vi. Es el turno de Eros.

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Capítulo seis: Es el turno de Eros.

Capítulo seis: Es el turno de Eros

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Maxine Davis

—Hola, princesa—esa es una voz que conozco muy bien.

Dejo de maldecir al instante y volteo para verificar si mis sospechas son ciertas. Y, efectivamente, lo son.

—Eros—le muestro todos mis dientes.

Hoy va vestido muy diferente a la vez última vez. Lleva una camisa blanca, casi transparente, desabrochada en los primeros dos botones y arremangada hasta los codos. Además de poder ver los tatuajes en sus antebrazos, también puedo ver los que tiene en su pecho y en la parte superior de sus brazos gracias a la transparencia de su camisa. Esta vez no trae jeans, sino un pantalón de vestir color negro ceñido a sus piernas, sostenido por un bonito cinturón en sus caderas. Su cabello está desordenado, ya que aún se encuentra húmedo por la ducha que, deduzco, se acaba de dar.

Decir que se ve ardiente es poco, él es un nivel superior a eso, sin dudas.

—¿Qué haces aquí?—cuestiona mientras se acerca.

Me muerdo el labio nerviosamente mientras espero que se acerque, esto de hablar a los casi gritos no me agrada para nada. Agradezco que haya tomado la iniciativa de acercarse, ya que yo no iba a hacerlo. Solo da tres zancadas, las cuento, y ya está frente a mí.

—Te dije que vendría, ¿recuerdas?

—Claro que lo recuerdo—se pasa una mano por el cabello para tirarlo hacia atrás—. Te busqué entre el público, pero no te encontré allí.

Juro que mi corazón podría comenzar a hiperventilar al escuchar sus palabras. Me han dejado completamente anonadada.

—Estaba justo detrás de la banca, en la segunda fila—explico rápidamente intentando calmar mi corazón—. Aunque bueno, con todos tus compañeros en la banca es normal que no me vieras sentada detrás.

La jugada perfecta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora