Soy una mezcla de azúcar y pasión, así me gusta describirme, pues tengo esa personalidad que desborda alegría, pero también es adornada con ese sentimiento entre nostalgia y fortaleza que vive en los argentinos. En resumen, soy una adolescente impetuosa y romántica. Claro me imagino que esto ha sido fruto del choque cultural que he vivido, pues nací en la tierra del son de Beny More y ahora vivo en la del tango de Gardel, o a lo mejor no tiene nada que ver, y todos los chicos de mi misma edad son así, que nos gustan inventarnos historias y creemos en el amor.
Dejé mi tierra, a mis amigos y llegué a un nuevo hogar, con un montón de sueños y metas por conquistar, cargando la maleta del desarraigo y la añoranza por mi viejo amigo el mar. Fui sorprendida por el cambio, aunque mentalmente pensaba estar preparada, pero no fue así. Fue un torbellino de nuevas cosas que me invadieron y una de esas el amor.
Desde que llegué a mi nuevo colegio hubo un niño que se llevó toda mi atención. Él tiene los ojos más hermosos que hayan visto, y no hablo porque son de color verde, jajaja. Ese es un detalle menor, hablo por la luz que emiten porque cuando me mira siento su mirada penetrante que me habla sin palabras, y qué decir de su sonrisa, esta iluminaba mis días aunque fueran días grises. Bueno, sí ya sé, estoy enamorada de mi compañero de salón o, mejor dicho, estuve enamorada y fue un amor a primera vista que se apoderó de mí sin pedirme permiso. Así transcurrió los últimos años de primaria y los primeros de secundaria. Mi príncipe azul, nunca se había fijado en mí de igual forma, yo solo era su compañera de clases. Eso sí, nunca nuestra relación fue aburrida, siempre estábamos en desacuerdo en las formas de analizar cualquier tema en clases, cómo podían existir dos personas tan tercas como nosotros dos, cada uno tenía su argumento: él decía, yo refutaba o al revés. Somos como el agua y el vinagre o mejor dicho, como un polo negativo y uno positivo de un imán, pero ya es sabido que los polos opuestos tienden a atraerse. Siempre me cuestionaba cómo podía gustarme ese cabeza dura, entonces recordaba sus ojos y una sonrisa se dibujaba en mí.
La adolescencia ejerció sus poderes mágicos, además del buen trabajo de mi ortodontista y mi trabajo todas las mañanas antes de salir de casa. Dejé de ser la niña flaquita, con una sonrisa metálica, para ser una adolescente bonita, con dientes parejitos y muy presumida, pues sí ya me gustaba lo que veía reflejado en el espejo de mi habitación. Seguro se estarán preguntando si por fin llamé la atención del sujeto, y la respuesta es sí. De verdad, no recuerdo cuando él comenzó a mirarme diferente, solo sé que muchas veces volteaba en clases y lo encontraba observándome, nuestras miradas coincidían y ahí mi corazón se agitaba como un caballo a galope.
Ahora él buscaba cualquier excusa para hablarme, quería estar en mis grupos para los trabajos escolares y trataba de sentarse cerca de mí. Me gustaba ese nuevo chico que también había cambiado con los años. Claro está, para mis ojos bellos yo era una rebelde sin causa, pero en el fondo creo que eso era lo que más le atraía de mi persona: una mujer con fuerza en la voz, lista para contestar y sin miedos de expresar lo que pienso. De repente estaba viviendo el más hermoso sueño, era amada y correspondida, como en un cuento de Disney. Pero era eso, un sueño que duró muy poco, mi príncipe se transformó en un monstruo mentiroso. Pues si, después de decirme cosas dulces que hacen sobresaltar al corazón de cualquier mujer, me salió con que estaba enamorado de otra chica. Puras bobadas porque después de poco tiempo también terminó con ella. Esa noche de sábado, cuando por un mensaje de whatsapp dio por finalizada nuestra relación, lloré tanto, que sentí que se me desgarraba el alma. Sufrí porque entendí que yo era la única que estaba enamorada de los dos, para el monstruo fui otro trofeo. Juré en los brazos de mi madre que nunca más lloraría por un hombre y un montón de otras promesas, de estupideces que no voy a repetir. Dejé guardado su mensaje en mi celular, para leerlo cada vez que me faltaran las fuerzas para sobreponerme. Cómo podía haberme engañado tanto, cómo pudo mentirme esos labios y esos ojos. En realidad nunca lo entendí, que de un día para otro cambiara tanto, sería mi condición de inmigrantes, mi humilde hogar lo que lo hubiera hecho cambiar de parecer o simplemente estaba cegada por un amor unilateral. En fin una infinidad de ideas se me cruzaban por la cabeza, buscando una respuesta, pero esta nunca llegó.
Regresé al colegio el lunes, y tuve que verlo ese día y los restantes del año, ahí en el aula, así como si nada, abrazando a otra chica en el recreo, mi alma lloraba, pero yo inerte, inexpresiva, muchas veces coincidieron nuestras miradas, la mía seguro era fría, lo ignoré con todas mis fuerzas y solo le dirigí palabras por fuerza mayor, por algo relacionado al colegio. ¿Pueden creer que un día en el pasillo, camino al baño me agarró la mano?. Quería darme una explicación, ya para qué, no la necesitaba, mi amor se había roto en mil pedazos y ya no se podría recomponer. La vida continuaba y me arrastraba, entre trabajos del colegio y mi rutina del gimnasio, las heridas comenzaron a sanar. Pero lo bueno de estar aislada y en silencio, es que aprendemos a escuchar y a ver mejor las cosas. Desde mi rincón del aula, en primer lugar, me pregunté cómo podía haber estado enamorada tanto tiempo de un idiota, donde antes veía virtudes hoy afloraban defectos. En segundo lugar, me percaté de otros ojos que me veían a mí. Unos color café, tan intensos y profundos que te pierdes en ellos. Pertenecen a otro ser, que siempre estuvo ahí, callado y sereno, que me dio la mano invisible para levantarme de esta tristeza, que con sus chistes malos me devolvieron la sonrisa, que me hicieron de nuevo bailar y cantar.
Estos nuevos ojos me salvaron, y empecé otra etapa de mi vida. Hoy puedo escribir sobre ello sin que una lágrima se me derrame. Aprendí que existen muchas miradas, algunas te elevan y otras te hunden, algunas son misteriosas y otras mentirosas, que a veces creemos en las cosas que queremos creer aunque sepamos que no existen, que la verdad y la mentira son muy relativas. Y lo más importante que somos adolescentes, que estamos dando los primeros pasos en el amor, que ya encontraremos a nuestro príncipe encantado, claro siempre habrá algunos sapos en el camino que besar. Aunque no lo creas siempre hay una mirada sobre ti, para la cual eres el centro de su mundo, jajaja, sí sigo siendo romántica, no tengo solución.Agradecer por la colaboración de :
Jany Borges Hernández
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Pensamientos Profundos
PoetryEn este libro encontraran escritos como dice el título pensamientos. Historia, Relatos, Poemas y todo lo que me venga a la mente. Riger Blanco