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Un molesto pitido estaba interrumpiendo el plácido sueño de Elio. Su cuerpo nunca se sintió tan relajado en sus 13 años de vida, aunque cuando quiso mover su mano derecha hacia sus párpados, su mano se sentía más pesada que lo normal, como si una pesa de 3 kilos estuviera atada a tu muñeca que apenas le permitió levantar la mano del colchón dónde se encontraba acostado.
Sus ojos hicieron el intento de parpadear pero sucedió lo mismo que su mano, estos se encontraban tan pesados que solamente logro hacer una mueca de incomodidad al no poder abrir los ojos.
Elio empezó a hiperventilarse y a entrar en pánico, nunca sintió su cuerpo de esta manera y el pitido no ayudaba a qué sus nervios se calmen un poco. Trato de mover la boca, pero también fallo en esta acción. sus labios se sentían resecos y una necesidad de ingerir agua le surgieron inmediatamente.
El molesto sonido empezó a disminuir, cambiandolo por un eco, este eco parecía la voz de una persona hablando muy lejos de donde él se encontraba acostado. Hasta que de a poco empezó a escuchar con claridad la conversación del eco.
—Señorita Blythe le pido que se tranquilice y tome la pócima que le acaba de entregar Poppy para sus nervios.— Elio logra distinguir la calmada voz del director de Hogwarts.
—¿Cómo pretende ustedes que me tranquilice cuando mi hijo todavía no despertó? ¡Es el único alumno que no a despertado después de ingerir la pócima!— exclama Merida indignada.
—El señor Elio despertara en cualquier momento, señorita tenga paciencia.
Ya para ese entonces Elio pudo abrir sus ojos, le costo horrores que su vista se adapte a la luz que entraba por las ventanas de la enfermería de Hogwarts, pero con unos cuantos parpadeos y forzando la vista, lo logro.
Enfoco su vista en su madre, la mujer Blythe se encontraba tan elegante como siempre, pero algo en su bella mirada era distinto; sus ojos no portaban el brillo característico que normalmente tiene. Su rostro tenía una mueca de preocupación y logran remarcar las arrugas que poco a poco se forman debajo de sus ojos.
—En este momento querrá decir señor— responde Elio con una voz tan gruesa y rasposa que le sorprendió el tono de voz con el que hablo. Sus labios se sentían más secos que de costumbre y estaban partidos por la poca hidratación.
Mérida soltó un pequeño grito del susto que se llevó y se acercó a pasos grandes hacia su hijo, quien tenía una sonrisa burlona en sus labios al ver la cara de preocupación de su madre.
—Maldito mocoso algún día me vas a dar un infarto— dijo la señora sentándose al lado de su hijo en la camilla. Tomó el rostro del niño y lo lleno de besos por todo el rostro.
—Si no moriste el día en el que nací por mi belleza, no creo que mueras ahora— la sonrisita burló del niño seguía intacta en su rostro.
Mérida se sorprende con la contestación que recibe de su niño, el después de la muerte de su padre se volvió muy callado y tímido; Había dejado de lado ese lado burlesco y atrevido que normalmente tenía. Los ojos de la rubia se nublaron por las lágrimas que amenazaban en salir, su felicidad era tan grande que soltó una carcajada que se escucho en toda la enfermería y las lágrimas acumuladas salieron de sus ojos. Elio le sonrió a su madre y le dió un sonoro beso en su mejilla.
