Capítulo 55: Cicatrices.

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Maratón 1/2

Leah

Tomé otro sorbo de café para entrar en calor. Era una lástima que a pesar de ser el séptimo no pudiera lograrlo.

El espacio en el minúsculo Starbucks estaba atestado, repleto de pasajeros que luchaban por conseguir un café para beber antes de su salida, o durante el vuelo.

Había tenido suerte de encontrar una mesa disponible. Debía esperar al menos una hora más para abordar y no me apetecía hacerlo en el centro del aeropuerto, donde el bullicio del lugar era más ensordecedor.

Estaba ansiosa por tomarlo.

Me arrebujé mejor en mi chaqueta y moví mis dedos entumecidos por el frío aire que circulaba en el complejo, mi anillo desplegando un delicado destello cuando las luces sobre mi cabeza se reflejaron en él.

Seguía sin acostumbrarme al accesorio.

Pestañeé un par de veces para disipar la sensación de extrañeza y me concentré en terminar de teclear el proyecto que tenía pendiente; el cursor parpadeando recordándome que aún no lo había concluido y el tiempo estaba agotándose.

No escribí más de dos palabras cuando noté la bolsa de papel marrón frente a mí, sobresaltándome.

—¿Me extrañaste?—susurró suavemente contra mi oído y giré el cuello para sonreírle.

—No tardaste tanto.

Me besó en los labios para después dejar la bolsa sobre la mesa y sentarse junto a mí.

—No quería dejar tanto tiempo sola a la cumpleañera—señaló la bolsa con la cabeza.— Tuve que recorrer ríos, pantanos y enfrentarme a bestias para conseguirlo, y con eso me refiero a rogarle al guardia de la puerta para que me dejara pasar esto. Espero que te guste tu regalo: muffins ala Colin.

Hice una mueca incómoda a modo de broma.

—Por favor Colin, no hagas chistes—reí tenuemente abriendo la bolsa y sacando un muffin.— No son lo tuyo.

Se tocó el pecho en un gesto exagerado de ofensa.

—Pero te enamoré con mis chistes.

Negué mientras intentaba no ahogarme con el pedazo que tenía en la boca.

—No es cierto—dije cuando lo engullí.— Tienes muchas virtudes, pero ésa no es una de ellas. Dios, está delicioso.

Sus pálidos ojos azules brillaron y tomó mi mano para besar los nudillos con afecto, su barba incipiente haciéndome cosquillas. Acarició con su pulgar el lugar donde estaba el anillo.

—Lo mejor para mi futura esposa—algo se asentó en la boca de mi estómago, una sensación que nunca podía decidir si era amor o nerviosismo. Nunca tenía idea, pero prefería pensar que se trataba de la primera.— Feliz cumpleaños, cariño.

—Gracias.

Era extraño volver a casa después de tanto tiempo, pero era aún más raro regresar del brazo de una persona completamente diferente, acompañados de un montón de planes de boda.

No podía deshacerme de la sensación de ajenidad, como si no fuera realmente yo quien estuviera a punto de casarse, otra vez.

Habían transcurrido cinco años desde la última vez que estuve en una situación similar; cinco años desde que porté un anillo: aquél que me ataba innegablemente a Alexander Colbourn.

Domé mis pensamientos de forma diestra para alejarlos de él. Me había vuelto muy buena con el paso del tiempo, tenía práctica en ello, mucho más después de tantos años.

Irresistible Error. [+18] ✔(PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora