[OCHO]

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El miércoles había llegado y Gumball ya tenía una lista de dos personas a las cuales esperaba no encontrarse; Tobías y Alan.

Con este último sería un dilema, ya que el día anterior había tomado prestada una camisa suya. Y con todo lo sucedido, lo último que quería era seguir conservado la camisa.

Así que ahora, el chico gato se hallaba tratando de abrir el casillero del peliverde para regresar la prenda prestada. Con eso ya no tendría más excusas para hablar con él.

— Hola Gumball. – Saludo Ocho. — ¿Que estás haciendo?

— Oh, hola. – Saludó avergonzado el peliazul. – Intento regresarle una camisa a Alan, pero su casillero no abre.

— No te preocupes, puedo ayudarte con eso.

— Gracias, ¿Tienes su contraseña o...? – Gumball no llegó a media frase al ver cómo el chico pelinegro le daba un golpe en seco al casillero para dejarlo abierto.

— Listo, problema resuelto.

— Debí verlo venir. – Murmuró Gumball, dejando la camisa entre los libros de Alan junto con una nota de disculpa por su casillero. — Gracias, Ocho.

— No hay de qué. Admito que es bueno hablar contigo desde la última vez que nos vimos.

— Oh, cierto, desde la última vez con tu tío Mario... – Recordó amargamente Gumball ahora empatizando con Ocho por todo el asunto del boleto.

— ¿Pasa algo Gumball?

— No, estoy bien... Fue un gusto hablar de nuevo contigo, te veo luego Ocho. – Se despidió con rapidez el peliazul con cierta culpa.

Mientras tanto, Ocho se quedó con las palabras en la boca queriendo hablar con Gumball. Había perdido su oportunidad.









Pasaron las horas y los hermanos Watterson se encontraban en la cafetería platicando estupideces. Pero tuvieron que detenerse por petición de Gumball.

— ... Me sigue viendo ¿No es así?

— Sí, y creo que está más intenso desde hace quince minutos. – Contestó Darwin viendo a las espaldas de su hermano un pelinegro que miraba a ambos sin moverse en una mesa ajena. — ¿Acaso le pediste que te llevará a ver a su tío Sonic, de nuevo?

— ¡Claro que no! ¿Acaso me ves como un interesado? – De indignó Gumball.

El pelinaranja solo se cruzó de brazos sin decir nada.

— Lo admito, ni yo me lo creo, ¡Pero te juro que está vez no le hice nada! Solo intercambié algunas palabras con él en la mañana y ya.

— En ese caso, ¿Porqué no le preguntas que es lo que quiere? Aunque siento que la respuesta es obvia.

— No lo sé, si tuvieses razón, preferiría ahorrarme la paliza que me daría al decirle que no lo invitaré a Daisylandia.

— Pues deberás buscar una forma de decírselo ahora, ya que esta viniendo para acá. – Señaló Darwin a Ocho, quien caminaba con un aura macabra y sin parpadear.

Las señales fueron suficientes para que Gumball comenzará a correr por toda la escuela.

Mientras empujaba a los demás alumnos para escapar, recordó que el salón de química a esas horas estaba desierto, por lo cuál corrió como alma en pena a ese lugar.

Luego de unos minutos intentando recuperar el aire y llegar al escondite, abrió el salón.

Se le detuvo el corazón al sentir una mano ajena en su hombro.

CHOOSE ME! [TAWOG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora