30. Robo.

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8 am., viernes. 

El Patria suele ser muy tranquilo durante la primera hora de la mañana ya que no suelen haber muchas personas despiertas. No obstante, el silencio que hoy reinaba era distinto y lo único que lograba llenar ese espacio eran mis pensamientos. Había estado tan cerca de arriesgarme, de dejar todo por él y al final, el amor parecía no ser suficiente, lo que sentíamos no era la perfecta justificación para herir a quienes queríamos. 

Hoy me había despertado con un cosa en mente, algo que había pensando el día de ayer y que me carcomía por dentro. Necesitaba hablar con Sebastián y pedirle un tiempo, estoy segura que así voy a poder esclarecer mis sentimientos, no quiero lastimarlo y por eso mismo decidí tomarme el tiempo de procesar lo que me estaba pasando, lo único que espero es que me comprenda y esa duda me esta inquietando. 

- Buongiorno Sofía -saludó Nicoletta.

- Nicoletta -saludé.

- Hoy llegan unas cosas que encargué así que mientras estoy en la terraza, te pido que estes atenta y me avises cuando lleguen -su tono exigente podría convencer a cualquiera de que ella era mi jefa, sin embargo, no lo era y su tono me molestaba. 

- Como digas -comencé a revisar las agendas y al percatarme que seguía allí, subí mi vista- ¿Se te ofrece algo más?  

- Mateo va a llegar en cualquier momento -anunció- Decile que lo voy a estar esperando.

- Anotado -respondí. Ella entrecerró los ojos. 

- ¿Te gusta o no? -podía ver desde acá sus malas intenciones y mi paciencia con ella se volvía cero, ya no había lugar para la educación porque con gente como ella se pierde los estribos fácilmente. 

- Agradecería que no me hagas preguntas personales ya que como bien dijiste ayer, no vamos a ser amigas -respondí segura y tratando de mantener la calma. Su mirada me acuchillaba y por ello preferí hacer como si no hubiera nadie en su lugar. La puerta de entrada cedió dando paso a Mateo, quien se sacaba los lentes de sol al entrar. 

- Hola -saludó inseguro al notar la tensión en el aire. De sólo verlo mi corazón comenzaba a latir con fuerza. 

- Buenos días -saludé- Nicoletta te estaba esperando -le sonreí y me fui de allí antes de que explotara De Santis. 

Mientras arreglaba una habitación decidí enviarle un mensaje a Sebastián.

- ¿Podemos vernos? -Sofía.

- Estoy libre a la hora de la comida ¿Podés? -Sebastián

- Perfecto -Sofía.

- Paso por vos en tu horario de salida. Cuídate -Sebastián.

El aire se me hacia poco, estaba hiperventilando, no sabía como se lo iba a decir lo único que sabía era que hoy debía decírselo y que trataría de ser lo más sincera posible. 

La mañana se hizo larga con el nerviosismo que cargaba. Lo bueno fue que las cosas que iban a llegar en la mañana vendrían en la tarde así que no debería cruzar más palabras con Nicoletta. Mi turno había terminado y Silvia, la recepcionista de la tarde ya había llegado así que aproveché para cambiarme de ropa y hacer frente a Sebastián. 

Salí del hotel y lo visualicé, estaba sentado en un pequeño banco de la calle. 

- Chao -saludé amablemente. Él sonrió al verme. 

- Chao Sofía -se puso de pie y besó mi mejilla- ¿Cómo estas? Me preocupé cuando leí tu mensaje -comentó cuando comenzamos a caminar.

- Bien y ¿vos? -pregunté para ir tomando el valor. 

Venecia: un lugar para revivir y enamorarse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora