9 am., viernes.
Suena la alarma y trato poco a poco de abrir los ojos, mientras tanto, doy quejidos por la mala noche que pasé. Verán, la ansiedad, el miedo y la alegría son emociones que no deberían mezclarse, sin embargo, suelen invadirme muy seguido.
Hice un esfuerzo y me senté en la cama, comencé a acomodarme el pelo mientras veía las maletas a medio hacer. Sabía que estaba atrasada, el vuelo salía a las 16 hs. y debía llegar al aereopuerto 3 horas antes, es decir, solo me quedaban 5 horas para terminar de empacar, despedirme de mi familia y hacer unos últimos recados.
- Siempre tarde -dije con una pequeña sonrisa. Es innegable, llegar tarde a todo es un defecto que me caracteriza.
Al bajar por las escaleras, comencé a sentir un aroma, no sabía si eran panqueques o galletas pero sin duda no lo esperaba. Mis papás trabajaban desde temprano y mi hermanito, Tiago, es muy pequeño para cocinar así que no dude en acelerar mis pasos y ver que estaba pasando.
- ¡Mi amor! -mi mamá se acerca a abrazarme.
- Pero ¿Qué hacen todos acá? - dije sorprendida. El pequeño Tiago me acercaba unas galletas hechas por él.
- Hoy es un día especial, un poco triste, sin duda, pero no podíamos perdernos estas horas con nuestra hija -mi papá sonaba un poco desanimado, pero aún así se esforzaba por mostrar una sonrisa- Bueno... -se aclaró la voz- Deberíamos repasar el mapa para que puedas encontrar el hotel de tu tía -una vez más, repasamos las calles, lugares y transporte.
- Acordate que tenés que practicar tu inglés, tu tía Cecilia siempre nos dice que la mayoría de turistas solo saben hablar inglés -decía mi mamá.
- Si, y también que tenés que ayudarla en todo lo que puedas, sabes que ya está grande -mi papá recordaba la última vez que la vió. Hacia unos 5 años que la tía Cecilia, hermana de mi papá, había viajado a visitarnos y en ese entonces notamos que estaba diferente desde que su esposo, Ricardo, había fallecido.
La charla continuó con una serie de recomendaciones de todo tipo: lugares que debía evitar, como debía tratar a la gente del lugar y monumentos que debía si o si visitar. Por mi parte estaba tranquila, sabía que el viaje era por un año, que iba a vivir con mi tía en su hotel e iba a trabajar para ella. El fin principal era ayudarla con la administración del lugar, pero también se debía a que no sabía que hacer de mi vida. Me gustaba escribir pero sentía que no era lo suficiente buena, tampoco me atrevería a comenzar una carrera para luego dejarla. En resumen, este viaje implicaba para mi, encontrarme.
Las horas pasaron más rápido de lo esperado y en un abrir y cerrar de ojos ya me encontraba en el aereopuerto. La despedida había sido entre lágrimas, abrazos y frases motivadoras, a pesar de eso, logré despedirme y reunir el valor de volar del nido.
Me coloqué en la fila del vuelo junto a otros pasajeros. Llegado mi turno verificaron mi pasaje y tras caminar hasta la puerta del avión, finalmente, abordé.
- Estimados pasajeros, abrochen sus cinturones -la asafata nos daba instrucciones y nos deseaba un agradable vuelo.
Abroché mi cinturón y entendí que ya no había vuelta atrás.
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Venecia: un lugar para revivir y enamorarse.
RomanceUn viaje a Italia puede ser el sueño de cualquier persona racional, pero un viaje es algo transitorio, algo que se esfuma en un abrir y cerrar de ojos; en cambio, una vida tiende a permanecer, a transformar a aquellos que se atreven a vivirla e incl...