Capitulo 5

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Horacio

Salí despacio del despacho de Volkov, arrastrando los pies y pensando en cómo esa falsa mirada de odio y asco que me dirigió se había clavado en mi mente y tuvo en mi alma. Porque era falsa, lo sabía. Conocía a Volkov y por mucho que este decepcionado conmigo, sé que entiende que intentar salvar a mi hermano, por mucho que eso hiciera que él acabara el coma. Me sequé unas lagrimas rebeldes que se resbalaron por mi mejilla y fui detrás de Gustabo y Conway, quienes ya iban unos metros por delante de mi.
Entendía tan bien la sensación de abandono que Volkov nos describió que su dolor parecía mío. Ví a mis compañeros delante de mi, en silencio, pero juntos, ni siquiera me estaban esperando. Ellos iban por libre, pero juntos. Al final... eran padre e hijo, ellos siempre han tenido una relación más especial, incluso cuando no sabía que la sangre los unía. Y yo estaba ahí, a un lado, como siempre he estado, pero sin ser capaz de irme. Era una sensación de dependencia tan fuerte que por muy consciente de ella que fuera, no podía alejarme; sé que en el fondo los importo.

Salimos de la comisaría de la LSPD con las cabezas gachas y nos montamos en el coche en silencio. Yo detrás, de nuevo. Sin decir nada, Conway fue hasta la comisaría del FBI y salimos los tres de servicio. No teníamos ninguna gana de trabajar. Gustabo me miró a los ojos y, por primera vez en muchísimo tiempo, le vi triste. Muy triste.

G: Soy un monstruo , Horacio.

Me quedé estático. Conway le había escuchado y solo pudo negar con a cabeza y ponerle una mano en el hombro. "Estabas enfermo, hijo. No eres un monstruo". Asentí antes las palabras del viejo, y abracé a Gustabo muy brevemente. Estábamos llorando los dos. El por el pensamiento de todo lo malo que Pogo había hecho y que siempre estaría ligado a su nombre, y yo por la impotencia de no poder hacer algo por ninguno de nosotros.

C: Los de arriba se han asegurado juntar a los tres gilipollas del FBI que estén más rotos para que no den guerra.

Lo dijo medio en broma, pero era verdad. Estábamos tan rotos y tan resignados a vivir la vida que se nos ponga por delante que no íbamos a poner ni una sola pega a lo que nos mandaran. Sin mediar una palabra, volví a abrazar rápidamente a Gustabo y  Conway,  tras esto, salí al parking, cogí mi coche y me fui a mi casa.

Saludé a Perla, mi perrita, la única que había estado conmigo todo este tiempo. Perla me dio el amor, los mimos y el apoyo que había necesitado durante estos años de soledad. Y hoy también lo hizo, como si supera lo solo y triste que me sentía. Tras un rato ahogando mis penas en Perla y permitiéndome llorar todo lo que necesitaba, bebí un vaso de agua, me lavé la cara y me puse a hacer ejercicio como un loco.

Dos horas más es tarde estaba reventado, y me tumbé en el sofá donde me quedé dormido, hasta que llamaron al timbre.
Me levanté rápido. Aparté de mi frente unos mechones de pelo de la cresta que se habían empapado del sudor de hacer ejercicio.

Abrí la puerta rápidamente y encontré a un Volkov apoyado en la pared de mi casa. Tenía la cara algo sonrojada, estaba despeinado y con la camisa por fuera de los pantalones, intentó incorporarse pero volvió a caer de espaldas. Estaba borracho. Me miró desde su sitio, y yo le observé desde el mío. Quería enfadarme con él, pero verle me provocaba lo contrario a enfado.
Sin quererlo, le miré con pena. Y el, obviamente, se dio cuenta.

V: Haga el favor de dejar de mirarme como si fuera un vagabundo, Horacio.

Me volví a callar, y puse una expresión neutral, repimiendo todo lo que quería decirle, era él quien se había plantado en la puerta de mi casa, borracho como un cuba. Me apoyé en la puerta a la espera de una explicación.

V: ¿No va a decir nada? - Negué con la cabeza - Mierda, Horacio, es usted quien me dijo que quería hablar. - seguí en silencio - Joder, hable, por favor. No haga que sus palabras calladas me sigan doliendo de esta forma, por favor...

Agachó la cabeza y vi como una lagrima caía por su mejilla, y chocaba contra su pecho.

H: No tengo nada que hablar con usted estando en este estado. Le conozco, y sé que se va a cerrar en banda y en cuento empiece a explicarle nada, va a empezar a gritar y no va a escuchar nada de lo que le diga. Entiendo todo por lo que ha pasado, y es lo que quiere que haga todo el mundo sin querer entender a los demás. Si no quiere escuchar estando sobrio porque le da miedo o por lo que sea, márchese, porque esperaba algo más de usted después de todo lo que hemos pasado. Siento decirle esto, Volkov, pero me está decepcionando.

Él se quedó callado, pero cuando empecé a moverme para cerrar la puerta, habló.

V: reconozco que tiene razón. - ahora sí encontró fuerza para incorporarse y se colocó frente a mí. Estábamos cara a cara. Mas cerca de lo que recuerdo haber estado cerca de él. - cuando esté sobrio, prometo llamarle. Espero que me lo coja y me explique todo. Quizá entonces, pueda dejar de esta enfadado con usted.

Levantó una mano como para mantener algún tipo de contacto conmigo, pero en seguida la bajó de nuevo. Asintió, se dio media vuelta, y le vi irse haciendo eses por mi calle. Cuando lo perdí de vista, entré de nuevo en mi casa, rezando porque estuviera bien.

Me duché rápidamente, me metí en la cama con el pijama y cuando Perla se tumbó a mi lado, empecé a llorarle mis penas de nuevo, aquellas que ni siquiera entendía o podía explicar porque no las conocía. Así fue como me quedé dormido, llorando, una vez más.

¿Otra vez tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora