The real Mark Lee.

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— ¡Y Jaemin dijo que las hormigas se volverían gigantes si las metíamos en la piscina! Pero me mintió... —bufó Donghyuck, cruzándose de brazos. Mark río.

— Seguro él tampoco tenía idea de que las hormigas no iban a crecer si se arrojaban a la piscina. —articuló el pelinegro, con la vista fija en la carretera.

— Jaemin siempre me miente... pero lo amo... es mi mejor amigo... —empezó a balbucear el castaño, soltando pequeñas risas.— Pero Makku... no te pongas celoso. Yo también te amo a ti.

Mark no dijo nada, pues su vergüenza no lo dejaba.

— Es ahora cuando me dices que tú también me amas, Makku. —le recuerda Donghyuck, sonriendo ampliamente, pero sin mostrar sus dientes. Ante aquella mirada de cachorro, Mark simplemente no pudó negarse.

— También te amo, hyung. —murmuró, sonriendo ruborizado.

Donghyuck se calló en ese momento y los que siguieron después y Mark le agradecía, pues no quería tener que morir de la vergüenza por otras cosas que se le pudiesen salir al mayor en ese estado de ebriedad, dónde parecía no tener filtro alguno a la hora de hablar.

Un par de minutos después, ambos estaban frente a la casa de Mark, quien hace tan solo un par de meses vivía solo con su hermano mayor, Taeil, quien le había recibido con los brazos abiertos cuando volvió del intercambio estudiantil en Estados Unidos. Sus padres le habían pedido que volviese a Canadá, pero el prefirió vivir con su hermano en Seúl y, después de conocer personas tan fantásticas como las que eran sus nuevos amigos, no se arrepentía de su decisión.

Salió del auto, pensando que tendría que abrile la puerta a Donghyuck llevarlo él mismo hasta el interior de la casa, pero se sorprendió en cuanto el mayor abrió la puerta y salió por su cuenta, caminando entre tropezones a la entrada.

— ¡Irene! —gritó Donghyuck, deteniéndose unos metros antes de llegar a la puerta.

— Hyung, Irene no se encuentra aquí, esta es mi casa. —le hizo saber Mark parándose frente al otro, quien le miró con el ceño fruncido.

— ¿Por qué me trajiste a tu casa, Makku? —preguntó Donghyuck enarcando una ceja.

— No tenías dónde pasar la noche, hyung. Me ofrecí a darte hospitalidad porque sé que mi hermano no pasará aquí la noche, además, sé que no le molestará. —le explicó Mark, esperando que el castaño le entendiese.

Éste sonrió.

— Si querías que durmiera contigo no tenías que inventar una excusa... —Donghyuck hipó.— Yo hubiese venido... si era contigo... sin importar nada...

Mark sintió calientes sus orejas.

— No, hyung... yo... y-yo...

Donghyuck abrazó a Mark, acercando en demasía su rostro al del menor.

— Silencio, Makku... despertarás a Irene... —susurró el mayor, mirando fijamente a los labios del pálido, quien empezó a entrar en pánico de  inmediato. ¿Y si Donghyuck lo besaba? ¿Qué se supone que debería hacer si eso llegaba a ocurrir? ¿Aceptarlo? ¿Y si se sentía rechazado?

Pero no tuvo tiempo de pensar mucho más, pues Donghyuck le besó en la nariz y se apartó, tambaleándose hasta la puerta, donde comenzó a golpear aparatosamente, sin cuidado alguno. Mark tuvo que respirar más de tres veces contando hssta diez.

Caminó hasta él y lo aparto levemente de la puerta, dándole tiempo para mirarlo con una sonrisa boba y abrazarlo por la espalda, trepándose como un pequeño koala.

El menor sonrió y abrió la puerta, luchando por no caer hacia atrás y herir a Donghyuck.

Cerró la puerta de su hogar una vez ambos estuvieran dentro. El mayor enredó sus brazos en el cuello de Mark y apoyó su mejilla en en el hombro del pelinegro, suspirando pesadamente.

𝐅𝐀𝐋𝐎𝐅𝐈𝐋𝐈𝐀 | markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora