. La polla de Perth tembló en sus pantalones. Suspiró, sabiendo que su negocio con Jean había terminado. Tenía que atender otro asunto ahora.

—Ya trataré con Jean —dijo Perth a sus hombres, sin apartar sus ojos del chico.

—¿Y qué hacemos con él, jefe? —preguntó Plan, con los ojos en el hombre ebrio que sostenía con un brazo.

—Déjamelo a mí —dijo Perth, mientras alcanzaba al chico, evitando que cayera de bruces contra al suelo, cuando su hombre lo soltó.

—Entonces nos encargamos nosotros de Jean, jefe —dijo Mark, esperando a que Perth le diera una confirmación.

Perth hizo un gesto con su mano libre y esperó a que sus hombres se retiraran. Pero Mark estaba todavía allí, probablemente, sonriendo.

—Déjalo estar, Mark. Y es mejor que no estés sonriendo. - Mark soltó un bufido.

—Es de tu tipo, no es así, jefe —No era una pregunta. Mark sabía perfectamente el tipo de hombre que le gustaba a Perth.

—¿Vas a salir, o quieres verme follar con él contra la pared? Porque yo estoy bien con eso. —Perth hizo ademán de abrir la cremallera de sus pantalones, riéndose ahogadamente cuando oyó el ruido de los pasos de Mark desvanecerse rápidamente en la distancia...

—¿Realmente me vas a joder contra la pared? —la voz sonó borrosa, pero Perth podía ver como los ojos del hombre no estaban tan vidriados como antes.

El Padrino y su AmanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora