25. Cumpleaños.

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9 am., lunes. 

Mentiría si dijera que dormí, porque no fue así. Toda la noche pensé en las palabras que dijo Mateo estando en la playa y aquellas que dijo hacía a penas una hora. Él seguía queriéndome, lo confirmó anoche pero yo estaba negada a aceptar su amor y era consciente de ello. 

- Permiso -dijo alguien entrando a la habitación. Me levanté como pude, el cuerpo me pesaba el doble. 

- Hola Fran -sonreí adormilada- ¿Recién llegas? -pregunté mientras me ponía una bata.

- Si -dijo tirándose a la cama- Estoy muy cansada.

- Descansa -cerré la cortina para que no entrara la luz del día. Apenas hizo un sonido de estar de acuerdo y fui al baño. Lavé mi rostro y mis dientes, mientras lo hacía pensaba en que todavía me quedaban dos días acá y que debía aprovecharlos como se debía. Salí del baño y cerré bien mi bata, me dirigí a la cocina. En la sala de estar no había nadie, me dirigí a la cocina y vi que Mateo estaba de espaldas en la barra desayunador. Fuerza Sofía, vos podes

- Buenos días -saludé mientras pasé de largo a prepararme un café. 

- Buenos días -no lo miré, seguí con lo mío aunque sabía que me estaba observando. Terminé de preparar mi café y me senté en frente de él. Es ahora o nunca. Él pareció sorprendido por mi acto y por ello tomé valentía.

- No quiero que perdamos nuestra amistad -confesé- Me dolió no poder contar con vos todos este tiempo, desde que llegué a Venecia fuiste una persona importante, no quiero que eso deje de ser así -sus ojos me observaban con atención. 

- ¿Me estas pidiendo que haga de cuenta que no sentimos nada y que actúe como si no te hubiera confesado que te amo? -preguntó. Sus palabras volvieron a dolerme y a la vez a enamorarme ¿Cómo lo hacía? Las lágrimas se acercaron y tuve que respirar antes de hablar. 

- Eso mismo es lo que te pido -respondí con la voz entrecortada. 

- ¿Qué tengo que hacer Sofía? -preguntó en un tono desesperado. 

- Tenemos que dejarlo pasar -respondí como si fuera fácil- Éramos buenos amigos, tenemos eso -él negó y medio se rio. 

- Como quieras -respondió- Si querés que seamos amigos, eso vamos a hacer.

Asentí, sin embargo, mi corazón estaba en una lucha de contradicciones entre lo que decía y sentía. No era fácil, pero era necesario.

- Buenos días -saludó Sebastián adentrándose en la cocina. Se acercó a mí y besó mi mejilla. 

- Buenos días -le sonreí. Mateo parecía ofendido por la escena y por ello, salió de ahí. Lo entendía, a mí me dolía verlo con Francesca, pero lo cierto era que nuestro destino no era estar juntos, al menos no de esa manera- ¿Dormiste bien? -pregunté para sacarlo del incómodo momento. 

- Muy bien -sonrió- Estaba pensando que podríamos salir a conocer algunos lugares ¿Qué te parece? 

- Me parece perfecto -respondí. Tenía la necesidad de salir de ahí, de alejarme de mis pensamientos y de Mateo. Ahora tenía que enfocarme en Sebastián, en que lo estaba conociendo y que lo quería. 

Terminamos de desayunar y juntos nos fuimos a conocer el London Eye, el Big Ben y el Palacio de Buckingham. Almorzamos en un restaurant y decidimos buscar un regalo para Francesca. Era agradable su compañía, tenía humor para todo y siempre lograba hacerme sentir especial. 

Estábamos tomando un helado en una gran plaza arboleada cerca del departamento, el sol atravesaba las hojas y lograba quemar suavemente la piel. Caminábamos por un sendero de piedra.

Venecia: un lugar para revivir y enamorarse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora