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CLEO.

Papá hoy me pegó. Papá me hizo un morado en el ojo porque me tardé en el baño haciendo pis y cuando se lo conté a la maestra.

Papá vino a recogerme al colegio por primera vez pero no me saludó. Papá me dio con su palma en el cachete.

Papá me encerró en el sótano. Papá tampoco me quiere.


Resulta que el idiota, supuestamente llamado Alexander, no vive en una mansión de película—estilo revenge— como creí, sino en un edificio de cuatro pisos. La zona es totalmente tranquila, no vi ni a una persona por la calle o así sea, un auto. La residencia está compuesta por tres copias de apartamentos, todos iguales y del mismo tamaño. Son de ladrillos blancos y ventanas azules, fachadas viejas y modernas a la vez. No hay carros estacionados a los lados, ni mucho, a decir verdad. Solo logro ver jardines que rodean las pequeñas y lujosas edificaciones, también detallar el cuidado de todo y algunos chorros de agua que hidratan las zonas verdes.

—Oye—Rompo el silencio llamando su atención. Alexander es un sólido 10, pues no puede ser diferente si es hijo de la pareja más atractiva. Su cabello es rubio oscuro y va corto, sus ojos son algo tan difícil de describir que realmente no sabría por donde empezar, son grises desde un panorama y azules desde otro. También tiene una pequeña barba dorada, que le denota madurez. Para tener veintiséis o treinta años, los que sea que tenga, no se le notan; tiene cara de bebé—¿Me podrás conseguir una línea nueva de teléfono?—Eso fue lo primero que debí decirle, puesto a que mi novio, ahora ex, se tardaría menos de un minuto en localizarme, dos en comprobar con quien estoy, tres llamar a un chofer y, conociéndolo, cinco minutos exactos para conseguir a un piloto que desafíe la gravedad trayéndolo lo más rápido posible a Londres.

—Puedo pedir que te restauren la...

—No—Lo corto.

—Ok.

—Ok.

Voltea los ojos y sigue manejando su lujosa camioneta, siendo perseguida por otra. En verdad, es la copia de Danilo, creía que Eric lo era, pero erré, Alexander Culpepper es la reencarnación, del todavía no muerto, padrino mío. Su forma de conducir, con una mano en el volante, mientras la otra reposa en la ventana y juega con su barbilla; la forma de vestir; como se peina su cabello de manera involuntaria y como se molesta y sus orejas se calientan cada que nota algo de desagrado en la vía. Al salir de la pista privada, una señora se demoró más del tiempo necesario en pasar el semáforo, creí que él mismo llamaría a la policía para pedir una multa. Según mi criterio, no veo ni un solo rasgo de Celine. Ella, por el contrario, es más delicada en todo sentido posible. Es pequeña, tan flaca que parece desnutrida y tan rubia que te deja ciega, de chiquita yo creía era albina, sus ojos son dos faroles azules y, a pesar de que la descripción coincide bastante con la de Alexander, ellos dos no tienen nada que ver. Sobretodo en la contextura son muy diferentes, él es grueso.

El ascensor es, por supuesto, privado. Al abrir las puertas, mis ojos se le unen, dejándome estática en el lugar.

La sala es lo que yo defino por preciosidad, hay ventanales de comienzo a fin al frente y por eso, toda la claridad de Londres penetra en la habitación. Las lámparas son como pedazos de vidrios cayendo del techo y con bombillos blancos. No hay ni un solo cuadro pero si muebles de color marfil, el piso es de una cerámica extraña y gris; hay una fogata artificial y arriba una pantalla plana, la cual, está rodeada por piedras diminutas que dejan caer agua, una pequeña cascada, que parece natural, rodeando el televisor. Hay tres puertas, una que, supongo, te lleva a la cocina, otra a un cuarto y la otra pues ni idea. Las escaleras, de vidrio, van en el medio y mi mirada logró percatar que tiene tres pisos. Esto parece una súper suite y no de un hotel cinco estrellas, sino de diez, si existiera tal calificación hotelera, se la daría a este pent-house. Estoy embobada.

SIMPLE...Solo tú. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora