El pecho de Jai subía y bajaba, mi cabeza aún seguía allí. Lentamente abrí un ojo, luego el otro y así hasta quedar sentada al lado de el.
Me observe las piernas y estaban pintadas, al recordar el hermoso y divertido momento que pase con el, sonreí.
-Jai, despierta- Dije sacudiéndolo con cuidado.
-mmm ¿Qué hora es? –Pregunto con su voz cansada y ronca. Sinceramente no lo sabía.
Pronto recordé que debía completar los papeles de inscripción para a universidad y entregarlos hoy. Me levante de un salto y salí en busca de estos. Los encontré es una repisa que se hallaba en el comedor.
Pasaron diez minutos y finalice con ellos.
-Jai, necesito que me acompañes a un lado-le hable al oído.
Una hora después, ya estábamos llegando a la universidad la cual no se encontraba muy lejos de mi hogar. Llegue a tiempo para entregar estos y para alrededor de las ocho de la noche, ya estábamos en mi casa otra vez.
-Gracias-le dije cerrando la puerta de entrada.
-¿Por qué?-Pregunto confundido
-Porque en toda mi vida, no conocí a nadie que fuera como vos. Espero nunca perderte-Lo abrace y comencé a llorar. Odiaba esto, odiaba llorar pero ahora se sentía tan bien.
-Nunca…nunca me vas a perder-me apretó aún mas fuerte.
Por primera vez lo sentí, sentí que quería alguien en verdad
Y me sentí querida también.
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Narración por Jai:
Me di cuenta que tenia los ojos cerrados pero los sentía pesados, y dolían. Lentamente abrí uno y luego el otro. La cama estaba desecha y no era de extrañarse.
Latas de cerveza por toda la habitación, las sabanas de lo que alguna vez fue una cama ordenada, estaban en el suelo. Pastillas tiradas en la mesita de luz junto con un cenicero y más de diez cigarrillos. Las cortinas de la ventana estaban cerradas. El reloj marcaba las tres de la tarde.
Pequeños recuerdos de la noche anterior vinieron a mi cabeza y la vi. Su sonrisa, sus ojos, sus largas pestañas, sus cálidas manos y sus preciosos abrazos. La quería pero no podía dejar que ella sienta algo por mí. No puedo traerla a mi mundo.
-Quédate conmigo-Susurro en mi oído
-Quiero pe…pero no…puedo-Le confesé. Le di un pequeño beso en la mejilla y Salí de su hogar. Hui. Corrí. Me aleje.
Cuando entre a lo que era mi departamento, llore. ¿Por qué lo hice? … Porque por primera vez en mi vida me importaba alguien. Nunca fui de esas personas cálidas, que se acercan y ayudan a alguien lastimado, que ofrece su ayuda y que ríe junto a una chica un domingo por la tarde.
Tome el celular. Allí aparecían cinco mensajes sin leer, los abrí…
-¿Por qué te fuiste?
-¿Quiero saber de ti?
-Confía en mí.
-Perdón por molestarte
-Te quiero.
Pero no podía, simplemente no tenia el valor de responderle lo que yo quería.
-Te amo, no se como y porque pero me enamore de vos. Me gustas. Te quiero. Pero no puedo-Volví a repetirme en mi mente.- Y algún día lo entenderás-Susurre al vacio.