-Michael, tengo miedo.
Dijo la pequeña asustada, recargada en su ventana mirándolo. Él comenzó a cantar, la pequeña se comenzaba a dormir con la voz del niño. Se deslizaba en la obscuridad absoluta con voces lejanas y musica en sus oídos. Se sintió abrazada por los susurros del pequeño.
Ya no tenía miedo.
-Michael, llevame a Neverland.
-Por supuesto, lo prometo.