Capítulo 51: La lección.

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Leah

Febrero, 21.

Mi corazón dejó de latir por una milésima de segundo cuando la puerta del sótano se abrió.

Bob asomó su enorme cabeza, el cardenal que le había hecho con la tapa de madera adornándola como la cereza a un pastel.

Solté el aire que había estado conteniendo cuando cerró la puerta tras de sí, entrando solo en la habitación.

Después de la pesadilla que había vivido con Louis, necesitaba ser cautelosa, mucho más ahora que sabía cuáles eran sus verdaderas intenciones tras todo este teatro—y sus alcances para concretarlas.

Dejó el plato de comida sobre el suelo y se acercó para desatar mis brazos, que estaban entumecidos por permanecer en la misma posición durante horas, pero había estado tan abstraída en los hechos ocurridos arriba que ni siquiera noté lo mucho que me dolían hasta que los liberó.

Los dejé caer como si fuesen de papel y apoyó su peso en la pared mientras me observaba comer con gesto solemne.

Me senté con poca gracia y sorbí por la nariz. No necesitaba ser adivina para saber que mi cara era un desastre hinchado y enrojecido por tanto llorar y que probablemente tenía un feo moretón a un lado de la cara; me dolía cada vez que me tocaba o estiraba esa zona.

Dios, lo único que quería era salir de ahí, fuese como fuese.

—¿Qué hora es? —pregunté tomando la manzana y dándole un mordisco, mientras esperaba pacientemente una respuesta que sabía no iba a llegar, pero no perdía la esperanza de que me contestara por error al menos una vez.

Predeciblemente, no respondió.

Comí en silencio unos minutos más y volví a intentar.

—¿Cómo estás hoy?—continué con jovialidad, mordiendo un pedazo de pan.— Yo estoy bien, por si te interesaba saber, pero tengo un par de sugerencias para tu jefe. Creo que no le haría mal cambiarme el papel de baño a uno más suave que no me irrite el culo, y dejarme subir de vez en cuando porque me estoy asfixiando aquí. ¿Sabes dónde puedo dejar esas sugerencias para que las atienda? La satisfacción del cliente es primero.

Frunció el ceño y arrugó los labios.

No tenía idea si era por todas las estupideces que decía para mantenerme cuerda o porque no me entendía un carajo.

Algunas veces intentaba adivinar de dónde provenía la banda de monos que se hacían pasar por mis captores. Fitz tenía pinta de ser originario de este país; habíamos hablado poco—si a darme órdenes podía clasificársele como hablar—, pero lo había escuchado gritar un par de veces con un acento que identificaba muy bien, así que podía apostar a que era un imbécil fracasado con aires de mafioso americano.

Dominik era serbio, y un psicópata; sobre él no tenía dudas.

Bob por otro lado, era todo un misterio. Era demasiado corpulento para ser normal, y lo había escuchado decir palabras monosilábicas en tres ocasiones nada más, lo cual no era suficiente para identificar un acento o un idioma.

Tal vez era un experimento que se había escapado del Área 51 y tuvo la mala suerte de toparse con estos idiotas.

Fuese como fuese, era el que más me agradaba de los tres porque me escuchaba sin chistar, y no me había maltratado a pesar de haberle dejado ese feo morete en su cabeza calva.

—¿Cómo está el clima hoy?—cuestioné de nuevo, intentando no sucumbir a la locura del encierro y el silencio.

Aunque tal vez ya era demasiado tarde y me había vuelto loca de verdad.

Irresistible Error. [+18] ✔(PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora