6 am., jueves.
Estiré mis brazos y piernas, estaban entumecidas. Sin duda, dormir en las sillas de los hospitales no es para nada cómodo, observé a Andrea quien dormía tranquilamente. Me levanté y me dirigí al baño, lavé mis dientes y mi rostro y decidí tomar un poco de aire.
Cerré la puerta silenciosamente y me dirigí a la sala de espera donde se encontraba la máquina de café. Las personas que aguardaban noticias de sus familiares levantaron la mirada al verme, imaginé que esperanzados de que fuera un médico que trajera buenas nuevas. Bajé la mirada sintiéndome apenada y simplemente me dirigí a la máquina. Coloqué las monedas y seleccione dos cafés cortados con azúcar. La máquina comenzó su trabajo y el aroma a café hizo que terminara de despertar.
A pesar de la situación desagradable que nos trajo acá, el haber compartido la noche con Andrea fue una de las mejores cosas que me pudo haber pasado. Luego de haberle confesado que amaba a su hijo, intentó darme ánimos y aseguró que había notado que Mateo tenía interés en mí. Obviamente le conté que en dos oportunidades él me había dicho que me quería y que yo lo había rechazado, lo que hizo que me ganara un regaño de Andrea. Según ella, yo tendría que haber aceptado y que si Mateo estaba seguro de lo que decía, no importaba que tuviera que dejar a Francesca, en sus palabras fue:
- Estoy segura que si mi hijo dijo que te quería es porque es así -afirmó- Él es una persona determinada y seguro de sí, todo lo que hace lo hace por un motivo y lo que más me duele es saber que se fue no siguiendo al amor de su vida sino abandonándolo.
En cierta manera sus palabras habían avivado mis sentimientos por Mateo pero los había apacigüado al recordar a Sebastián.
Tomé los dos vasos de café y me encaminé a la habitación.
- Buenos días -saludé con una sonrisa. Andrea estaba peinando su cabello.
- ¡Sofía! ¿Pudiste descansar algo? -preguntó preocupada. Le ofrecí un café.
- Y... Ahora la que queda internada soy yo, diagnóstico: tortícolis crónica -dije dándole un poco de humor a la situación. Ella río y le dio un sorbo a su café, me hizo lugar en la cama para que me sentara y nos pusimos a ver una película.
Al cabo de unos minutos tocaron la puerta.
- Boungiorno -saludó una enfermera- Vengo a revisar que todo este en orden y además a decirle que tiene una visita.
Me levanté de la cama y mientras alisaba mi ropa arrugada, los pasos de alguien en la sala se ganaron la alegría de la paciente.
- ¡Hijo! -saludó Andrea. Mis ojos se clavaron en sus ojos verdes que me prestaron su atención por un momento antes de abrazar a su mamá- Te extrañe tanto -anunció en su oído.
- Yo también te extrañé mamma -respondió Mateo. Carlo entraba en la sala y decidí dejarlos solos en familia, saludé a Carlo y cerré la puerta detrás de mí. Tomé aire y comencé a caminar hacia la sala de espera, las personas volvieron a mirarme y esta vez ni me molesté en apartar mi vista. Me acerqué a la ventana y observé parte de Venecia.
¿Cómo puedo fingir que no siento por él todo lo que siento? Mi instinto me dice que arregle las cosas y que tenga mi final feliz, pero mi mente me dice que Sebastián no merece que le haga eso y que él también puede ser el motivo de un final feliz. Nunca imaginé que mi corazón iba a estar dividido de esta forma.
Miré la hora y me percaté que tenía que ir al hotel para cumplir con mi turno. Decidí volver a la habitación y buscar mis cosas para así poder cambiarme. Toqué la puerta y esperé a que abrieran.
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Venecia: un lugar para revivir y enamorarse.
RomanceUn viaje a Italia puede ser el sueño de cualquier persona racional, pero un viaje es algo transitorio, algo que se esfuma en un abrir y cerrar de ojos; en cambio, una vida tiende a permanecer, a transformar a aquellos que se atreven a vivirla e incl...