Nos asesora un caniche

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Esa noche nos sentimos bastante desgraciados. Acampamos en el bosque, a unos cien metros de la carretera principal, en un claro que los chicos de la zona al parecer utilizaban para sus fiestas. El suelo estaba lleno de latas aplastadas, envoltorios de comida rápida y otros desechos. Habíamos sacado algo de comida y unas mantas de casa de la tía Eme, pero no nos atrevimos a encender una hoguera para secar nuestra ropa. Las Furias y Medusa nos habían proporcionado suficientes emociones por un día. No queríamos atraer nada más. Decidimos dormir por turnos. Yo me ofrecí voluntaria para hacer la primera guardia. Annabeth se acurrucó entre las mantas y empezó a roncar en cuanto su cabeza tocó el suelo. Grover revoloteó con sus zapatos voladores hasta la ramamás baja de un árbol, se recostó contra el tronco y observó el cielo nocturno. Percy por otro lado se sentó junto a mi.

—Duerme —le dije—. Te despertaré si surge algún problema.

—No creo que pudiese aunque lo intentase. —Percy se recostó un poco y dirigió su mirada hacia mi— ¿Puedo preguntar por tu padre?

—No le conocí, asique no creo que pueda contarte mucho, solo se lo que dicen los libros y los rumores sobre él,  supongo que estaba demasiado ocupado aterrorizando familias para criar a una niña.

—Lo siento mucho.

—Tranquilo, he tenido una buena infancia en el orfanato, y creo que para ser semidiosa ha sido bastante tranquila.

—Otra pregunta, ¿cómo hiciste eso con el palito antes?

—No es un palito idiota— no pude evitar reir ante las ocurrencias que tenía —. Seguranebte te parezca raro, pero igual que existe la mitología, también existe la magia, y ese oalito es una varita. Mi padre era un mago, uno tenebroso y yo acabo de empezar Hogwart, escuela de magia y hechicería.

—Genial, justo cuando pensaba que las cosas no podían ser más raras.

—Ya, el mundo está loco. Oye, ¿desde cuando conoces a Grover? Parecéis muy unidos.

—Nos conocimos este curso, en un internado, es un buen tipo, me alegro de que nos acompañe. Quiere encontrar a Pan, el dios lleva eones desaparecido, cree que él lo encontrará.

Miré el resplandor naranja del cielo polucionado y me asombré de que Grover persiguiese un sueño que a simple vista parecía un imposible.

—¿Cómo vamos a entrar en el inframundo? —me preguntó Percy—. Quiero decir, ¿qué oportunidades tenemos contra un dios?

—No lo sé. Pero en casa de Medusa, mientras tú rebuscabas en el despacho, Annabeth me dijo...

—Oh, se me había olvidado, claro. Annabeth ya debe de tener un plan.

—No seas así Percy, te recuerdo que es mi hermana.

—Cierto, perdón.

—Como iba diciendo, en casa de Medusa, Annabeth Griver y yo coincidimos en que está pasando algo raro en esta misión. Hay algo que no es lo que aparenta.

—Vale, lumbrera. Me culpan por robar un rayo que se llevó Hades,¿recuerdas?

—No me refiero a eso. Las Fur... las Benévolas parecían contenerse, en el autobús, no estaban tan agresivas como suelen ponerse. O al menos eso han dicho ellos.

—A mí me parecieron agresivas de sobra.

—Nos gritaban: « ¿Dónde está? ¿Dónde?» .

—Os preguntaban por mí —me dijo.

—Puede... pero tanto Annabeth como yo tuvimos la sensación de que no preguntaban por una persona. Cuando preguntaron dónde está, parecían referirse a un objeto.

—Eso es absurdo.

—Ya lo sé. Pero si hemos pasado por alto algo importante, y sólo tenemos nueve días para encontrar el rayo maestro...

—No he sido sincero contigo —admitió—. No me importa nada el rayo maestro. Accedí a ir al inframundo para rescatar a mi madre.

—Ya lo sé, Percy, no hay que ser muy tonto para saberlo, pero ¿estás seguro de que es el único motivo?

—No lo hago por ayudar a mi padre. No le importo, y a mí él tampoco me importa.

Poco después Percy se quedó dormido y yo saqué el libro que había sobrevivido al autobús en llamas y a Medusa. Annabeth y Griver se despertaron poco después del amanecer y yo aproveché para dar una pequeña cabezada.

—¡Despierta!

Alguien me estaba sacudiendo.Abrí los ojos y era de día completamente. A mi lado vi como Annie intentaba despertar a Percy.

—Vaya —dijo Annabeth cuandi porfin abrió los ojos—. El zombi vive.

—¿Cuánto he dormido?

—Suficiente para darme tiempo de preparar un desayuno —Me lanzó un paquete de cortezas de maíz del bar de la tía Eme—. Y Grover ha salido a explorar. Mira, ha encontrado un amigo.

Tenía problemas para enfocar la vista. Grover, sentado con las piernas cruzadas encima de una manta, tenía algo peludo en el regazo, sucio y de un rosa chicle. Era un caniche rosa. El chucho ladró, cauteloso. Grover dijo:

—No, qué va.

Parpadeé.

—¿Estás hablando con... eso?—Soltó Percy. El caniche gruñó.

—Eso —le avisó Grover— es nuestro billete al oeste. Sé amable con él.

—¿Sabes hablar con los animales?Grover no me hizo caso.

—Percy, Viviane, éste es Gladiolus. Gladiolus, Percy y Viviane.

—Hola Gladious— el caniche volvió a ladrar.

Percy nos miró a Annie y a mi extrañado.

—No voy a decirle hola a un caniche rosa —dijo—. Olvidadlo.

—Percy —intervino Annabeth—. Yo le he dicho hola al caniche. Tú le dices hola al caniche.

El caniche gruñó. Le dijo hola al caniche. Grover nos explicó que había encontrado a Gladiolus en los bosques y habían iniciado una conversación. El caniche se había fugado de una rica familia local, que ofrecía una recompensa de doscientos dólares a quien lo devolviera. No tenía muchas ganas de volver con su familia, pero estaba dispuesto a hacerlo para ayudar a Grover.

—¿Cómo sabe Gladiolus lo de la recompensa? —preguntó Percy.

—Ha leído los carteles, lumbrera —contestó Grover.

—Claro —respondió —. Cómo he podido ser tan tonto.

—Así que devolvemos a Gladiolus —explicó Annabeth con su mejor voz de estratega—, conseguimos el dinero y compramos unos billetes a Los Ángeles. Es fácil.

—Otro autobús no —dije con recelo.

—No —me tranquilizó Annabeth. Señaló colina abajo, hacia unas vías de tren que no había visto por la noche en la oscuridad.

—Hay una estación de trenes Amtrak a ochocientos metros. Según Gladiolus, el que va al oeste sale a medio día.

La Hija De Atenea (LDDV I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora