La planta -1 por Nerea García

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Berta, Claudia y Ana eran amigas de toda la vida. Desde que se conocieron en el instituto no se habían separado ni un solo día, aunque a veces también discutían.

Ya estaban en su cuarto año y se sentían muy maduras porque pronto se sacarían el graduado.

A Berta le encantaba el arte y la pintura, mientras que Ana prefería jugar al fútbol y Claudia se dedicaba a escribir para la revista del instituto. Las tres muy diferentes pero inseparables.

Cuando Ana jugaba un partido con el equipo, Berta y Claudia iban a verla para animarla y cubrir el reportaje de la revista. Por desgracia, en el partido de las semifinales, Ana se lesionó.

Sus amigas corrieron a animarla en cuanto les dejaron entrar a verla.

—¿Cómo estás? —le preguntó Berta.

—Pues cabreada, su cara lo dice todo —comentó Claudia.

—¡Me muero de rabia! ¡No podré jugar la final porque tengo un esquince en el tobillo! —gritó la aludida.

—No te preocupes, iremos a ver el partido las tres juntas y te dedicaré una columna en la revista —le dijo Claudia para animarla.

Con mucha pena Ana dejó los entrenamientos a un lado para coger las muletas, sus amigas la ayudaban en todo lo que podían, le llevaban los libros y la acompañaban en el ascensor aunque lo tuvieran prohibido. Pues solo los alumnos con problemas de movilidad podían usarlo y aunque el director las había pillado en alguna ocasión, lo dejaba pasar por alto.

Así que como cada mañana las tres chicas entraron en el ascensor. Iban distraídas, hablando de que al día siguiente por fin se celebraba el partido de la gran final, Ana estaba contenta y orgullosa de su equipo.

—¡Seguro que ganaremos! —decía.

Tan embelesadas iban en su conversación, que ninguna de ellas dio al botón para subir a la primera planta y hasta que se abrió la puerta del ascensor no se dieron cuenta que habían descendido a la planta -1.

—¿Dónde estamos? —preguntó Claudia, atónita al ver el oscuro panorama que se apreciaba fuera del ascensor.

—No puede ser —dijo Berta mirando la pantallita del ascensor — aquí pone -1.

—¿Qué? ¡Vámonos de aquí! —rápidamente Ana dio al botón de la planta 1, el ascensor cerró sus puertas y comenzó a subir.

—Chicas… —dijo Claudia asustada —La planta -1 existe…

—No, no existe —dijo Ana —hemos tenido una alucinación.

—¡¿Una alucinación conjunta?! —Gritó Berta —No me lo puedo creer, Laia tenía razón…

Laia era una chica de su clase que llevaba toda la vida en silla de ruedas, los médicos decían que jamás podría caminar. Hasta que un día desapareció durante muchas horas, la buscaron por todo el instituto hasta que ella misma subió en el ascensor y salió caminando de él sin su silla de ruedas.

Todos le preguntaron a Laia qué había ocurrido, por qué misterio podía andar de repente y dónde había estado. Ella solo pudo decir:

—En la planta –1; he estado en la planta -1 y alguien me ha curado.

Nadie encontró la planta -1 y todos los alumnos la tomaron por loca, pero ahora ellas tres sabían que no era así.

Las chicas decidieron no decir nada ni a Laia ni a los profesores por el momento. En clase no lograron concentrarse, aún seguían asustadas por lo que habían descubierto.

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