8 am., viernes.
El Patria suele ser muy tranquilo durante la primera hora de la mañana ya que no suelen haber muchas personas despiertas. No obstante, el silencio que hoy reinaba era distinto y lo único que lograba llenar ese espacio eran mis pensamientos. Había estado tan cerca de arriesgarme, de dejar todo por él y al final, el amor parecía no ser suficiente, lo que sentíamos no era la perfecta justificación para herir a quienes queríamos.
Hoy me había despertado con un cosa en mente, algo que había pensando el día de ayer y que me carcomía por dentro. Necesitaba hablar con Sebastián y pedirle un tiempo, estoy segura que así voy a poder esclarecer mis sentimientos, no quiero lastimarlo y por eso mismo decidí tomarme el tiempo de procesar lo que me estaba pasando, lo único que espero es que me comprenda y esa duda me esta inquietando.
- Buongiorno Sofía -saludó Nicoletta.
- Nicoletta -saludé.
- Hoy llegan unas cosas que encargué así que mientras estoy en la terraza, te pido que estes atenta y me avises cuando lleguen -su tono exigente podría convencer a cualquiera de que ella era mi jefa, sin embargo, no lo era y su tono me molestaba.
- Como digas -comencé a revisar las agendas y al percatarme que seguía allí, subí mi vista- ¿Se te ofrece algo más?
- Mateo va a llegar en cualquier momento -anunció- Decile que lo voy a estar esperando.
- Anotado -respondí. Ella entrecerró los ojos.
- ¿Te gusta o no? -podía ver desde acá sus malas intenciones y mi paciencia con ella se volvía cero, ya no había lugar para la educación porque con gente como ella se pierde los estribos fácilmente.
- Agradecería que no me hagas preguntas personales ya que como bien dijiste ayer, no vamos a ser amigas -respondí segura y tratando de mantener la calma. Su mirada me acuchillaba y por ello preferí hacer como si no hubiera nadie en su lugar. La puerta de entrada cedió dando paso a Mateo, quien se sacaba los lentes de sol al entrar.
- Hola -saludó inseguro al notar la tensión en el aire. De sólo verlo mi corazón comenzaba a latir con fuerza.
- Buenos días -saludé- Nicoletta te estaba esperando -le sonreí y me fui de allí antes de que explotara De Santis.
Mientras arreglaba una habitación decidí enviarle un mensaje a Sebastián.
- ¿Podemos vernos? -Sofía.
- Estoy libre a la hora de la comida ¿Podés? -Sebastián.
- Perfecto -Sofía.
- Paso por vos en tu horario de salida. Cuídate -Sebastián.
El aire se me hacia poco, estaba hiperventilando, no sabía como se lo iba a decir lo único que sabía era que hoy debía decírselo y que trataría de ser lo más sincera posible.
La mañana se hizo larga con el nerviosismo que cargaba. Lo bueno fue que las cosas que iban a llegar en la mañana vendrían en la tarde así que no debería cruzar más palabras con Nicoletta. Mi turno había terminado y Silvia, la recepcionista de la tarde ya había llegado así que aproveché para cambiarme de ropa y hacer frente a Sebastián.
Salí del hotel y lo visualicé, estaba sentado en un pequeño banco de la calle.
- Chao -saludé amablemente. Él sonrió al verme.
- Chao Sofía -se puso de pie y besó mi mejilla- ¿Cómo estas? Me preocupé cuando leí tu mensaje -comentó cuando comenzamos a caminar.
- Bien y ¿vos? -pregunté para ir tomando el valor.
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Venecia: un lugar para revivir y enamorarse.
RomanceUn viaje a Italia puede ser el sueño de cualquier persona racional, pero un viaje es algo transitorio, algo que se esfuma en un abrir y cerrar de ojos; en cambio, una vida tiende a permanecer, a transformar a aquellos que se atreven a vivirla e incl...